«Estoy contento de que se haya convertido en algo clásico como para representar el momento clave del cruce entre el rock y la música de baile»
«Blue monday», de New Order, no solo fue un éxito de grandes proporciones: su portada avanzaba el futuro y esconde diversas anécdotas, como que con ella la discográfica perdía dinero con cada copia.
Una sección de XAVIER VALIÑO.
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Ilustrador: Peter Saville.
Fecha de edición: 7 de marzo de 1983.
Discográfica: Factory.
Productores: New Order.
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Pocas ideas funcionan mejor que el misterio, lo poco o nada explícito o aquello que hay que descubrir. En un mundo dominado por la imagen y las palabras, todo lo que lo evite generará mayor atracción. Pasaba con The Residents, a los que nunca se les pudo ver la cara, y pasa actualmente con parte de la música electrónica, más proclive a una autoría anónima acompañada de imágenes en las que no se distingue a sus protagonistas. El británico Burial suscitó mucha atención recientemente precisamente por no dar a conocer su verdadera identidad, algo que dentro de nuestras fronteras también sucedió con John Talabot.
Esa parece haber sido muchas veces la forma de trabajar de Peter Saville, tal vez el diseñador de portadas más importante de las tres últimas décadas, aunque su trabajo más relevante lo hiciera a finales de los setenta y durante los ochenta para la discográfica Factory. Es difícil pensar en alguna portada suya con un retrato del artista (aunque las hay: recordemos «Low-life» de New Order); además, una parte de ellas ni siquiera llevan el nombre del artista o el título del disco en su envoltorio.
New Order era uno de los grupos con los que trabajaba. En 1983, la banda quiso reaccionar a las quejas habituales de su público por no hacer bises en los conciertos. Su intención al componer su siguiente single, ‘Blue monday’, era poder volver a los escenarios tras los conciertos, pulsar el botón de “play” en el sintetizador y marcharse, aunque su éxito se les volvió en contra, obligándoles a interpretarlo en los conciertos. Su base, de corte electrónico, representó como ningún otro de sus temas el momento en que el grupo daba un paso adelante, dejando definitivamente atrás su pasado en el post-punk oscuro de guitarras para lanzarse directamente a las pistas de baile.
‘Blue monday’ estuvo muy influido por cuatro canciones, tal y como reconoció su cantante y guitarrista, Bernard Sumner, en el libro «Manchester, England: The story of the pop cult city»: el arreglo partió de ‘Dirty talk’ de Klein & MBO; el ritmo lo sacaron de ‘Our love’ de Donna Summer; la referencia más clara en el estilo fue ‘You make me feel (Mighty real)’, de Sylvester; y, por último, la canción contenía fragmentos sacados de ‘Uranium’ del álbum «Radio-Activity» de Kraftwerk, aunque nunca se aclaró si lo habían sampleado o tocado con el Emu Emulator, un teclado que utilizaba disquetes (algo relevante en esta historia) y que se empleaba para samplear otras canciones.
La canción se convirtió en el maxi-single más vendido de todos los tiempos, pero no tuvo ningún reconocimiento oficial porque su sello, Factory, no formaba parte de la organización que representa a la industria británica del disco. Para suplir esa carencia, Tony Wilson mandó fabricar algunos discos de oro para ofrecerlos como regalos a los responsables de aquel éxito. Además, diseñó y encargó siete esculturas de bronce con la rueda de una factoría (en honor al nombre de su sello) cuando las ventas del maxi-single superaron las 500.000 unidades, que fueron entregadas al grupo y su mánager –una de ellas acabó en manos de un coleccionista estadounidense a principios de los noventa–.
