Lapido elevado a la vigesimoquinta potencia

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«Lapido ha querido celebrar y agradecer estos 25 años a sus seguidores, al rock and roll y, por qué no, a la vida»

 

Semanas después de reeditar su debut en solitario, Ladridos del perro mágico, José Ignacio Lapido ofreció un doble concierto en su Granada natal para brindar por sus 25 años de carrera solista en el mismo escenario en el que recibió un multitudinario homenaje el pasado marzo. Allí estuvo, las dos noches, Javier Gilabert.

José Ignacio Lapido
Teatro CajaGranada, Granada
13 y 14 de diciembre de 2024


Texto: JAVIER GILABERT.
Fotos:
JAVIER MARTÍN RUIZ.

 

Pues aquí estamos otra vez, en otro tiempo pero en el mismo lugar, nueve meses después de aquel homenaje que la música le brindó al maestro José Ignacio Lapido como colofón a la publicación del libro coral El tiempo, lo soñado y lo real (orquestado por Olga Elwes, Fernando Jaén, Arancha Moreno, Jordi Vadell y un servidor). Volvemos al mismo escenario en el que se celebró el tributo Versionando a Lapido el pasado 7 de marzo y que pudo prender la chispa de este doble aniversario del maestro en el CajaGranada. Espero que sepan disculparme la boutade: por aquel entonces Lapido andaba preparando la reedición de Ladridos del perro mágico, su debut en solitario, e imaginamos que esta doble celebración ya estaba en sus planes.

Traigo a estas líneas las palabras con las que Sergio Berbel Leyva abría aquel homenaje, ya para la historia: «Cada uno de los presentes estamos aquí porque tenemos algún tipo de deuda de gratitud con Lapido, un Dios más misericordioso de lo que suelen serlo las deidades en líneas generales». Ya se sabe que 25 años de carrera en solitario no se cumplen todos los días. Y si se trata de un músico de la talla de Lapido, es fácil entender que ambas, deuda y gratitud, son inconmensurables, y eso se nota en el público que llena la sala viernes y sábado consecutivamente para demostrárselo.

Barcelona, Valladolid, Toledo, Madrid, Santander, Málaga, Jaén, Almería… De nuevo, gente de todos los rincones del país acude a la llamada lapidiana. Son viejos conocidos, se —y me— saludan con efusividad. Muchos siguen al Maestro desde siempre, antes incluso de que se decidiera («Si Dylan puede, yo también») a defender sus canciones micrófono en ristre. «Mi mejor regalo de prejubilación», «Lapido se merece un agradecimiento y un homenaje, y este concierto va a ser ambas cosas» o «Un viaje a las canciones de mi vida y un encuentro con «otros como yo»» son algunas de las frases que corroboran lo antedicho y que se escuchan en los diferentes corrillos que se forman en el ambigú mientras esperamos con impaciencia a que se apaguen las luces.

«La banda desgrana lo mejor del repertorio que el granadino ha construido en lo que va de siglo»

Se hace la oscuridad y suenan las primeras notas del “Capricho árabe” de Tárrega, quien, cual muecín llamando a la oración desde el minarete, congrega a la multitud frente al escenario. La banda ocupa sus posiciones y, un minuto después, de riguroso negro y empuñando su ya legendaria Gibson SG, Lapido se coloca en el centro; ataca el arpegio inicial de “Escrito en la ley” y arranca el espectáculo. “No digas que no te avisé”, “Luz de ciudades en llamas”, “Lo que llega y se nos va”… Las canciones se suceden con rabia y precisión gracias al buen hacer de una banda formada por músicos de la talla de Raúl Bernal en los teclados, Jacinto Ríos al bajo, Popi González a los timbales, Víctor Sánchez a la guitarra y el propio José Ignacio dirigiendo la nave.

Lapido, parco en palabras —como es costumbre— agradece al respetable su presencia y su compañía, en esta ocasión y durante el cuarto de siglo que tiene ya Ladridos del perro mágico, el siguiente tema en sonar. «Hace 25 años de tantas cosas que sería difícil conmemorar todas», comenta en un tono no exento de nostalgia. Tras él, “Cuando las palabras vuelvan del exilio”, con una suculenta anécdota gastronómica, muestra inequívoca del finísimo sentido del humor del que hace gala nuestro protagonista. La banda continúa lanzada y desgrana tema a tema lo mejor del repertorio —hay quien lo llama universo— que el granadino ha construido con precisión de orfebre en lo que va de siglo y atesorado en nueve discos, y del que en estas dos «veladas especiales», como las calificó José Ignacio, ha extraído una treintena larga de piezas —cabe destacar que, aunque con una estructura similar, el setlist no fue exactamente el mismo las dos noches, pues el viernes sonaron “Nuestro trabajo”, “Malos pensamientos”, “La ciudad que nunca existió” y “De cuando no había nacido” y el sábado, en lugar de estas, “Roto”, “No queda nadie en la ciudad”, “La hora de los lamentos” y “El más allá”—.

El recorrido por su discografía es completo y ecléctico. No hay elepé del que no suene al menos un tema, aunque los que más peso tienen en sendos shows son Ladridos del perro mágico —como es lógico, dadas las circunstancias—, En otro tiempo, en otro lugar y A primera sangre. Un viaje musical con momentos de emocionante calma, como cuando interpreta “Al azar” o “Algo me aleja de ti”, y de furiosa intensidad y crudo rock and roll, y que lleva al público casi al éxtasis mientras corea clásicos imprescindibles en su repertorio como “Cuando el ángel decida volver” o “En el ángulo muerto”, “Lo creas o no” o “Espejismo nº 8”, el único guiño a los Cero que hubo en sendos conciertos.

«Un viaje musical con momentos de emocionante calma y de furiosa intensidad que lleva al público casi al éxtasis»

En resumen, casi dos horas y media de doble ceremonia con un Lapido en auténtica comunión con sus fieles, secundado a la perfección por la banda que lleva acompañándolo ya dos décadas —en el caso de Popi, Raúl y Víctor, y desde la época de los 091, aunque con un largo paréntesis temporal en medio, el bajista Jacinto—, en las que el poeta eléctrico ha querido celebrar y agradecer a sus seguidores, al rock and roll y, por qué no, a la vida, estos 25 años.

Parafraseando esta vez a mi compañera Arancha Moreno, en el artículo sobre la reedición de Ladridos del perro mágico, allí sonó su música una vez más, pero como ninguna otra. Lo digo con convicción y con conocimiento de causa, después de haberlo visto tocar durante 25 años. Y los que quedan. Ya lo dijo el propio José Ignacio al finalizar el segundo de los conciertos: «Os espero en la celebración del 50 aniversario». Sin duda, después de semejante despliegue de energía y buen hacer, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que tanto él como sus canciones han resistido bien el paso del tiempo y que —visto lo visto— este no ha restado un ápice de potencia al músico granadino: más bien al contrario. Felicidades, Maestro, y a por muchos años y mucha música más.

 

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