TREINTA ANIVERSARIO
«Lo suyo no era captar a un público efímero ni ser la próxima gran cosa»
Hasta el quinto álbum de estudio de James regresa esta vez Fernando Ballesteros. Inspirado tras una gira acústica con Neil Young, en él Brian Eno hizo las veces de productor y terminó alzándose como la mejor colección de canciones de la banda de Tim Booth.
James
Laid
FONTANA RECORDS, 1993
Texto: FERNANDO BALLESTEROS.
¿Han sido James una banda infravalorada? No sé si la mejor manera de comenzar un texto sobre ellos es lanzar una pregunta de esas que no tienen respuesta y que nos podría llevar al terreno de las divagaciones. Pero lo he escuchado tantas veces que me apetecía teorizar al respecto: estoy convencido de que esa creencia tan extendida sobre la que he comenzado preguntando, se sustenta en el hecho de que los de Tim Booth nunca han sido los elegidos. Cuando surgieron estaban los Smiths y las comparaciones con ellos fueron inevitables, y entiendo que hasta molestas. Pero los de Morrissey se fueron pronto y había un trono vacío ¿Serían ellos los afortunados?
La respuesta es que no, porque entonces apareció una serie de grupos en su misma ciudad que lo revolucionaron todo. Estaban los Stone Roses, los Happy Mondays, las pistas de baile y su cultura fundiéndose con el pop… y a James les tocó seguir en un segundo plano. No estaban en la línea de sucesión. Dicho esto, su carrera siempre ha gozado de un gran reconocimiento. La crítica y el público han estado de su lado y esa historia se me antoja demasiado exitosa como para considerar a James un grupo infravalorado.
Y tras una pregunta quizá improcedente, una afirmación rotunda: Laid, su disco de 1993 es, sin duda su mejor obra. En plena euforia Madchester, habían lanzado Gold mother, su tercer disco que recordamos por sus certeros singles y, dos más tarde, en 1992, veía la luz Seven, que subía un punto la apuesta con canciones sublimes como “Born of frustration” o “Ring the bells”. Seguían en forma, es posible que las portadas siguiesen siendo para otros. Manchester dormía la resaca esperando el segundo advenimiento de los Stone Roses y emergía el britpop. Siempre había alguien para portar una corona que se le iba a negar a ellos.
Neil Young y Brian Eno: dos ilustres que se cruzaron en su camino
Y este era el momento de encarar la grabación de su quinto disco largo. Tim, junto al bajista Jim Glennie, el guitarrista Larry Gott, el batería David Baynton-Power y el violinista Saul Davie, se pusieron manos a la obra. Venían de una gira acústica con Neil Young que, probablemente, marcó el tono de la grabación. Y si la cosa va de nombres ilustres, habrá que sacar a la palestra y meter en la ecuación de este disco a Brian Eno, a la postre su productor.
La presencia de Eno era un viejo deseo de los chicos de James. Tim ya había probado suerte en su primer elepé, pero entonces estaba demasiado ocupado para decir “sí”. Unos años más tarde volvieron a intentarlo e hicieron diana. A Brian le gustó lo que le mandaron, su esposa era fan de la banda y el resto es historia. A comienzos del año 93 estaba con el grupo en el local de ensayo y en febrero comenzaron las sesiones de grabación. Fueron seis semanas intensas, mucho menos tiempo que el que habían invertido en su anterior disco. Se trataba de captar el espíritu, la energía y la espontaneidad que había en el ambiente, y también de aprovechar el trabajo con un hombre ocupado y con el tiempo muy limitado. Fueron cuatro días a la semana a todo ritmo, en las que el ingeniero Benedict Fenner, hombre de confianza de Eno, se encargó de la mayor parte de la grabación.
Escuchados los temas de Laid, no es de extrañar que convencieran al productor. Había muy buen material allí. Algunas eran ideas embrionarias que tomaron forma en el estudio. En cualquier caso, el trabajo fue fructífero porque terminaron dándole forma a su mejor colección de canciones. Su sonido, más allá de las aportaciones del maestro, seguía siendo, esencialmente pop y folk, y el propio Tim ha reconocido en alguna ocasión que estaba bastante influido por la gira acústica que habían hecho con Young. El estar desnudos ante la audiencia, les hizo llegar a canciones que aquí se presentan bastante parcas en arreglos. Sencillez es una palabra que define con bastante fidelidad lo que se escucha en Laid. Uno se deja atrapar por la bella calma de la inicial “Out to get you” y ya tiene claro que James no iban a tratar de subirse jamás a ningún tren en marcha. Lo suyo no era captar a un público efímero ni ser la próxima gran cosa. Con “Sometimes” demuestran que son capaces de escribir singles redondos y que Tim es capaz de controlar la épica para que el oyente no corra el riesgo de caer en la indigestión, y “Dream thrum”, con esos coros que conquistan, les vuelve a conducir a la senda de la tranquilidad que domina el álbum.