Como era habitual, Tony Wilson le encargó a Peter Saville el diseño de la carpeta del siguiente lanzamiento de su sello Factory Records, el maxi-single de New Order ‘Blue monday’. Saville, nacido en 1955 en Manchester, había conocido a Wilson en un concierto de Patti Smith en 1978. Desde entonces, se había convertido en el diseñador habitual de las portadas de Factory, trabajando regularmente con Joy Division y New Order. A partir de su colaboración se había convertido también en uno de los socios de la discográfica, junto al propio Wilson, Alan Erasmus, Martin Hannett y Rob Gretton, estos dos últimos productor y manager respectivamente de ambos grupos.
El sello Factory no se regía precisamente por los convencionalismos de otras discográficas. Allí la creatividad, y no el dinero, era la principal motivación. Sus artistas tenían un control absoluto sobre su obra y al diseñador se le daba carta blanca para hacer lo que le apeteciese. Con el encargo hecho, Saville se dirigió al local del grupo en Manchester. Siempre cumplía con su trabajo sin escuchar la música grabada que contendrían los discos para los que hacía los diseños (salvo una única excepción: «Republic» para New Order). Sin embargo, en esta ocasión sí pudo escuchar un primer boceto de ‘Blue monday’ en el local mientras los cuatro músicos trabajaban en ella, y eso influyó decisivamente en lo que haría días después. Allí vio al grupo enfrascado en una nueva canción de corte electrónico, pero lo que le llamó su atención fue el disquete de 8 pulgadas en el archivaban los samplers utilizados para los teclados.
“Fui hasta su estudio para mostrarles una postal de la pintura con flores de Henri Fantin-Latour que estaba barajando para la portada de su próximo álbum ‘Power, corruption and lies’. Mientras estaba allí, tocaron ‘Blue Monday’ e, instintivamente, entendí lo que estaban tratando de hacer. Sonaba como algo que su equipo podía tocar por sí solo. Cogí un objeto que me pareció interesante y les pregunté qué era aquello. Nunca había visto un disquete antes. Pensé que era genial. Les pregunté: ‘¿Me lo puedo quedar?’ Y Stephen Morris (teclista y baterista) me dijo: ‘¡No, ese no!'».
Deslumbrado por la parte tecnológica de la música, Peter Saville pensó que aquel motivo ampliado, entonces icono de la nueva era informática, sería perfecto para la portada. Decidió, además, que debía quitarle cualquier mención expresa al nombre de la banda, al título del disco o a la compañía que lo editaba. “Así que regresé a Londres, escuchando una cinta, con otro disquete de aquellos sobre el asiento del pasajero. Cuando llegué a casa, sabía que la portada sería una reproducción de aquel disquete, con tres agujeros en él a través de los cuales se podría ver la funda interior metálica”.
Preparó la carpeta con la colaboración de su ayudante Brett Wickens. En ella, las únicas letras visibles se encontraban en el lomo del disco, donde aparecía escrito “Fac seventy three”, o sea, la referencia número 73 de la discográfica Factory. La portada troquelada, recortada en seis sitios (tres con figuras geométricas en el centro y otros tres más pequeños en los laterales), llevaba dentro una funda de inmaculado gris. En el interior, el vinilo sí mostraba algún crédito de la grabación en las etiquetas de la cara A y B.
Aunque aparentemente esa era toda la información, había algo más: una delgada tira de colores en el margen derecho de la carpeta. En principio, esa franja no parecía indicar nada en concreto, pero aquella columna de la carpeta llevaba oculto un código que proporcionaba, una vez descifrado, toda la información que se necesitaba: “Fac 73 blue monday and the beach New Order”.
Si en el álbum «Unknown pleasures» de Joy Division, Saville había evitado rotular la portada para mantener la abstracción del diseño, en esta ocasión ideó un alfabeto de colores en el que cada letra o carácter se plasmaba en una figura, de uno o dos colores, entre una gama de diez: nueve más el blanco, que sería el cero. El mismo alfabeto se utilizaría en las portadas de otros dos discos de New Order (el álbum «Power, Corruption & Lies» y el single ‘Confussion’ [ambs en la imagen], del mismo año, 1983) y en otro de la banda Section 25, «Fron the hip» (de 1984, producido por Bernard Sumner). La clave para descifrar el código de los cuatro discos apareció únicamente en la contraportada del disco «Power, corruption & lies», algo que contribuía al misterio, por cuanto ‘Blue monday’ no figuraría en el álbum, y este solo aparecería meses después que el maxi-single con la canción.
