La otra vida: Rubén Pozo no escribirá el himno de esta cuarentena

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«Tengo muchas ganas de tocar en directo. Lo echo muchísimo de menos. Mi vida está coja sin ello»

 

A unas semanas de publicar su primer elepé con Lichis, titulado Mesa para dos. El disco, Rubén Pozo dedica sus días a tocar la guitarra y ver cine de terror en familia, entre otras cosas. Y algunas las tienes muy claras. Por Arancha Moreno.

 

Texto: ARANCHA MORENO.

 

Lo leí en mis tiempos de E.G.B. y no tengo ni idea de quién lo escribió, pero debió impactarme porque aún lo recuerdo: era un texto sobre cómo se conoce al ser humano por su basura. El autor de aquellas líneas sostenía que nuestros desperdicios dicen mucho de nosotros y es verdad, porque ahí acaban los restos de nuestras vidas. Casi todo lo que hacemos deja rastro en la papelera, pero no es lo único que nos define. Hay otras cosas que también lo hacen, como la mesa a la que nos sentamos a diario, porque alrededor de una mesa ocurre casi todo. Bien lo sabe Rubén Pozo: en lo personal la comparte con su chica y con su hijo, y en lo artístico, con Lichis. En casa, mesa para tres; en la carretera, Mesa para dos.

Con Lichis le va bien, se siente cómodo y su creatividad conjunta está fluyendo. «Estoy aprendiendo mucho y trato de que encajemos estilísticamente en el proyecto», dice. Los últimos meses han compartido carretera y estudio; componían nuevas canciones y salían a tocar allá donde les llamaban. Hace solo unas semanas que remataron Mesa para dos. El disco, y se lo entregaron a Sony. Lo tenían todo: las canciones, la portada, el arte interior del disco… y, mientras se remataba el proceso de edición y fabricación, planeaban seguir en ruta. Su último concierto conjunto fue el 7 de marzo en Alcázar de San Juan (Ciudad Real). «En el viaje íbamos hablando un poco del coronavirus y tal. De lo que estaba pasando en Italia y Wuhan, pero como si aquí fuera imposible la misma situación», recuerda ahora. Días después se dieron cuenta de que no, y tuvieron que aplazar las dos fechas siguientes. No llegaron al Moby Dick en Madrid, el 12 de marzo, ni a la sala Haddock en Santander, el 14.

Ahora Rubén está en casa. Vive a las afueras de Madrid, en la vega baja del Jarama. Ha cambiado los cristales de la furgoneta por las ventanas de su hogar, pero no se ha separado de su guitarra. Toca bastante, compone muy poco. «Me pasa siempre. Termino un disco y estoy un tiempo sin escribir nada hasta que de nuevo empieza a llenarse el saco de experiencias y vuelvo a componer», dice. Su saldo creativo no está a cero, pero tampoco especialmente motivado: «Pensar que el noventa por ciento de los músicos deben estar tratando de escribir el himno de esta cuarentena hace que no tenga ninguna gana de escribir algo parecido. No sé por qué. Funciono así en ese sentido».

Estos días, sin embargo, tenemos noticias de Rubén por otros motivos. El 22 de mayo se publica su disco con Lichis y acaba de sacar el primer single, el fresco y pegadizo “Asco y vergüenza”, en cuyo vídeo hay cameos de Marc Ros, Carlos Sadness y Rozalén, entre otros. Y él mismo ha aparecido por sorpresa en el vídeo de “Mi pequeño Chernóbil”, una emotiva canción con tintes autobiográficos con algún pasaje de su pasado conjunto en Pereza. Una preciosa imagen en la que vuelven a aparecer juntos nueve años después de separarse. «Estoy en una etapa de hacer cosas con otra gente. Lo de Leiva fue muy emocionante. Muy especial y sanador», dice. Pronto escucharemos su guitarra en otro proyecto conjunto: el nuevo disco de Johnny Burning.

Mientras todo eso va salpicando las redes, los ojos y los oídos, Rubén Pozo se aferra a sus pequeños rituales familiares: «Hacer la comida y preparar la cena son los momentos más en común y más felices todos los días». Anda leyendo la biografía de Eric Clapton y ha visto la serie Watchmen. «Una noche sí y otra no mi hijo y yo tenemos sesión de cine de terror. Él es súper fan del género. A mí los psicópatas asesinos y las vísceras no me dan miedo, incluso me da la risa floja con alguna escena. A mí me pone lo satánico, las fuerzas ocultas, la actividad paranormal», cuenta. Ya ha elegido su propia canción bandera del confinamiento y –afortunadamente– no es “Resistiré”, sino el “Take on me” de A-Ha, en la versión del Unplugged de la MTV: «La descubrí hace unos días y estoy enganchado. Qué preciosidad, qué maravilla. ¡Viva la música!».

Sano y a cubierto, Rubén extraña ciertas cosas, pero esquiva la queja profunda. «Me encanta estar en casa a mis cosas, aunque me matan los fines de semana sin conciertos. Aparte de por lo económico, lo echo en falta porque me equilibra espiritualmente. Me ordena la cabeza», admite. Se encuentra bien «dentro de lo bien que se puede llevar esta situación». «Hay gente que está mucho peor que yo. Sería obsceno que me quejara demasiado. Me quejo en el nombre de todos más que en mi propio nombre. ¿Qué va a ocurrir? ¿Qué va a ser de nosotros?». Viendo lo que se está lidiando en los hospitales, su postura es tajante: «Sanidad pública universal a saco. Sin letra pequeña ni triquiñuelas. Dicen que el neoliberalismo está muriendo. Ojalá. Lo único es que temo que muera matando».

Por lo que atañe a su gremio, confiesa estar «expectante e inquieto, a ver por dónde sale todo esto». Necesita ir de gira para poder equilibrar su economía: «Si no sales a tocar los fines de semana prácticamente no tienes ingresos. A mí, personalmente, no me da para vivir de los royalties y regalías. Son una ayuda, evidentemente, pero por sí solos no me dan para llenar la nevera, pagar el alquiler y los impuestos durante toda una temporada». Pero tocar en directo para él es mucho más que una transacción económica: «Lo echo muchísimo de menos. Mi vida está coja sin ello».

Sincero y directo, sin recovecos ni reveses. Así habla Rubén en las canciones y en la vida. Por eso no busca finales poéticos ni ambiciosos; su plan para el día después es realista y sin artificios: «Tirar para adelante y apechugar con una crisis y una hostia económica del copón, como todos». Habrá que vivir.

 

Anterior entrega de La otra vida: José Ignacio Lapido y los artistas del alambre.

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