Es imposible resistirse a la bonita lentitud de “One of the three” o no corear las pegadizas “Say something” o “Five-O”. La primera parte del disco es intachable. Puede que la atmosférica “P.S” baje un escalón el nivel, pero es solo una cuestión de gustos, en el conjunto de la obra cuadra a la perfección antes de la irrupción de “Everybody knows”. Algo parecido ocurre con “Knuckle too far”, antesala de “Low low low”, otro de esos números con marchamo de clásico en su catálogo y de la canción que da título al disco, que llega haciendo méritos para ser uno de los mejores temas que han escrito en su larga carrera. Uno de esos que valen por toda una obra. El cuerpo pide relax y Laid te lo da con “Lullaby”. Toca despedirse con las atmósferas de “Skindiving” en la que el oyente intuye la mano del reputado productor. Estamos ante un elepé sobresaliente que emerge orgulloso entre guitarras acústicas, falsetes, estribillos gloriosos y algún acelerón que rompe la tranquilidad imperante. Lo mejor que habían grabado, una cima difícil de superar.
Su disco más trabajado y el más sencillo. Más difícil todavía
Todo suena controlado en el quinto disco de James, que se mueve en la dialéctica de estar meticulosamente trabajado por el grupo junto a Brian Eno, con quien iniciarían una simbiótica relación y, a la vez, aparecer como una grabación en la que llama la atención la ausencia de artificios; y eso, créanme, es un logro muy complicado. La crítica y el público supo valorarlo cuando por fin vio la luz en el Reino Unido, el 27 de septiembre. Grandes como eran ya en su tierra, ahora se trataba de dar el salto a Estados Unidos, algo que lograron, a su manera, a base de giras, como teloneros de Duran Duran y como cabezas de cartel ya a comienzos de 1994. Y algo consiguieron. Obviamente, se quedaron muy lejos del número tres alcanzado en las islas, pero el elepé y “Sometimes”, el sencillo, se metieron en la lista de Billboard y despacharon cientos de miles de copias en Estados Unidos de un disco que se convertiría en su tercer oro consecutivo en casa. Básicamente, enumero sus logros comerciales para intentar colocar las cosas en su sitio y contestar a la pregunta inicial.
Siendo esta la cumbre del grupo, conviene no olvidar que nunca han grabado un mal disco. En 2001, Tim abandonaba el grupo de su vida y se dedicó a probar otras manifestaciones artísticas. Hasta que volvieron en 2007, de hecho, emprendió una carrera como actor que le llevó a Hollywood donde apareció como secundario en Batman begins. Volver con el grupo no debió de ser para ellos una decisión sencilla de tomar. Nunca han sido de los que aprovechan el tiro para sacar un beneficio fácil.
No quiero sonar idealista pero un grupo que le ha dicho “no” en varias ocasiones a los atajos hacia el éxito, no suele tener esa forma de hacer las cosas. El propio Booth declaraba hace unos años que «un día vi un concierto de Springsteen con la E Street Band tras quince años separados y entendí que era posible hacerlo con integridad y dignidad, y pensé que nosotros también íbamos a ser capaces de hacerlo». Y así fue.
He vuelto a escuchar el disco, he repasado alguna grabación más y ahora, mi respuesta negativa a la quizá improcedente pregunta inicial, ya admite matices. Creo que los méritos de James han sido mucho mayores que los de varios compañeros de generación que han alcanzado un más destacado estatus, pero lo que sí que tengo claro es que cuando Tim se sube al escenario en 2023 ante miles de espectadores o cuando completa una gira con todo el papel vendido, eso no está en su cabeza. Lo que disfrutan James, cuarenta años después, es la vigencia de una propuesta que llegó al gran público y que ahí se ha quedado. Porque lo suyo no era formar parte de ningún movimiento efímero, sino una carrera de largo recorrido. Y bien que la estamos disfrutando.
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Anterior entrega de 30º Aniversario: Where you been (1993), la espléndida respuesta de Dinosaur Jr.