El círculo ideado por Saville se compone de 26 segmentos alrededor de su borde exterior. La rueda de decodificación usa solo los dos anillos exteriores, que son de un único color o de dos colores, en este caso siempre con el verde o el amarillo entre ellos. Los dos círculos internos solo sirven para completar la figura y como adorno, aunque puede que también pretendiera despistar a quien se atreviese a intentarlo.
El alfabeto se inicia con el verde doble del centro en la parte superior y funciona en el sentido de un reloj. Ahí comienzan también los números del 1 al 9, con lo que su representación es idéntica a los primeras nueve letras del alfabeto. A partir de ahí, cada letra es la suma de los dos colores que muestran su orden numérico en el alfabeto. De esta forma, por ejemplo, la J, décima letra del abecedario inglés, estaría compuesta por los colores del número 1 y 0.
Con esta clave se podía llegar a descubrir que los cuadrados de colores en el disco «Power, corruption & lies» indicaban Fac 75, o sea, la referencia número 75 del catálogo del sello Factory. En el caso de ‘Blue monday’, en su portada se podía leer una vez descifrado “Fact 73 Blue Monday an” y en su contraportada la continuación, “d The Beach New Order”. Los otros dos discos que utilizaron este particular lenguaje también llevaban su número de catálogo en clave.
Algunos seguidores aceptaron el reto nunca anunciado y se lanzaron a descubrir su significado. Lo entendieron tan bien que incluso descubrieron errores en la transcripción del código, ya que la imprenta no consiguió imprimir los colores con la misma tonalidad que Saville los había pintado. De esa forma, la palabra «corruption» acabó siendo «corupption». Un par de cartas en la publicación semanal británica «New Musical Express» alertaron de aquellas equivocaciones. Recientemente, Peter Saville se sorprendió cuando, al acabar una charla que había impartido en Lausana, un contable de Ginebra se le acercó para confesarle que él y su hermana habían sido los autores de aquellas misivas.
El juego se ciñó, pues, a unos pocos meses: todo el esfuerzo se limitó a esas cuatro portadas. De alguna forma, aquel código personifica el genio de Peter Saville: tenía tantas ideas brillantes que parece que no podía o no quería quedarse con una sola durante mucho tiempo. A Saville le interesaban particularmente estas yuxtaposiciones, la historia y lo moderno, lo tecnológico y lo natural y, en un contexto más amplio, cómo la historia es percibida a través de los ojos contemporáneos. Su código era una forma de yuxtaponer, según sus palabras, “los jeroglíficos de la tecnología con el clasicismo histórico”.
Saville se había inspirado para su código en un par de obras que le llamaron la atención. La primera, el disco «This year’s model» de Elvis Costello (1978), en el que se dejaron impresas en un lateral las pruebas de los colores cian, magenta, amarillo y negro que hablaban claramente del disco como un producto industrial. La segunda, una serie de pósters que el Estudio Dunbar había hecho para el Rijksmuseum de Ámsterdam en 1982, en el que a la reproducción de obras históricas de la colección del museo se les había añadido barras de colores con las que identificarlas.
Todo esto acabó de encontrar pleno sentido al ver Peter Saville una serie de televisión de la BBC, «Los Borgia» (1981). “Cuando New Order me dijeron que iban a titular su siguiente álbum ‘Poder, corrupción y mentiras’ empecé a pensar en las intrigas de la política italiana del Renacimiento, ya que había visto la serie televisiva. De repente, quise que Maquiavelo estuviera de alguna forma en la portada. Así que imaginé a un archivista en un museo buscando viejos retratos y pensé que no lo haría perdiéndose por polvorientos pasillos, sino buscando información en una base de datos de un ordenador. Esas fotografías estarían rodeadas de la iconografía del sistema operativo, así que quise poner algún tipo de código técnico moderno al lado de algo clásico”.
