«Deseábamos poner toda la carne en el asador para dar un poco de luz y color a una España totalmente deprimente y deprimida».
La edición del elepé «Amor en frío» ha sacado a la luz uno de los tesoros ocultos de la nueva ola de los ochenta: el grupo de chicas Las Chinas. Aunque no hay regreso, sí se han animado a hablar con César Prieto.
Texto: CÉSAR PRIETO.
Parece tiempo suficiente treinta años para que se coloquen las obras artísticas en su lugar correspondiente y para que se intente exponer su legado, aunque sea pequeño. Es lo que sucede con Las Chinas, estalló su momento de gloria hacia el 80 y a partir de entonces han sido quizás más objeto de evocación que de escuchas, de recuerdo evanescente que de consistencia. Quizás hacía falta el vinilo que recupera sus obras junto a media docena de inéditas; escasas obras, un single, una cara B y un par de canciones que aparecieron en un recopilatorio de maquetas. No se espere nada más, porque no hay nada más. Con una actitud que las honra, odian los revivals, “El disco, que por cierto se va a reeditar, se presentó en septiembre y tuvo una gran acogida. Con eso concluye el proyecto, no hay vuelta de Las Chinas en concierto ni hay más temas por sacar”.
De hecho, el disco se ha completado gracias a una carambola mágica del destino, esa maqueta que aporta tres temas parece haberles sido entregada por un ángel. “De las cinco canciones inéditas del disco, tres pertenecen a una maqueta encontrada por casualidad en un cajón desconocido… ni el dueño del cajón, ni nosotras nos acordábamos de que existían, pero milagrosamente aparecieron (mientras buscaba otras cosas) justo cuando empezamos con el disco” –un ángel, lo dicho–, “las otras dos se pudieron rescatar, más como testimonio que otra cosa, de una casete grabada en muy mal estado de sonido durante un concierto en la Sala Carolina”, un concierto que los buenos fans atesoran pero que es impracticable para todo un elepé, de hecho ya se les han hecho propuestas para sacarlo, que amablemente han declinado. Destino: bootleg.
La historia del grupo es sabida, José había formado parte de la Orquesta Futurama y Montse –junto a los hermanos Auseron y Cathy François– estaba integrada en el colectivo Corazones Automáticos, “Éramos un colectivo dedicado a la crítica de discos de la nueva ola y el punk inglés y americano –indica la bajista del grupo–, y escribíamos nuestros artículos en la revista ‘Disco Expréss’. Eso fue antes de la existencia de Radio Futura y Las Chinas”. Buen germen, ahí se apuntaron más tarde Miluca, Luna y –al fin, tras múltiples cambios de batería– Speedy.
Y, apenas los ochenta comenzados, ya perfectamente integradas, logran lo más importante, definir una escena de intercomunicación –“cada uno tenía su propio grupo de relación pero los conciertos, las fiestas y las exposiciones eran el marco donde todo el mundo se encontraba”–. No es esencial, pero en ciertos momentos los trasvases son esenciales, y en este más que esenciales, lo único posible. Extrañamente, van más allá y dan un valor social a toda esa efervescencia, “acabábamos de salir del franquismo y, aunque nuestros gobernantes ya habían pactado el ‘olvido histórico’ nosotros, sin olvidar nada, deseábamos poner toda la carne en el asador para dar un poco de luz y color a una España totalmente deprimente y deprimida”. A posteriori, claro, porque el enganche generacional me da la impresión que fue otro, consiguieron reventar el gris, y el secreto fue no esconderse, la ingenua frase “todos nos teníamos más que vistos”, significa bastante más.
Con respecto a los que supuso esa época, sostienen opiniones cercanas pero encontradas; desde luego, la efervescencia catalizó en modelos de negocio: “supuso la aparición de todo lo que no existía hasta entonces: grupos pop, salas de conciertos, sellos independientes, managers, un montón de músicos…”. Gran parte de ello se quebró, desde luego –ejemplo plecaro fue Pancoca– pero por lo menos consiguieron “no tener que lidiar con las grandes compañías, que como todos sabemos, solo están interesadas en las cifras de ventas”. Musicalmente fue todo más sencillo, “lo mejor fue demostrar que se podía hacer canciones divertidas y buenos conciertos sin necesidad de haber pasado antes por el Conservatorio”.
Y añado yo que otro de los puntales era la llegada si no masiva sí regular de las novedades de fuera, por primera vez. “Cada una tenía sus gustos, unas más de franceses o italianos, más duros o más pop, pero había una base compartida de grupos ingleses y americanos: desde La Velvet y Talking Heads, hasta Clash y Siouxsie”. Extraña lo de “franceses o italianos”, nunca se hubiera imaginado que Las Chinas atendiesen de cantantes galos o latinos.
Modestas como son, tampoco creen en el tópico de haber sido el mejor grupo de chicas, sí el único. Lo que aportaron fue “un cambio de tercio en la sensibilidad artística del momento”, y siguiendo con el mensaje social “otro granito de arena dentro de un país triste y gris”. En todo caso, el elepé que en teoría debía haberle grabado el sello que les editó el single, quedó definitivamente frustrado: “las discográficas cifraban el éxito en el número de ventas. Compartíamos compañía con artistas como Rocío Jurado, así que no había nada que hacer, bastante que editaron el single –señalan conformistas–. Con Hispavox grabamos una maqueta con ’23 de enero’ y ‘Chicos en la calle’, y de ahí no pasó la cosa por la misma razón.”
¿Y el futuro? ¿Cuál hubiera sido? Pues no tienen ni idea, pero apuntan a la pregunta unas quejas que desvirtúan la impresión paradisíaca que han dejado esos años: “Eran tiempos muy difíciles, los equipos de sonido para los conciertos eran una calamidad, y no digamos la mayor parte de los técnicos de sonido. Recuerdo el concierto del Carolina como un auténtico calvario, el sonido iba y venía a su antojo y no nos escuchábamos unas a otras en el escenario. Con ese panorama, demasiadas ganas hay que tener para poder continuar adelante”. Y también parece una extraña antítesis emplear para los delicados discos de Kikí d’Aki la palabra valor: “La única que lo hizo fue Jose con Kikí y echándole mucho valor”. Curiosidad de época, grabó en “Rara Avis, casa de discos de Miluca”.
En todo caso, el futuro que no llegaron a alcanzar, lo han recogido otras bandas. Ante la cita –aleatoria, lo primero que se me pasó por la cabeza– de grupos que las toman como ejemplo –estético y de actitud– parecen mostrarse emocionadas y a la par demuestran haber estado atentas a la evolución del pop. Y conocerlos, claro está. De Undershakers, Nosoträsh o Los Fresones Rebeldes opinan, “tienen canciones que están muy bien y además nos versionan”, cosa que “parece increíble”.
En todo caso, apuntan a un culpable: “Debemos a Juan de Pablos y su ‘Flor de Pasión’ que estos grupos nos conozcan”. Dato importante para los neófitos, Juan de Pablos cada 23 de enero pincha el ’23 de enero’ de Las Chinas, se ha convertido en un rito casi religioso que sus fans esperamos al sintonizarlo ese día. Todo apunta a que Las Chinas no van a llegar a más público, pero siguen siendo tan sinceras y tan encantadoras que los que las queremos ya lo vamos a hacer para siempre.