“Es de obligado visionado por su maravilloso equilibrio entre épico e intimista, y su banda sonora es una autentica delicia para aquellos que no pueden escaparse de las emociones y las grandes melodías”
En la etapa final de su carrera, John Barry recibió un encargo que le convirtió en histórico: escribir la música de “Bailando con lobos”. Una partitura orquestal, tan épica como íntima, que merece el detallado análisis de Fernando Fernández.
“Bailando con lobos” (“Dances with wolves”)
Música de John Barry, 1990
Una sección de FERNANDO FERNÁNDEZ.
Una de las razones de ser de esta sección es servir de homenaje a las archifamosas bandas sonoras de nuestra vida, pero también llamar la atención sobre otras joyas que pasarían desapercibidas. En el caso de “Bailando con lobos” nos encontramos en un terreno intermedio, en el que unos la celebran como una moderna obra maestra y otros no le prestan demasiada atención por sus manías al compositor y al actor, productor y director Kevin Costner. Pero la cinta y la banda sonora realmente merecen la atención.
“Bailando con lobos” obtuvo doce nominaciones a los Oscar y ganó siete estatuillas, y se convirtió en el western más taquillero de la historia del cine. Es de obligado visionado por su maravilloso equilibrio entre épico e intimista, y su banda sonora es una autentica delicia para aquellos que no pueden escaparse de las emociones y las grandes melodías. John Barry a estas alturas ya era más que una gran figura de la música, y empezaba a entrar en su etapa final, repetitiva y algo falta de inspiración, pero aún le quedaba esta última bala para hacernos disfrutar.
Y eso que no fue el primer compositor con quien habló Costner para la película. Primero se la ofreció al gran Basil Poledouris tras el maravilloso trabajó que realizó en la miniserie “Lonesome Dove”, pero su compromiso previo con John Milius para hacer “Flight of the Intruder” le hizo declinar la oferta. Entonces pensó en John Barry, que leyó el guion y la aceptó inmediatamente. El resto, como se suele decir, es historia.
La partitura de esta cinta es uno de los momentos decisivos en la ilustre carrera del compositor. En ella nos ofrece alguno de sus temas más robustos y musculosos, al mismo tiempo que conserva intactas en sus composiciones sus melodías y timbres de carácter introspectivo. Su tema principal es una de las más hermosas obras maestras compuestas, sin olvidar el famoso tema de John Dunbar, convertido ya en auténtico clásico.
Desde el comienzo de la producción, Costner quería una grandiosa partitura sinfónica para “Bailando con lobos”, para rendir tributo a la desaparición de las grandes llanuras del Oeste. Requería una música de gran alcance que pudiese acompañar semejante escenario, de ahí que pensase en Poledouris, pero su amistad con Milius, con quien tenía un compromiso previo, era tan fuerte que declinó el proyecto. Al final, la película en la que iba a trabajar se retrasó medio año, así que podría haber tenido tiempo para trabajar en las dos, y dejó escapar una de sus mejores oportunidades de poder conquistar un premio de la Academia.
El veterano John Barry que se encontraba en las últimas etapas de su carrera. A finales de la década de los 80 el compositor había comenzado a experimentar una larga serie de enfermedades que lo marginarían en gran medida en los próximos años. Después de ganar su Oscar por “Memorias de África”, sufrió una perforación esofágica, razón por la que dedicó la banda sonora de “Bailando con lobos” a los médicos que le salvaron la vida. Artísticamente, la repetición desvergonzada de su propio estilo estaba comenzando a pasarle peaje en su carrera, lo que provocó que le rechazaran varias partituras en los 90. “Bailando con Lobos” fue su último intento, lo supiera en su momento o no, de poder utilizar sus sencillas melodías en el cine. Si alguna vez hubo un lienzo cinematográfico perfecto para el romanticismo sinfónico del Barry de los años 80, fue esta película.
La música requiere que los críticos desenchufen los lados intelectuales de su cerebro, porque hay mucho en el enfoque sencillo de esta partitura que frustrará a cualquier estudiante de composición. Su insistencia en repetir cada frase de un tema dos veces, utilizando ritmos estáticos y lentos, los instrumentos repitiendo los mismos papeles y sonido en casi todo momento, raramente manipulando o acodando sus ideas melódicas con algún brillo técnico, hacen que una partitura como esta les haga despreciarla. No nos equivoquemos, no se trata de una banda sonora espectacularmente compleja, a pesar de que escribió más temas para esta película de lo que solía hacer para otras producciones. Cada tema se utiliza como un minimovimiento en una sinfonía, rara vez interactuando con otras ideas o evolucionando de tal manera para formar un arco narrativo. Las previsibles progresiones en esos temas nos traen recuerdos de al menos media docena de partituras previas. Pero como mencionaba al principio, si uno se obsesiona lamentandose de estos detalles, se pierde completamente el sentido de lo que es “Bailando con lobos”.
Sigue siendo una banda sonora clásica, según todas las definiciones, debido a su atractivo emocional perfectamente adaptado al contexto de la película y su resonancia armónica en su presentación en álbum, precisamente las características que se querían cuando Barry pudo asumir la tarea. La instrumentación de la partitura incluyó a 95 músico en la orquesta y un coro de 12 miembros para colores ligeramente disonantes durante los momentos de más suspense y ansiedad. Optó por componer la película desde el punto de vista del protagonista (John Dunbar), descartando cualquier idea de grabar o adaptar autentica música Sioux, apegándose a su cómodo enfoque sinfónico a gran escala. A pesar de la notoriedad que se profesa a la majestuosidad orquestal de los temas más grandiosos de la partitura, el compositor demuestra su calidad al tonificar y suavizar sus melodías convirtiéndolas en momentos realmente embriagadores. Su gran activo son los muchos temas que incluye en la banda sonora, independientemente de su incapacidad para entremezclarse o evolucionar significativamente. Se convirtió, por cierto, en la música preferida del Papa Juan Pablo II.
Ediciones discográficas
No importa la versión del álbum que uno decida disfrutar de las tres disponibles, aunque la edición doble de su 25 Aniversario publicada en 2015 es la mejor elección. “Bailando con Lobos” es la joya de la corona de la carrera de John Barry, erigiéndose como una épica, pero a la vez emocional y delicada banda sonora, una influencia tremendamente popular para toda una generación.
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Anterior entrega de Las grandes B.S.O.: “Conan el Bárbaro” (1982), música de Basil Poledouris.