“Parafraseando al poeta, se podría decir: ‘De todas las historias del rock español / sin duda la más triste es la de Barón Rojo /porque termina mal’”, así comienza el artículo que Diego A. Manrique ha escrito en “El País” tras ver el documental de Javier Paniagua y José San Cristóbal “Barón rojo: la película”, y leer el libro de Mariano Muniesa “Barón Rojo”.
Paniagua, fan de Barón Rojo, “decidió pegarse a la banda” cuando se anunció la reunión de la formación original. “Y descubrió que, como antes, había dos parejas enfrentadas … Entre ambos sectores se cruzaron maldades pero la realidad era testaruda: Sherpa y Hermes no triunfaron fuera de la banda; los hermanos Castro pilotaban un Barón Rojo de visibilidad decreciente”.
“Ellos no vetaron nada pero pronto vimos que había una tensión dramática, como una película de suspense. Rara vez estaban juntos, fuera del local de ensayo o el recinto del concierto. No confraternizaban. El conflicto se traduce en miradas, en silencios”, explican los realizadores.
La historia de Barón Rojo pudo ser otra. Grabaron “su segundo álbum, ‘Volumen brutal’, en doble versión: castellano e inglés; querían entrar en el mercado internacional. No fueron ‘número uno en Inglaterra’, una leyenda urbana sustentada en un fotomontaje realizado por el Departamento de Promoción de su discográfica. A pesar de esa ocurrencia, coinciden todos los recuerdos: Zafiro fue la peor compañía posible para el cuarteto.”
En la película, “Se palpa el deseo —por parte de Sherpa y Calabria— de que aquello se prolongue. Al lado, unos Castro reticentes, que sigilosamente están preparando su siguiente disco sin ellos, una versión en español de Tommy. El desenlace resulta melancólico. Sherpa vuelve a tocar en acústico por pubs. Hermes palpa la crisis en su tienda de instrumentos y sigue dando clases de batería.”
Desde aquí puedes acceder al artículo de Diego A. Manrique “Derribados por fuego amigo”.