«Nos reconforta la idea de tener independencia y el mayor control posible de la imagen que proyectamos»
El quinteto valenciano, que con su álbum de debut en 2018 se convertía en una de las revelaciones del año, hace unas semanas lanzaban su segundo largo. Un esperado nuevo trabajo que los termina de posicionar en la escena como referentes de las hordas post punk, de la vertiente más sofisticada de la nueva ola y de la valentía experimentando. César Campoy habla con ellos.
Texto: CÉSAR CAMPOY
Fotos: NACHO ERRANDO.
Los valencianos juegan en una liga aparte. Aran una senda propia que, pese a beber, indudablemente, de sonidos y filosofías ya frecuentadas hace décadas, y que merodean en torno a ese universo post punk y nuevaolero tan cautivador y llamativo, ha sido capaz de armar un proyecto intransferible, personalísimo y consolidado, no solo a partir de unas melodías atrayentes e hipnóticas, sino también merced a una imagen e iconografía cuidada, tan sobria como subyugante. En 2017 hicieron saltar los resortes de los ritmos independientes con un magno epé, Un atasco (Sonido Muchacho). Poco había de artificial en él, porque su honesta coherencia partía de la fiel adscripción de sus miembros, Diego Escriche, Patricia Ferragud, Salvador Frasquet, María Gea y Miguel J. Carmona, a la escena underground local, para mayor gloria del colectivo Orxata Negra y ese templo llamado La Residencia.
Tan solo unos meses después, veía la luz Desorden (Sonido Muchacho, 2018), un elepé que puso, definitivamente, a La Plata en el mapa; que figuró en muchas de las listas del momento y que sirvió para que pasearan su afilado directo por decenas de escenarios. Cuatro años más tarde, y tras una actividad frenética, el grupo vuelve a deslumbrar con Acción directa (Sonido Muchacho), su nuevo larga duración que promete mantener el pabellón alto, muy alto, no solo en lo musical, sino también en lo textual. Para ponernos al día y celebrar este feliz matrimonio entre guitarras y sintetizadores, charlamos con Patricia y Diego.
Han pasado cuatro años desde vuestro estreno en largo. Teniendo en cuenta la importancia que vuelven a jugar, muchas décadas después, los sencillos, hay quien afirma que el concepto elepé, de nuevo, parece dejar de tener sentido. ¿Qué opináis?
Personalmente nos gusta escuchar álbumes musicales y no hemos dejado de hacerlo. Y, sencillamente, porque nos gusta y mientras tengamos el apoyo de un sello discográfico –como en este caso, Sonido Muchacho– que nos facilite poder presentar nuestro trabajo de esta manera, seguiremos haciéndolo sin pensar en si para otra gente tiene o no sentido. Por otro lado, el formato elepé nos interesa especialmente porque requiere tiempo de escucha. A veces supone parar y prestar un poco de atención para poder apreciarlo en conjunto y entender su narrativa y su concepto, o qué atmósfera crea o cómo se relacionan las diferentes partes entre sí.
Habéis ido publicando, desde hace varios meses, diversos temas, a modo de sencillos (“Victoria”, “Aire nuevo”, “Hacia el vacío”), que avanzaban la llegada de este Acción directa. ¿En qué creéis que beneficia y perjudica al creador esta suerte de fugacidad del arte, tan exagerada hoy en día, que le invita a brindar material continuamente?
Por un lado, el hecho de que gracias a internet podamos compartir sencillos que no forman parte de toda una propuesta conceptual que las acompañe es, en un plano ideal, una oportunidad necesaria para todas las personas que, o bien no tienen recursos para presentar su música de otra forma, o difícilmente accederían a los medios tradicionales de comunicación, o buscan rebajar esa seriedad que acompaña a un proyecto en el que manda la inversión de capital, o buscan la experimentación y el aprendizaje que solo pueden ocurrir al margen de la industria… Pero, por otro lado, no podemos olvidar que los canales por los que circulan las canciones que compartimos están controlados por empresas, y por eso esta fugacidad del arte que mencionas tiene sobre todo una relación muy estrecha con las dinámicas de mercado, el marketing, la publicidad… En nuestra opinión, unas canciones se posicionan sobre otras principalmente por principios económicos y no, por ejemplo, por el conocimiento compartido que generan. Y esto perjudica a la idea utópica de la democratización del arte que traía internet y a que la producción musical sea cada vez más parecida a una fábrica de mercancía.