El misterio atrapó la imaginación de los amantes de los vinilos, pero su representación en la portada de “Blue monday” trajo cuantiosas pérdidas a su discográfica. Nadie había previsto el gran éxito que tendría la canción y, además, Factory Records no era precisamente el modelo de empresa que tenía en cuenta la economía a la hora de tomar sus decisiones. La distribución del disco con la portada diseñada por Saville reportaba más gastos que ingresos. Las distintas fuentes no se ponen de acuerdo y señalan que cada disco generaba unas pérdidas de entre 2 peniques y una libra: Peter Hook, bajista de New Order, las ha cifrado en 20 peniques y Tony Wilson en diez. Probablemente, nadie lo sabe con exactitud.
“Blue monday’ fue una portada muy cara sin lugar a dudas”, ha reconocido Saville. “Ni siquiera hablamos de una portada cara de un álbum, sino de un single, un producto al que no se le sacaban beneficios: el margen estaba en los elepés. Por aquel entonces Factory era una aventura. No había personal al cargo de las cuestiones económicas. Tony estaba involucrado en una misión, los grupos también. Las decisiones no se basaban en los posibles beneficios. Yo hice lo que quise. El grupo no lo vio, Tony no lo cuestionó en absoluto. Aproveché eso para hacer lo que me apetecía por la simple razón de que me parecía genial y sabía que nadie me pararía. Cualquier otra compañía lo hubiese rechazado sin lugar a dudas”.
El caso es que la primera tirada perdió bastante dinero. Como la fábrica no daba abasto con los pedidos, las sucesivas tiradas fueron simplificándose: el troquelado con las figuras geométricas recortadas fue desapareciendo y la funda interior acabó siendo negra. Seguramente llegó un momento en que el disco ya no generaba pérdidas, aunque es difícil saber cuándo. Para las reediciones de 1988 y 1995, que también llegaron a las listas de éxito, Peter Saville diseñó nuevas portadas más convencionales. Si en un primer momento el disco resultó un fiasco económico, más tarde ya empezó a reportar ingresos que, de cualquier manera, también se desvanecieron por las inversiones del grupo y su discográfica en un ruinoso club nocturno que regentaron en Manchester, el Hacienda.
Por mucho que Peter Saville fuese el emblema de la producción discográfica que salía de Manchester entonces, él vivía en aquel momento Londres (hoy es responsable de la imagen de la ciudad en la que nació). Entre que no residía en la misma población que su discográfica y que el sello trabajaba de esa manera tan particular, nunca recibió un disco con el producto de su trabajo. “Nadie me envió una copia; tuve que comprarla en una tienda de discos. El maxi-single se vendió tan rápido que la versión que yo pude adquirir tenía la portada negra pero sin el troquelado ni los agujeros. La imprenta no podía con la demanda, así que fabricaron versiones más baratas. No sé cuántas copias se vendieron así, ni si a Factory le cobraron la tarifa entera por algo que no recibían, lo que sería algo muy ‘de la casa’. Pero al menos estoy contento de que se haya convertido en algo clásico como para representar el momento clave del cruce entre el rock y la música de baile. Al mismo tiempo, los códigos de colores se han convertido en algo muy socorrido en el diseño gráfico”.
La mayor ironía es que aquella portada se sirvió de un disquete como tótem de un futuro que estaba por venir. Desde entonces, evidentemente, aquel disquete de ocho pulgadas ha quedado como algo obsoleto, olvidado, un anacronismo total. Y lo más curioso y relevante del caso es que la portada sigue conservando su encanto a pesar de que el objeto que tomó como modelo quedó superado hace unos cuantos años.
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