«Me quedo con el coraje que la gente normal está desplegando, y el valor de su esfuerzo descomunal como ejemplo positivo e inspirador»
Padre de familia numerosa, Depedro no tiene mucho tiempo para aburrirse durante el encierro, aunque sí para observar todo lo que le rodea, y fascinarse con algún libro, y optar por la fe en que llegarán tiempos mejores. Por Arancha Moreno.
Texto: ARANCHA MORENO.
«La existencia es habitar en las nubes y no tener patria en el tiempo». Las palabras de Rilke resuenan al mirar a Depedro, que también escribió sobre las nubes, aunque no es por eso. Rilke y Jairo no comparten época, origen ni idioma, y sin embargo hay algo que les anuda con fuerza: el alma viajera. Ese eterno empeño del caminante que no se conforma con pisar tierra conocida porque sabe que, detrás de las montañas azules a las que canta Perales, hay tantas cosas que ver que uno no puede quedarse contemplando el paisaje por la ventana. Salvo que, como ahora, no haya otro remedio que permanecer a cubierto.
El inquieto Rilke viajó por medio mundo hace ya un siglo; el marchante musical Jairo Zavala también está muy familiarizado con los mapas. Se mueve bien por los caminos secundarios y los paisajes exóticos. Se oye en sus canciones, que han estado viajando por Europa y al otro lado del charco hasta el enero pasado, cuando cerró la gira de Todo va a salir bien. Se despidió de ese disco con un triplete en Madrid y se bajó de los escenarios. Llevaba tres años rodando; tocaba parar, aunque no del todo. Tenía algunas presentaciones pendientes de su último trabajo, el disco dedicado a la infancia Érase una vez, y ha tenido que cancelarlas. Que sean pocas o muchas no le exime de la debacle: «Soy muy consciente de que todos vamos a sufrir antes o después la devastación que está experimentando nuestro gremio».
Depedro vive en Madrid, y como es padre de familia numerosa, asegura que no hay aburrimiento en su día a día. Lleva semanas trabajando en su coraza ante la situación: «Intento que mi actitud sea positiva, aunque todos los días hay un momento o dos de debilidad, ya que es difícil gestionar la cantidad de personas que nos dejan cada día por esta pandemia». Todavía no es de hierro. Nada ni nadie nos preparó para ello.
La música le sigue llevando lejos de casa, aunque sea mentalmente. «Tengo tiempo, mucho tiempo, así que algo aprovecho para componer», admite. Pero estos días sobre todo se está refugiando en la lectura: «Me acaba de volar la cabeza El orden del día de Éric Vuillard», cuenta. También ha disfrutado del ¿apocalíptico realismo? de Years and years, y «de Dolor y gloria de nuestro querido Almodóvar».
Con tantos días de encierro, Jairo echa de menos juntarse con los suyos en algún café. Será lo primero que haga. Por lo demás, ahora no se está replanteando el futuro de la profesión, ni trazando un plan específico para su vuelta: «Paso a paso, hay que esperar y no perder la esperanza». Lo curioso es que, después de tanto rodar y rodar por el mundo, la metáfora le ha sorprendido en su propia casa: «Nos han puesto un espejo con imposibilidad de huir de la influencia de su reflejo. Espero que las conclusiones positivas que hemos sacado no se nos olviden cuando esto acabe». Aprende de los que le rodean: «Me quedo con el coraje que la gente normal está desplegando y el valor de su esfuerzo descomunal como ejemplo positivo e inspirador». A veces no hay nada como mirar de cerca.
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Anterior entrega de La otra vida: Ismael Serrano y la vida congelada.