Tras haber trabajado, en el estudio, con gente como Dani Cardona o Carlos Hernández, en esta ocasión repetís, en la producción, con Hans Krüger (Montreal Studios), con quien ya colaborasteis en el epé 01 03 2019, donde rendíais tributo a Décima Víctima. ¿Qué os aporta?
Hans tiene una colección muy extensa de sintetizadores y conocimiento de síntesis para sacarles partido. También sabe sacar un sonido muy fiel a lo que tenemos en mente y lo que necesitamos.
Entiendo que habéis acumulado más experiencia, en comparación con aquellas primeras grabaciones, y que este disco también se ha gestado con la banda consolidada y con más tiempo para su elaboración. ¿Cómo ha sido ese proceso?
Con este disco hemos compuesto por primera vez con ordenador y a través de demos que grabamos en el local. Esto nos ha permitido pensar cada instrumento con detenimiento o cortar y pegar partes grabadas para poder probar diferentes estructuras.
«Teníamos la intención de hablar sobre situaciones de injusticia social»
Hay una progresiva complicación en algunas estructuras. Me refiero a temas como “Hacia el vacío”, “Sigue caminando” o “Entre esta luz” que, no obstante, siguen conviviendo con pildorazos más directos. ¿Cabe esperar una evolución hacia elementos más enrevesados en La Plata?
Teníamos ganas de presentar un trabajo sólido, pero dejando cierto espacio donde probar algo nuevo, algo más cercano a unas influencias musicales que quizás tienen un valor comercial menor. También nos apetecía jugar más a la hora de componer y combinar referencias muy diversas. Nos llama este juego entre lo comercial y lo anticomercial. Sobre todo nos interesa hacer pop entendiéndolo como un medio capaz de lograr un alcance y un impacto estético y social muy amplio, pero sin ser totalmente fieles a un estilo y en cierta medida tratando de “romperlo”.
Hablemos de las letras. En este disco conviven sensaciones apocalípticas con otras de rara esperanza. Imagino que, para un grupo como La Plata, tan cuidadoso con sus textos a la hora de retratar, de manera tan peculiar, la realidad que le rodea, estos tiempos que nos han tocado vivir son todo un filón, ¿no?
Las canciones de este disco las compusimos pocos meses antes de vivir la pandemia, por lo que no éramos conscientes de lo que serían las consecuencias de esta situación a nivel global. Pero sí teníamos la intención de hablar sobre situaciones de injusticia social que, de hecho, la pandemia ha intensificado y puesto más aún en evidencia. Las letras hablan de una forma de enfrentarse al mundo desde la crítica política y desde la idea de comunidad dentro de un horizonte de cambio, y sí que en general hemos tratado de hacer música que transmita fuerza y esperanza.
Evidentemente, es ley de vida, pero, de la misma manera que La Plata nace a partir de unos referentes sonoros y visuales, ¿sois conscientes de que ahora os ha tocado a vosotros convertiros en, si no faro, sí avanzadilla de un movimiento musical concreto?
Sí. Las corrientes van y vienen, e igual que en su momento nos fijamos en artistas que ya estaban haciendo música alternativa cuando empezamos con La Plata, ahora son personas más jóvenes quienes que se fijan en nuestra música.
Gracias a vosotros, Valencia ha vuelto a aparecer en el mapa musical estatal, y lo ha hecho, sobre todo, a partir de una nueva generación guiada, en gran manera, por los sonidos post punk y post new wave. Pocos años antes surgió gente como Antiguo Régimen, y a vosotros os siguen apuestas como Mausoleo o Margarita Quebrada. ¿Por qué esa pasión por este tipo de ritmo en estas tierras? ¿De dónde viene? Es algo que ya cuajó en los ochenta del siglo pasado.
