«La portada doblada solo mostraba la cara de Hayes bajo una capucha y con los ojos cubiertos por unas gafas de sol oscuras, pero al desplegarla en cuatro secciones en vertical y tres en horizontal a Hayes se le veía a tamaño casi real»
La portada selecciona por Xavier Valiño para esta entrega, resultó polémica por la imagen que daba de Isaac Hayes, encarnando al Mesías Negro.
Una sección de XAVIER VALIÑO.
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Diseñador: Ronnie Gorden
Idea: Larry Shaw
Director artístico: David Krieger (The Graffiteria)
Fotógrafo: Joel Brodsky
Fecha de edición: noviembre de 1971
Discográfica: Stax
Productor: Isaac Hayes
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La iconografía religiosa en una portada casi siempre lleva consigo la polémica. Madonna lo vivió a gran escala, como todo lo suyo, con ‘Like a Prayer’ en 1989, al poner en la carátula de su single a una Virgen desnuda dibujada a grandes rasgos. Evidentemente, si tu grupo se llama Cristian Death y en la cubierta de tu disco «Sex, Drugs and Jesus Christ» colocas a un Cristo con un taparrabos inyectándose heroína, lo más seguro es que no pase desapercibido. Lo mismo que el Cristo sobre una cruz hecha con billetes de dólar de The Dead Kennedys en «In God we Trust, Inc.». Marilyn Manson, The Dead Kennedys, Aerosmith, Momus, Killing Joke, Tupac Shakur, The Electric Prunes o Dio son algunos de los que en su día tuvieron problemas por la imaginería religiosa de sus álbumes. Tal vez el más insospechado de todos haya sido Isaac Hayes.
En 1971, Hayes venía de editar uno de los discos claves del soul, la banda sonora de la película «Shaft», que incluso había obtenido el Oscar a la mejor canción, el Globo de Oro y varios premios Grammy. Al reconocimiento de la crítica y del público se le sumaba ahora también el de la industria musical, que parecía respetar y valorar por fin al compositor, al músico, al productor y al artista con una exitosa carrera en solitario.
Tocaba darle continuidad y su compañía, Stax, que tenía su cuenta de resultados dependiendo en buena parte de su éxito, decidió invertir en ese siguiente álbum más que en ningún otro de los que el sello había editado hasta entonces. El vicepresidente de la compañía, Al Bell, contrató a uno de los antiguos componentes de los Bar-Kays, el teclista Ronnie Gorden, y le dio libertad total para diseñar la portada de ese álbum.
Ya sabían cómo se iba a llamar el disco, ya que a Larry Shaw, responsable de marketing y publicidad en la discográfica, le gustaba el apodo que uno de los encargados de la seguridad de Stax, Dino Woodard, utilizaba para dirigirse a Hayes: «Black Moses» (Mesías Negro). Según él, el efecto de la música de Isaac Hayes en el público negro era el de un líder de las proporciones del Moisés de la Biblia. El alias encontró apoyo en la revista «Jet», en la que el periodista Chester Higgins lo había dado a conocer públicamente en un artículo que había escrito sobre el músico de Tennessee. “Yo no tuve nada que ver en ello”, afirmó posteriormente Hayes. “Me revelé contra ese título y lo rechazaba todo el tiempo”.
Larry Shaw había iniciado, al mismo tiempo, un cambio radical en el diseño de los álbumes del sello, ya que entendía que era su punto débil. Creía que ya habían llegado al momento más bajo con el disco «Gritty, groovy and gettin’ it», de David Porter, en el que artista y una mujer aparecían desnudos en la parte superior de su torso, aunque la mirada desafiante del cantante no tenía nada que ver con la tersa música más dirigida a los placeres carnales. “Para mí no era más que la representación de un artista que acababa de follarse a una chica. La falta de respeto que los diseñadores tuvieron hacia el artista y su música no era necesaria. Esa era su traducción del arrojo. No era apropiado. Constantemente me encontraba con que la perspectiva de un blanco sobre la sensibilidad visceral de un negro era tratar de ser literal en las malditas cosas relacionadas con las emociones”.
Con el título decidido, carta blanca y abundantes recursos a su disposición, Gorden optó por reproducir literalmente aquel seudónimo en una imagen, el Moisés Negro, tal y como le había pedido Larry Shaw. Así que pensó en retratar a Isaac Hayes de aquella guisa con la colaboración del fotógrafo Joel Brodsky, quien durante su etapa como fotógrafo del rock participó en 400 portadas de artistas como The Stooges, The Doors, Kiss, Aretha Franklin o Van Morrison. Con la dirección artística de David Krieger y el equipo de su compañía The Graffiteria, le colocaron a Hayes una túnica resplandeciente que lo cubría de la cabeza a los pies y lo situaron delante de una gran cantidad de agua, como si se tratase del Mar Rojo en Oriente Medio.
Sin embargo, la imagen que obtuvieron perdía gran parte de su fuerza en una portada del tamaño habitual (31 por 31 centímetros), así que Gorden y Shaw idearon una cubierta que se pudiera desplegar en forma de cruz. De ese modo, la portada doblada solo mostraba la cara de Hayes bajo una capucha y con los ojos cubiertos por unas gafas de sol oscuras, pero al desplegarla en cuatro secciones en vertical y tres en horizontal (con unas medidas de un metro y cuarto de alto por un metro de ancho) a Hayes se le veía a tamaño casi real. Su postura imitaba a la estatua del Cristo-Corcovado de Rio de Janeiro, con los brazos abiertos como invitando a todos los espectadores-oyentes a sumarse a su congregación.
