«El equipo de producción encontró un proveedor en Londres que podía servirles inmediatamente medido millón de bragas de papel de tres colores: blancas, azules o rosas»
El quinto disco de Alice Cooper iba a llevar un diseño rompedor simulando un pupitre, pero como el vinilo se caía, y para evitar males mayores, fue envuelto en unas bragas.
Una sección de XAVIER VALIÑO.
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Concepto: Craig Braun (Sound Packaging Corp.) y Ernie Cefalu (no acreditado).
Diseñadores: Craig Braun y Tom Wilkes (Wilkes & Braun Inc.).
Fotógrafo: Robert Otter (pupitre) y Roger Prignet (banda).
Fecha de edición: junio de 1972.
Discográfica: Warners.
Productor: Bob Ezrin.
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Entre 1969 y finales de 1971, Alice Cooper había publicado cuatro discos. “I’m eighteen” había tenido un éxito relativo, pero nada comparado con lo que estaba por llegar. A mediados del año siguiente publicaría su mayor éxito, un álbum que aupó al grupo a la primera división del rock y que, gracias a ello, además, salvó en última instancia a su diseñador de tener que pagar de su bolsillo… ¡millón y medio de bragas!
La edición de aquel disco no pudo ser más oportuna, en junio de 1972, coincidiendo con el fin del curso escolar. Justo cuando todos los jóvenes norteamericanos y de muchos otros países veían llegar el verano, cuando podían olvidarse por fin del colegio, del instituto, había un disco que además lo celebraba con ellos, al mismo tiempo, poniéndole banda sonora a esa sensación. Cualquiera podría sentir esa excitación si compraba el álbum y entonaba su estribillo más celebrado:
“No más lápices
No más libros
No más profesores de aspecto desagradable
No tenemos clase
No tenemos principios
No tenemos inocencia
No podemos siquiera pensar en una palabra que rime
Las clases se acaban en verano
El colegio se acaba para siempre
La escuela ha volado en pedazos”.
Tanto el título del disco como el diseño partieron de la primera canción de aquel álbum, su single, un desenfrenado y triunfante himno de rebeldía juvenil que acababa con un coro de niños repitiendo su estribillo, un truco del productor Bob Ezrin que repetiría años después en ‘Another brick in the wall’ de Pink Floyd.
Para el diseño del disco, el mánager de la banda, Shep Gordon, llamó a la compañía Sound Packaging Corporation, al frente de la cual se encontraba Craig Braun. La empresa y su responsable tenían fama de hacer portadas nada convencionales para grupos que vendían lo suficiente como para que pudieran costearse una carátula diseñada específicamente y adaptada a su gusto.
Craig Braun había trabajado un año antes en el diseño de «Sticky fingers» para The Rolling Stones, con una portada ideada por Andy Warhol a la que se le podía bajar una auténtica cremallera a una imagen de la parte superior de un pantalón vaquero para descubrir un calzoncillo debajo. Braun presentó cuatro diseños para «School’s out», uno de ellos inspirado por aquella cubierta en la que había participado, con un pupitre completo que se podía levantar y abrir como lo haría uno de verdad.
El diseño del disco fue ideado por Braun junto a Ernie Cefalu, quien entonces trabajaba en Sound Packaging Corporation con la esperanza de convertirse en socio y dirigir la sede de la empresa en Los Ángeles. Cefalu había sido el diseñador del famoso logotipo de la lengua de The Rolling Stones, que luego fue adaptado por John Pasche para ser explotado en infinidad de productos.
Al creer que Braun le engañaba y no le permitiría acceder a sus pretensiones, Cefalu abandonó la empresa y todos los trabajos en los que estaba involucrado, con lo cual no fue acreditado como responsable del diseño en el disco de Alice Cooper. Sin embargo, el grupo tenía bien claro quién era el responsable último del mismo y el valor de su trabajo, así que para las portadas de sus siguientes nueve discos contaron con Cefalu. La compañía que este creó al dejar atrás a Braun, Pacific Eye & Ear, llegaría a ser de las más importantes en los años setenta en Norteamérica en cuanto al diseño de carátulas de discos.
Tras la marcha de Cefalu, Braun siguió adelante con un nuevo socio en Los Ángeles, Tom Wilkes, con el que formó la empresa Wilkes & Braun Inc. Tom Wilkes había sido el director artístico del Festival Monterrey Pop y también del sello A&M Records, además de haber hecho diseños para discos como «Beggar’s banquet» (The Rolling Stones), «All things must pass» (George Harrison) o «Harvest (Neil Young). Esta nueva entente tampoco duró más de seis meses por diferencias entre ellos.
En ese tiempo, pudieron rematar el concepto de «School’s out». El equipo de Braun & Wilkes quiso llevar a cabo aquella idea de la forma más auténtica posible, así que cogieron un pupitre real y grabaron con una navaja en la madera varios símbolos: un corazón, el nombre de la banda y el título del disco, el logotipo de su discográfica, Warner, el número de catálogo y, además, las iniciales de los cinco componentes de la banda, incluyendo algún nombre y apellido. Así quedaron retratados para la posteridad: AC (Alice Cooper, cantante), G.B. (Glen Buxton, guitarra solista), Michael B. (Michael Bruce, guitarra rítmica y teclados), DD (Dennis Dunaway, bajo) y N. Smith (Neal Smith, batería).
