“Tampoco consiguió el aplauso masivo del público al desprender desde lejos un tufo a versión egocéntrica y edulcorada de la historia”
Se cumplen cuarenta años de “The great rock and roll swindle», el mítico film de los Sex Pistols ideado por Malcolm McLaren y dirigida por Julien Temple. Sara Morales recuerda cómo se gestó el proyecto y las vicisitudes del rodaje.
Texto: SARA MORALES.
Hacía unos meses que Johnny Rotten había abandonado el barco. Él, que capitaneó a los Sex Pistols desde 1975 por las truculentas aguas del punk británico, tiraba la toalla hastiado de las insolencias y los abusos de su díscolo manager dejando en sus manos, totalmente huérfanos y desamparados, a un perdidísimo Sid Vicious y a unos Steve Jones y Paul Cook que todavía confiaban. Con aquella marcha capital, la banda no tuvo más remedio que anunciar pública y oficialmente su disolución en enero de 1978; sin embargo, el resabiado e histriónico instinto de Malcolm McLaren se resistía a ver morir a su gallina de los huevos de oro y comenzó a maquinar un último plan para evitar el indeseado y definitivo adiós: una película.
La cinta de Malcolm
La estrategia ideada por McLaren se centró en la grabación de un film que relatase la historia de los Sex Pistols, su nacimiento, su ascenso y su ruptura. Una película guionizada y narrada por él mismo, que contara con la presencia real de los protagonistas como parte fundamental del reparto y que fuera comercializada por todo lo alto a ambas orillas del Atlántico. Un último proyecto publicitario con el que continuar sacando tajada, para el que finalmente contó con la dirección de Julien Temple, la mano distribuidora de Virgin Films y el beneplácito y participación de los tres miembros restantes del ya disuelto grupo, al frente de roles reales pero con nombres ficticios: Sid Vicious en el papel de ‘The Gimmick’, Steve Jones en el de ‘The Crook’ y Paul Cook como ‘The Tea-Maker’. La gran obra cinematográfica se llamaría «The great rock ‘n’ roll swindle».
A modo de falso documental, el film fue rodado en varias localizaciones durante el año 1978; una época complicada por el estado de degradación en el que ya se encontraba Vicious, que no se presentó en el aeropuerto el día que partían a Río de Janeiro para comenzar la grabación.
Dos meses estuvieron Jones y Cook en Brasil, supeditados una vez más a las órdenes del insufrible manager y su brillante idea, filmando escenas junto a Ronnie Biggs (el legendario ladrón del tren de Glasgow) a quien McLaren quería como fuera en su película. Con él, además, grabaron algunos temas del soundtrack del film, destacando por encima de todos ellos aquel ‘No one is innocent’ en el que Biggs participa con su voz.
Tirando de Sid
Aunque la idea siempre fue que Sid Vicious se incorporara al rodaje en Río de Janeiro, una vez saliera del hospital londinense en el que andaba ingresado tras uno de sus múltiples intentos por rehabilitarse, la cosa no resultó del todo así. Cuando el irreverente bajista logró escapar de las batas blancas dispensadoras de metadona, cogió a su querida Nancy Spungen de la mano y volaron juntos hasta Nueva York para continuar la fiesta.
La furia de McLaren ante la posibilidad de ver su proyecto irse al garete por la constante insubordinación de Vicious le llevó a mandarle un billete de avión por correo a los bajos fondos de Manhattan, para que volara inmediatamente a París donde le esperaban para reengancharse al rodaje. Esta vez sí obedeció.
De aquellos días en la ciudad del Sena salieron las míticas grabaciones del ‘My way’ de Frank Sinatra versionada por Sid Vicious, uno de los momentos estelares de la película, y unos cuantos temas más que nacieron de su amistad con la banda de punks franceses Asphalt Jungle. Junto a ellos se pasó los ratos libres, entre escena y escena, trasteando en estudios y garitos reconvirtiendo al punk canciones míticas del rock and roll de los cincuenta, como esa inolvidable y provocadora cover del ‘Something else’ original de Eddie Cochran.
Conato de vuelta y adiós
Con las localizaciones y secuencias de exteriores ya registradas, el equipo volvió a Londres a finales de mayo de aquel 1978. En su ciudad natal terminaron de grabar la película y los temas que faltaban para completar la banda sonora. Los tres Sex Pistols se volcaron en la composición de las canciones que rematarían el ambicioso tránsito de McLaren por el séptimo arte, saliendo de aquellas últimas semanas de esfuerzo y trabajo los temas ‘Lonely boy’, ‘Silly thing’ y el que daría nombre al film, ‘The great rock ‘n’ roll swindle’.
Los planes parecían marchar bien. El entonces trío se encontraba en un buen momento creativo y, para colmo, contaban con la colaboración de Eddie Tudor-Pole para poner voz a canciones referenciales del soundtrack como ‘Who killed Bambi?’, en lo que McLaren atisbó como una posible reunión de la banda con nuevo cantante.
Pero cuando el mánager ya se frotaba las manos por el futuro que había comenzado a diseñar de nuevo para los chicos, llegó la demanda de Johnny Rotten que, inmerso ya en su carrera unilateral al frente de PiL, obligó a McLaren a pasar por los tribunales al haber utilizado su imagen en la película sin su consentimiento. Esta solo aparecía en secuencias de archivo como un personaje animado, pero Rotten (en ese momento ya dándose a conocer como John Lydon) no lo dejó pasar. Además, aconsejó a sus excompañeros y todavía amigos que se sumaran a la demanda contra McLaren, ya que este les estaba birlando importantes sumas de dinero que les correspondían para financiar su capricho, la dichosa película.
Al final «The great rock ‘n’ roll swindle» vio la luz en 1980, pero nunca logró dar la vuelta al mundo como había dispuesto su ideólogo en su planing mental. Tampoco consiguió el aplauso masivo del público al desprender desde lejos un tufo a versión egocéntrica y edulcorada de la historia, en la que él mismo se cuelga las medallas del éxito de los Sex Pistols a los que reconoce como mera herramienta comercial para su propio beneficio. Ni supuso el regreso de la banda con o sin nuevo frontman. De hecho, ni siquiera le dio tiempo a Sid a verla estrenada, pues se marchó para siempre un año antes del lanzamiento, en uno de sus viajes por la heroína. Ya sabemos, «a su manera».