Quizás nuestras canciones sean más “radiofórmula” y por eso han podido darse más a conocer a nivel nacional, pero la realidad es que Valencia lleva muchos años siendo una ciudad que favorece la creación infinita de nuevas bandas y proyectos musicales. Y esto ha sido, en muy gran medida, gracias a los espacios autogestionados y a la voluntad de personas que desinteresadamente, y desde una ética anticomercial, cuidan de este entorno y esta comunidad que va creciendo y cohesionándose. Por otro lado, el hecho de que dé la sensación de que los géneros musicales que de aquí surgen son similares tiene mucho que ver con esta cercanía que nos hace influenciarnos mutuamente. Porque gracias a estos espacios independientes, como digo, se generan comunidades que comparten o descubren intereses comunes. Pero la ciudad es mucho más diversa y hay tantos proyectos de post punk como de electrónica, ambient, hardcore, pop, hyperpop, performance, experimental, etc., etc.
«La fugacidad del arte tiene una relación muy estrecha con las dinámicas de mercado, el marketing, la publicidad»
Hablando del aspecto visual. Qué crucial es en el devenir de un grupo, y qué descuidado se tenía, por parte de muchísimas bandas, hasta hace unos años. En vuestro caso, tanto vuestra imagen como el diseño que os rodea (carpetas, logotipos) es esencial. Ahí María juega un papel elemental. ¿Qué importancia le dais, en comparación con el aspecto sonoro, a la hora de definir la filosofía de La Plata?
María, desde su experiencia como diseñadora gráfica, nos ha enseñado mucho a entender el concepto de identidad de una banda y a pensar La Plata como un proyecto total. Por eso, sonido, diseño e imagen, vídeos, tratamiento de las redes sociales, entrevistas… son elementos que intencionadamente buscamos que nos describan. Nos gusta dirigir, en la medida de lo posible, la manera en la que mostramos nuestro proyecto y cuidar todas estas partes; porque al final son las herramientas que tenemos para comunicar lo que queremos contar. Y, muchas veces, enfrentarnos a nuevos formatos o elementos, más allá de lo musical, es un reto y también una frustración, porque somos cinco personas que casi no hacemos uso en nuestro día a día de las redes sociales y realmente lo único que nos importa es dedicarnos a componer y tocar. Pero al final nos reconforta la idea de tener independencia y sobre todo el mayor control posible de la imagen que proyectamos.
¿Cómo van esos proyectos paralelos, como Luz Verdadera (entre Diego y Patricia)?
Seguimos haciendo conciertos, pero en este momento no tenemos mucho tiempo para dedicarnos a la composición. Algo similar pasa con Alfa Estilo (María y Diego), Podium (Salva y Carmona) y también con La Plata. La necesidad de destinar la mayor parte de nuestro tiempo y energía al trabajo remunerado, y a la búsqueda de ese trabajo, dificulta mucho que podamos llevar a cabo actividades relacionadas con la creación musical.
Diego, uno de tus últimos proyectos como productor, faceta que siempre has tenido presente, es el Turboviolencia, de VVV [Trippin’you]. ¿Cómo te gusta encarar un proyecto ajeno: tratando de guiar al artista, o dejándote llevar por sus deseos?
Me gusta conocer a la banda o artista con un tiempo previo a la producción para integrarme en su imaginario, entender cuál es su motivación para hacer música y cuáles son sus intenciones. Una vez entiendo su filosofía musical, me incorporo al proyecto para aportar aquello que crea que pueda ayudar a llevar su idea a un lugar más claro, sea estética o compositivamente. Entendiendo e interiorizando sus ideas, puedo dejar que sean mis impulsos musicales y sonoros más primarios los que me guíen a sugerir y proponer, siempre manteniendo un diálogo y una posición horizontal respecto a su música.
¿Te gustaría afrontar la producción de un elepé de La Plata?
Me gustaría afrontar la producción de la próxima referencia de La Plata como un proyecto grupal en el que cada integrante del proyecto pueda aportar sus conocimientos y habilidades con un mínimo de estímulos externos. Al ser este nuestro proyecto, creo que podemos permitirnos esta clase de lujos donde poder seguir experimentando sin límites.