Aprovechando la idea, y con la vista en el negocio, la compañía decidió también fabricar totalmente a mano réplicas de la túnica como la que Hayes llevaba en la portada, vendiéndolas para acabar de sacarle rendimiento a aquella inversión. La división de marketing de Stax fijó el precio de venta al público en 24,95 dólares, una cantidad bastante elevada para la época.
Si en la portada se representaba el ego y carisma, los matices espirituales o la tendencia mesiánica que Hayes encarnaba con su música y sus conciertos, en la carpeta interior desplegable se colocó una imagen diferente, aludiendo a la clásica dicotomía del soul entre la religión y el sexo: ahí aparece Hayes con el torso desnudo, cubierto con cadenas de oro, como símbolo de la sexualidad, el poder y la lejanía.
Los créditos del álbum se colocaron en dos de las secciones desplegadas a lo ancho de la carpeta interior, sobre dos piedras que representaban las tablas con los diez mandamientos que, según la Biblia, el profeta Moisés recibió directamente de manos de Yahveh (Dios). Y, debajo de la fotografía del músico, aparecía aquel texto firmado por Chester Higgins para la revista «Jet» que había popularizado su mote, dividido en diez puntos como si fuesen los diez mandamientos. Aquel texto remataba, a modo de ejemplo de su contenido, con la siguiente sentencia: “Concluyendo, el Moisés Negro representante del conocido ‘sonido Memphis’ es en verdad un profeta soul del Pueblo Elegido, un siervo dispuesto del Señor, y un enorme genio del entretenimiento”.
En su discográfica tenían, al mismo tiempo, una segunda intención con esta portada. Su vicepresidente All Bell tenía informes sobre su mesa que le indicaban que el 40% de los compradores en las tiendas de discos lo hacían impulsivamente, así que había que llamar su atención si querían pensar en igualar el éxito de Shaft. Además, algunos de los responsables de la compañía creían que la música de Hayes estaba perdiendo calidad. Uno de ellos era el ya citado Larry Shaw: “La música de ese disco era de una calidad tan deficiente que tuvimos que vender la caja en la que venía. La música había cambiado bastante desde los primeros tiempos en los que Hayes iba al estudio en bus; era distinto entonces, cuando se dirigía a grabar en limusina. Asistíamos a la caída literal de un genio. Una vez que tuvimos claro que habíamos tenido una buena idea, la hicimos y la promocionamos. Metimos mucho dinero en esa portada. Lo que se trataba con ella era capturar cosas de él que no estaban en el disco. El disco era la caja”.
Es cierto que con su éxito continuamente en ascenso, todo lo relacionado con Hayes se iba volviendo más caro: las sesiones de grabación, con más músicos, sus arreglos, más elaborados, sus conciertos, con más recursos destinados a la puesta en escena… Además, Hayes estaba pasando por una ruptura matrimonial que no le dejaba tiempo a mucho más. “Se puede adivinar, por las canciones que elegí para el disco, que estaba pasando por una época de turbulencias emocionales. Tenía el corazón roto. Me lamentaba continuamente. Era la única manera que tenía de expresarme: gritar mi llanto a través de la música”.
No obstante, eso no implica que la calidad de su obra descendiera en la misma proporción y, a día de hoy, «Black Moses» sigue siendo considerado un disco totalmente válido en el que Hayes hace suyas de forma más que interesante versiones de The Jackson 5 (‘Never can say goodbye’), The Carpenters (‘(They long to be) Close to you’), Curtis Mayfield (‘Need to belong’), Kris Kristofferson (‘Fort he good times’), Aretha Franklin (‘A brand new me’), Luther Ingram (‘Help me love’) o Dionne Warwick (‘I’ll never fall in love again’).
Puede que influido por su nuevo apelativo, su imagen o su túnica, Isaac Hayes (que había entrado en Stax siendo un analfabeto) acabó creyéndose realmente su papel y decidió ese mismo año crear la Fundación Isaac Hayes con la idea de “asistir a la población que no tiene ninguna posibilidad de alcanzar todo su potencial a través de su alfabetización, la concienciación de la importancia de la salud y la educación musical para los niños”. La Fundación se expandió rápidamente por varios Estados y varios países, empezando por Memphis y acabando en Ghana. Fue tal su labor en aquel país africano que, como agradecimiento, Hayes fue coronado Rey de Ada en diciembre de 1992 y, como miembro de la Familia Real de Noyami Mantse le dieron el nombre de Nene Katey Ocansey I, título que ostentaría hasta su muerte en 2008, cuando abrazaba la causa de la Cienciología.
La polémica con la portada de tintes religiosos empezó por su propio autor. El cristiano convencido y devoto Hayes no quiso tener nada que ver con el apodo y su representación, creyendo que se trataba de algo sacrílego. Aun así, poco a poco se fue convenciendo de que la idea había sido acertada y acabó viendo al Moisés Negro como un símbolo del orgullo negro: “Cuando vi la relevancia y el efecto que tuvo, acabé por comprender que no era nada negativo, sino reparador. Era algo que inspiraba confianza. Subió el nivel de la conciencia de los negros en EE.UU. La gente se sentía orgullosa de su color. La gente negra podía por fin levantarse y ser hombres porque ahí estaba el Moisés Negro, él que era el epítome de la masculinidad negra”.
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Anterior entrega de Las mejores portadas del rock: New Order, “Blue monday”.