“Herrmann y Hitchcock se pusieron manos a la obra sin avisar al estudio, y lo hicieron cuando la producción estaba ya bastante avanzada”
Alfred Hitchcock y Bernard Herrmann forman una de las parejas más importantes de la historia del cine. El cineasta y el compositor se aliaron en nueve películas, logrando resultados tan brillantes como el de esta cinta, “Con la muerte en los talones”. Por Fernando Fernández.
Una sección de FERNANDO FERNÁNDEZ.
“Con la muerte en los talones” (“North by northwest”)
Música de Bernard Herrmann, 1959
Hace tiempo que no tocábamos alguna banda sonora más clásica en la sección. Y en el terreno de los clásicos, Bernard Herrmann y Alfred Hitchcock son una de esas parejas profesionales que se encuentran grabadas con letras doradas en la historia. Además de trabajar juntos en los proyectos televisivos de Hitchcock, colaboraron en nueve títulos que son auténticos clásicos del cine y de la música de cine. Entre ellos, “Con la muerte en los talones” (1959), un proyecto muy especial que surgió a raíz de una propuesta de uno de los grandes guionistas de Hollywood, Ernest Lehman (“Sonrisas y lágrimas”, “Chantaje en Broadway”). El escritor le ofreció realizar “una película de Hitchcock que acabase con la imagen que el público tenía de Hitchcock”. El resultado es uno de sus thrillers más elegantes, un auténtico éxito de crítica y público. Lo curioso es que ese encuentro entre el guionista y el cineasta fue propiciado por el propio compositor, Bernard Herrmann, amigo personal de ambos, cuando se encontraban trabajando en “El misterio en el barco perdido”, que terminaría dirigiendo Michael Anderson.
Herrmann y Hitchcock se pusieron manos a la obra sin avisar al estudio, y lo hicieron cuando la producción estaba ya bastante avanzada, pero Metro Goldwyn Mayer les permitió continuar cuando se enteraron. El resto ya es historia, una historia que tuvo su premiere mundial en el Festival de San Sebastián.
Una alianza larga
Herrmann ya había colaborado con Hitchcock en cuatro películas anteriormente y ya era el compositor de cámara del director. Tras “Vértigo”, proyecto fallido en su momento, todos necesitaban un cambio de ritmo y estilo, algo en lo que también colaboró el propio compositor. Aquí compone su música de manera completamente diferente a lo que nos mostró en “Vértigo”, evitando las piezas largas y emocionales que fluían con esas preciosas líneas melódicas. En su lugar, busca utilizar el uso de frases cortas que va modulando a lo largo de la partitura sin ningún perjuicio a la clase y calidad de su música.
La partitura cuenta con cuatro temas y un motivo principal. En las secuencias de acción brilla el tema principal, basado en el ritmo y sin ninguna apariencia de línea melódica, creando una intensa agitación gracias al uso de progresiones armónicas cromáticas. El segundo es un elegante tema de amor, que normalmente es muy melódico, pero aquí queda compuesto por la interacción entre la lírica de un oboe y un clarinete que fluyen a través de acordes de apoyo, sin ninguna traza de linea melódica pura como tal. Al igual que la trama de la historia, son piezas de un puzzle que concuerdan entre sí, pero no tienen una linea continua clara… Aunque todas encajan perfectamente.
Además de los temas principales, la utilización de la música que hace Herrmann es magistral. Sucede en el tema de suspense, que refuerza incontables escenas de la película, con esa estructura similar a un ‘Dies Irae’ de ritmo muy rápido, o el tema del protagonista, con esas notas vagas y aparentemente al azar que reflejan la perplejidad interna del personaje encarnado por Cary Grant. También el motivo de intriga, con ese elemento de dos notas recurrentes que ascienden o descienden, dependiendo de lo que necesite la trama.
Desde el comienzo, la organización de todos los elementos es perfecta, con unos títulos de crédito brillantes –creados por Saul Bass– para los que Herrmann construye una pieza completamente modernista. Una de las aperturas más dramáticas, complejas y testimonio del genio de su compositor, capaz de englobar tanto la locura de esas calles caóticas y congestionadas de Nueva York como el suspense y la intriga que nos espera tras ellas. Una de sus escenas más famosas, la del avión fumigador que persigue al protagonista, queda construida sin la necesidad de utilizar música hasta el final. Otro testimonio de la gran habilidad de director y compositor de saber que necesita cada elemento de la historia.
Ediciones discográficas
Esta es una de esas partituras que pueden disfrutarse perfectamente y en múltiples versiones fuera de la película. Además de la existencia de varias ediciones antiguas cortas y regrabaciones, coincidiendo con el aniversario de la cinta y su edición en DVD tuvimos ocasión de poder disfrutar de la música en una edición muy completa de la partitura original. Incluso su edición aniversario en deuvedé permitía disfrutar de un canal de audio con la banda sonora aislada en el deuvedé, todo un regalo para los aficionados. Algunos años más tarde, Varese Sarabande realizó una regrabación moderna de la partitura, dirigida por Joel McNeely, que permite disfrutar de la calidad del sonido actual. Pero este año Intrada ha publicado una impresionante reedición de la partitura original por primera vez en estéreo, con el trabajo en la producción de Lukas Kendall. La calidad de sonido y detalle es excepcional para una música grabada hace ya cincuenta y siete años. Uno de esos cedés esenciales en la colección de cualquier aficionado a la música de cine.
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Anterior entrega de Las grandes B.S.O.: “The artist” (2011), música de Ludovic Bource