Al abrirse, el pupitre revelaba varios objetos en su interior, lo que cualquier adolescente podría tener en él: un tirachinas, una navaja, un lápiz, canicas, una foto del grupo (hecha por Roger Prignet) y un cómic de Lovely Liberace. Además, antes de que el fotógrafo Robert Otter tomase sus imágenes del pupitre, y para dotarle de más realismo, los trabajadores del estudio Sound Packaging le pegaron chicles y metieron sus dedos en sus narices para a continuación restregarlos por él. Aquel pupitre hoy está expuesto en el Hard Rock Café de Berlín.
El diseño para «School’s out» se lo presentaron a Shep Gordon y este quedó encantado, aunque se dieron cuenta de que el disco podría caerse de su atípica funda. Para evitarlo y prevenir también el riesgo de ser demandados por la compañía de discos, pensaron en cubrir el disco con unas bragas. Braun estaba especialmente sensibilizado con la posibilidad de un proceso judicial, ya que lo habían amenazado porque la cremallera del vinilo de «Sticky fingers» de The Rolling Stones les había rallado el vinilo a algunos compradores.
Aunque todos habían previsto que el diseño del pupitre encarecería el precio del álbum, nadie había reparado, ni por asomo, en el problema que traería envolverlo en unas bragas. En un principio, el equipo de producción encontró un proveedor en Londres que podía servirles inmediatamente medido millón de bragas de papel de tres colores: blancas, azules o rosas.
El primer pedido llegaría por avión al aeropuerto John Fitzgerald Kennedy de Nueva York y serviría para vestir la primera edición. Al mismo tiempo, y viendo que era muy posible que existiera una gran demanda del álbum dado el éxito del single, decidieron encargar otro pedido de un millón y medio de bragas que serían fletadas en barco desde el otro lado del Atlántico hasta el puerto de Filadelfia.
A Shep Gordon le venía perfectamente para el plan que había trazado: generar una promoción extra que sirviera para lanzar definitivamente al grupo, que todos los estadounidenses se encontrasen con Alice Cooper en los periódicos una mañana aunque ni siquiera supieran quién era. Un amigo le había hablado de una ley que catalogaba las prendas de papel como inflamables, así que ahí creyó ver un filón.
Gordon telefoneó de forma anónima al Servicio de Aduanas de Filadelfia para informarles del producto que se estaba intentando introducir en los Estados Unidos y que, por si acaso no lo recordaban, unas bragas de papel eran consideradas material inflamable. Sin saber muy bien cuál era el motivo por el que tenían aquella desmedida cantidad de bragas entre sus manos, y para evitar problemas, los responsables de Aduanas hicieron caso a aquella llamada y catalogaron las bragas como “prendas de vestir” inflamables. Por lo tanto, no podían entrar en el país.
El sello discográfico se defendió alegando que el problema estaba en el material de embalaje de las prendas, no en las bragas en sí. Craig Braun llamó a los oficiales de Aduanas explicándoles que se trataba de un artículo promocional. Alice Cooper también intervino para salvar el polémico pedido: “¿Quién va a encender un cigarrillo ahí abajo? Si alguien está tan caliente como para hacerlo, debería usar ropa interior de amianto. ¿No es todo una tontería? ¡Es absurdo!”
A pesar de aquellos esfuerzos, el cargamento quedó «congelado» y empezaron las negociaciones. Finalmente se acordó que las bragas serían llevadas a una planta química para quemarlas. Faltaban escasas dos semanas para el final del curso escolar y para el lanzamiento del álbum, y el equipo responsable del diseño sentía el tictac de las agujas del reloj llegando a su hora límite.
Mientras tanto, el sello Warners había encontrado otro proveedor en México que podía servir el mismo producto en poco tiempo y en condiciones de cumplir toda la normativa estadounidense. Por lo tanto, Craig Braun tenía en sus manos un pedido de millón y medio de bragas que le representaría una importante pérdida financiera si no encontraba una solución.
La primera edición de School’s Out entró en las listas estadounidenses. El éxito convenció a Warners para pagarle el cargamento a Braun y su tratamiento en una planta química. “Menos mal que lo hicieron, porque yo ya había preparado mi respuesta desesperada”, asegura este. “Iba a alquilar un helicóptero y lanzar todas esas bragas por el aparcamiento de las oficinas de Warners”.
Como para abrirlo había que romper las bragas, algo que contribuía a redondear la idea buscada de rebeldía que se desprendía del álbum, una copia sin abrir de este disco con las bragas intactas se cotiza al alza en el mercado de coleccionismo. En España, a la censura franquista no le hizo ninguna gracia lo de envolver el vinilo con una prenda interior, así que se publicó sin ella.
Por muy original que fuese su diseño, lo cierto es que un año antes se había editado un disco de un grupo llamado Hotlegs, cuyos integrantes formarían posteriormente 10cc, con una portada muy similar. El disco llevaba un título representando un concepto parecido, «Thinks: School stinks» (Piensa que la escuela apesta), y al abrir el pupitre se podían encontrar diversos objetos como colillas, galletas rotas, fotos de chicas medio desnudas, calcetines, una zapatilla y una máscara de gas. Lauryn Hill recuperaría la idea en 1998 en su debut The Misseducation of Lauryn Hill.
Años más tarde, cuando en 2011 se editó un recopilatorio de los primeros años de Alice Cooper (1964-1974), la discográfica llamó de nuevo a Ernie Cefalu para que se encargase de su diseño, y este retomó, redefinió y finalizó su vieja idea. «Old School» volvió a presentarse en una caja con los autógrafos tallados en un pupitre por los miembros del grupo, con la excepción de Glen Buxton que había fallecido años antes. A diferencia del original, esta vez no venía envuelta con ninguna prenda de ropa interior, fuese esta inflamable o no.
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Anterior entrega de Las mejores portadas del rock: Bob Dylan, “Bringing it all back home”.