“La Reina Pez”, de Vega

Autor:

DISCOS

“Canciones imaginativas, serenas, ancladas en una tradición, pero moldeadas con alma y carácter”

 

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Vega
“La Reina Pez”
SUBTERFUG/LA MADRIGUERA

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Vega es una “rara avis” dentro del pop español. Proveniente de un concurso televisivo de masas y con ventas más que aceptables en sus primeros discos, prefiere fundar su propio sello y aliarse con discográficas pequeñas, pero que cuiden a sus artistas; en ocasiones se eleva a gran dama de la canción, pero no le hace ascos a experimentar con sonido y texturas; tiene nominaciones a los Grammy, pero prefiere la cercanía y el susurro…

El caso es que “La reina pez”, su séptimo álbum de estudio, se graba en Berlín, donde grabaron también Bowie o Nick Cave, pero —en una nueva contraposición— tiene sabor íntimo, a tierra y a agua como fondo general, y sobre estos cimientos construye canciones de rock clásico y que en ocasiones recuerdan a grandes señoras de la música italiana —de Mina a Gianna Nannini, su disco anterior fue de versiones transalpinas—, e incluso a nuestra Luz. Ya desde ese principio de ‘Sombras’ el rock se cuela, y da el patrón de guitarras y batería que recorrerá gran parte del disco.

Pero el segundo corte gira rotundo el timón —es un disco con el mismo aroma, pero variado— y nos enfrenta a ‘Después de ti’, un baladón de coros evanescentes y fondo instrumental obsesivo en que la voz de Vega empieza a darlo todo. Preparado el disco entonces para llegar a la primera cima, en la que la cantante se revela como esa gran dama que decimos que va apuntando: bien templada, trasmite, canta en parte en gallego con Xosé Manuel Budiño y se busca a sí misma y al desamor. Una densidad emocional que también se adivina en ‘Peces’ o el fascinante crescendo de la que da título al disco, a la que le sientan como un guante esas trompetas finales.

Hay otras direcciones. En las más ligeras encontramos ‘Sally’, un retrato en el que arrastra el tema a la manera de los 80, como Joan Jett o Pat Benatar, incluso Blondie, o ‘Puedes ser ‘, con su estribillo abierto y luminoso. Entre las delicadas, la perfecta interpretación country de ‘When Mary comes’, que en esencia resulta ser una melancólica nana dedicada a su sobrina y el valsecito trágico que es ‘Buitres’, con una letra —como muchas del disco— llena de símbolos patentes pero que no deja la sugerencia, enfrentada a otras mucho más convencionales. En todo caso Vega ha dado a luz un disco en el que se abre y da lo mejor de sí: canciones imaginativas, serenas, ancladas en una tradición, pero moldeadas con alma y carácter.

Anterior crítica de discos: “God’s favorite customer”, de Father John Misty.

 

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