COMBUSTIONES
«Una escritora de poemas espectrales, baladas cósmicas y canciones vestidas para los ritos del amor y la muerte»
Julio Valdeón ensalza Song of the lark and other far memories, la nueva caja de Angel Olsen, en la que la dama del alt country aúna sus dos últimos discos.
Una sección de JULIO VALDEÓN.
La cantautora Angel Olsen ha publicado Song of the lark and other far memories. Una lujosa caja que cose sus dos últimos discos, All mirrors (2019) y Whole new mess (2020), originalmente concebidos para lanzarse en un único lanzamiento. Añade un disco extra, con remezclas y grabaciones alternativas. De especial interés son la suntuosa toma de “Alive and dying (waving, smiling )” y la reinvención, trompeta mediante, de “It’s every season (whole new mess)”, acompañada por Nate Walcott, de Bright Eyes, así como una versión de “More than this” de Roxy Music. La caja también incluye un libro con páginas de un diario y fotografías donde Olsen documenta el proceso de grabación.
Hasta aquí, el fragmento informativo, escrito con la alegría de recrearse en unos detalles que cada vez importan menos, letra pequeña que intenta abocetar el cableado de los discos, inencontrable en la papilla de las plataformas. Por lo demás, la idea de juntar All mirrors y Whole new mess merece haber nacido en los días en los que los discos tenían una intención panorámica, diseñados para ser algo más, mucho más en el mejor de los casos, que contenedores de canciones amontonadas. En el caso que nos ocupa se trata de un trabajo concebido para ser doble, en una versión primera mucho más cruda y, posteriormente, en una recreación suntuosa, con una orquesta de cámara en cinemascope y arreglos carnosos. Dos estrellas gemelas, ha dicho en alguna ocasión la propia Olsen, que apostó por la versión más barroca, dejando para 2020 la publicación de los temas reimaginados en la soledad de una iglesia, apenas armada por la guitarra eléctrica susurrante y temblorosa con la que arpegia sus mejores hallazgos.
Merece muchísimo la pena, como todo lo que Olsen lleva publicado desde que arrancó su carrera como rotunda promesa del alt-country. Escuchándola te sientes, después de tantas decepciones y tantas obras recalentadas, delante de alguien con sus propias ideas, compromisos y acentos. Una artista que recicla los hallazgos del country y el pop sin compromisos con la tradición ni cortesías excesivas con las modas. Una escritora de poemas espectrales, baladas cósmicas y canciones vestidas para los ritos del amor y la muerte. Alguien que canta con un deje ancestral y profundo. Con un aire, también, despreocupado, casi naíf. Sin cargar la suerte en los matices góticos de una voz expansiva ni recrearse en los claroscuros más evidentes.
Lo de Angel Olsen es el parte, clínico y ardiente, de un tiempo confuso. Una farmacopea para el alma que te reconcilia con la música de raíces. Una cantante incontenible, capaz ella sola de conjurar a las más grandes, de asomarse a rincones sombríos y de regresar con una media sonrisa casi despreocupada. Y una caja soberbia que, hasta donde me alcanza, solo ha sido publicada en formato vinilo y en una tirada limitada de tres mil copias. Con lo que al articulista, o sea, a mí, le toca dejarse de posturas luditas y postureo romántico para agradecer que los dos discos fueran publicados en cedé y estén disponibles en Spotify, donde también pueden encontrarse las relecturas de Alive and dying (waving, smiling) y It’s every season (whole new mess). Disfrutenlos.
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Anterior entrega de Combustiones: Al Schmitt, el último leopardo.