Bajo el lema «La música es cultura, la música es empleo», el martes 1 de diciembre, representantes de todo el sector musical se concentrarán en la sede del Ministerio de Industria en Madrid para entregar al Ministro el siguiente Manifiesto, al que EFE EME se adhiere:
Músicos, autores, compositores, intérpretes, productores, editores, mayoristas, tiendas de discos, distribuidores, managers, promotores de conciertos, Industria auxiliar de infraestructuras para espectáculos (escenarios, escenografías, sonido, iluminación, audiovisuales, transporte, instalaciones efímeras, seguridad, seguros, etc.), técnicos de sonido, montadores. El colectivo de profesionales que hacemos la música estamos orgullosos de nuestro trabajo. ¿Somos unos ingenuos por ello?
Hasta hace poco, además de ganarnos la vida con mayor o menor acierto, se nos reconocía que contribuíamos al enriquecimiento cultural de nuestro país. Constituye un gran privilegio ser partícipe de un proceso por el que millones de personas disfrutan todos los días con la música. Hemos estado presentes en sus vidas desde tiempo inmemorial, ya fuera a través de un disco de pizarra, un vinilo, un casete, un CD, los teléfonos móviles, la radio, un mp3 o las actuaciones en directo.
Somos los que propiciamos esas melodías que se incrustan en nuestros cerebros y corazones. Músicas que enamoran, consuelan, o curan; sonidos que alegran, rememoran, evaden, relajan o estimulan. Sí, nos gusta nuestro trabajo. Y sabemos que nuestro trabajo gusta y es necesario.
Ahora, sin embargo, ya no sentimos tantos motivos de orgullo. Porque se ha extendido una cantinela según la cual nosotros no trabajamos, sino que vivimos de un bien al que la gente tiene derecho a acceder de forma gratuita y con total impunidad.
La realidad está muy lejos de todo eso. Nadie sabe cómo será la industria de la música y el entretenimiento dentro de 10 años, pero seguro que para entonces la música sigue ocupando ese mismo lugar decisivo en nuestras vidas. Por eso mismo nosotros, el colectivo de trabajadores que hace la música, seguimos aportando nuestra mejor imaginación, la mayor energía, el empuje más decidido. Pero lo hacemos solos. O casi. Tenemos a otros colegas que generan obras. Tenemos a nuestro público. Pero ningún apoyo más.
La piratería nos hace daño, desde luego. Mucho daño, aunque parece que sólo nos preocupa a nosotros y a nadie más. Pero la crisis es mayor y más profunda. Los espacios naturales donde nacen el pop y el rock son considerados meros tugurios perseguidos por las Administraciones cuando deberían ser espacios culturales, contando con su ayuda y no con su competencia desleal. La música en directo carece de espacios escénicos adecuados. Parece como si no hubiera motivos para seguir ejerciendo la profesión que mejor conocemos y desempeñamos. Ese oficio con el que muchas personas ponen unas gotas de felicidad en sus vidas.
No, no somos unos tipos quejumbrosos. Más bien al contrario: no queremos resignarnos. Cuando nos roban y nos quejamos, se nos ignora. Cuando los empleos que genera el sector se reducen a un tercio se nos dice que debemos cambiar el modelo. Y, eso sí, cuando pedimos apoyo se nos da la espalda porque hay otras prioridades, muchísimo más importantes, indudablemente.
Hace ya demasiado tiempo que estamos solos. Ni los sucesivos inquilinos de la Moncloa ni los parlamentarios que toman asiento en los hemiciclos nos han incluido jamás entre sus prioridades. Tenemos la sensación de no contar para nadie, de no existir. Con una excepción, claro: cuando se vislumbran elecciones de por medio. Insistimos que esto no es una queja, sino la expresión de nuestra perplejidad. De nuestra indignación. Si la música forma parte decisiva del patrimonio intangible de nuestro país, ¿por qué los políticos no se preocupan lo más mínimo por ella?
Para avanzar se necesita empuje, y con el nuestro podrán contar siempre. Todas las semanas surgen nuevas iniciativas para comercializar la música en la red de forma innovadora y beneficiosa para todas las partes: usuarios, autores e industria cultural. Igualmente surgen decenas de espectáculos nacidos del talento y de muchas horas de trabajo y ensayos y no poca inversión. Los tiempos cambian y nosotros evolucionamos con ellos. Pero cada vez que avanzamos, alguna piedra se nos despeña por el camino.
Y lo mismo le ocurre al resto de los creadores de todos los sectores: el cine, la literatura y el software. Por mucho que nos esforcemos en buscar nuevas formas de acercarnos al público con ofertas atractivas y adaptadas a las nuevas necesidades de la sociedad, siempre se nos adelanta por el atajo del gratis total, del “yo no pago por esto… pero lo cojo y no pasa nada” .
Y no podemos seguir así. Ni nosotros ni esta sociedad, si no queremos ser cómplices de la destrucción sistemática del talento y la creación locales.
Queremos un compromiso por la cultura, una apuesta verdadera para el desarrollo de una industria que tiene mucho que aportar a la sociedad. Queremos responsabilidad de todos los actores sociales en la lucha contra la sangría de las descargas ilegales. Queremos seguridad jurídica para seguir haciendo bien nuestro trabajo. Queremos apoyo y respeto para una industria que lleva el nombre de nuestro país a todas partes.
Ahora el Gobierno ha creado una comisión para que le asesore y le dé ideas en la lucha contra la piratería en Internet. Esperamos que esta comisión haga bien su trabajo y proponga al Gobierno medidas eficaces para acabar con esta lacra para nuestra creación cultural.
Y del Gobierno esperamos que, tomando conciencia del problema y de que nos estamos jugando el futuro de nuestro sector creativo, sea valiente y tome medidas valientes, como ya han hecho los gobiernos francés o británico para defender su cultura y sus empleos.
Si la música, el cine o la literatura son cultura y la cultura es empleo, queremos, en definitiva, que se actúe en consecuencia de una vez por todas. Exigimos respeto.