La música en tiempos de coronavirus

Autor:

Chris Martin durante un concierto en Instagram.

«Los creadores deberán buscar formas de sobrevivir. Y estas, seamos honestos, no parece que pasen por actuar delante de un teléfono móvil»

 

La crítica situación que atraviesa nuestro país zarandea con fuerza a la industria musical, que debe plantearse cómo sobrevivir a esta pandemia. Por Juan Puchades.

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

Desde que se anunció el confinamiento por la pandemia del coronavirus, han proliferado las iniciativas culturales de todo tipo para hacer más llevadero el encierro en casa. Los músicos estuvieron ahí desde el primero momento, en “festivales virtuales” o en conciertos ofrecidos por Instagram (y no solo en España). Hermosas y nobles iniciativas que pronto, ante la multiplicación, se tornaron avalancha y casi epidemia sonora paralela a la tétrica y silenciosa pandemia que ahí fuera sigue aumentando las listas de muertos y contagiados.

Algunos observábamos en silencio, pensando que, quizá, sería más inteligente invitar al personal a escuchar los discos. Iván Ferreiro, que no es conocido por su capacidad de morderse la lengua, no tardó en verbalizarlo. Las razones para concluir tal cosa son dos. Una, evidente: los discos cuesta mucho sacarlos adelante para que queden relegados en pos de la extraña experiencia de escuchar a alguien en una conexión de dudosa calidad en Instagram interpretando sus canciones con una guitarra acústica (aunque se comprende esa sensación de proximidad, de tiempo real, de sentir que nuestros artistas están con nosotros y echan una mano con lo que pueden: las siempre balsámicas canciones). La segunda es más compleja: es probable que transcurra mucho tiempo hasta que la música regrese a los escenarios. Y el directo es la vía principal de ingresos de los músicos. Por ello, en lugar de estar regalándola por Instagram, quizá no estaría de más compartir vídeos de Youtube o canciones y discos alojados en las plataformas de streaming (Spotify y demás). Sería una forma de ir haciendo caja.

¿Por qué creo que la música en vivo tal vez tarde en volver? Sin ánimo de ser agorero, porque solo hay que atender a los datos de los expertos y a la situación de Wuhan, el epicentro de la pandemia. Con sus once millones de habitantes, la ciudad china lleva más de 75 días confinada. Tras haber frenado el avance de la epidemia e ir contabilizando solo nuevos contagios importados, se supone que en abril y, poco a poco, regresará a la normalidad. O a cierta normalidad, ya que se trataría de mantener el «distanciamiento social» al desconocerse cómo será la evolución del virus y se pretende contener (no lo digo yo, lo dicen los científicos) una previsible segunda oleada para el otoño. Pues el comportamiento del Covid-19, al igual que el de otros coronavirus, se supone será estacional (y lo más inquietante: ha venido para quedarse). En paralelo, se asegura que la necesaria vacuna tardará un año en estar lista. Para dar con el tratamiento adecuado no hay fecha, puede ser inmediatamente o puede tardar meses. Sumemos que hace unos días, en China, donde todos los cines del país permanecen cerrados, seiscientos de ellos abrieron y a las veinticuatro horas fueron clausurados de nuevo ante el miedo de nuevos rebrotes.

Como información complementaria, tengamos en cuenta que la última gran pandemia global, la de 1918 (denominada «gripe española», aunque España no tuvo nada que ver en su origen), remitió en verano, pero para el otoño estuvo de regreso con mayor virulencia. Siguiendo activa todavía en 1919 y 1920. En el camino quedaron cincuenta millones de muertos. Es cierto que estos son otros tiempos y que, como hemos comentado, la vacuna del coronavirus podría estar disponible en el plazo de un año. Puede que menos.

Ahora regresemos a España en 2020, donde los muertos ya superan a los (oficiales) en China. Todavía nos quedan casi dos semanas de confinamiento, lo que nos sitúa en el fin de semana del 12 de abril. Pero, ¿y si es necesario, como en Wuhan, ir hasta los 70 u 80 días? Aparte de que la economía de todos nosotros se irá a hacer puñetas definitivamente, estaremos alrededor del 20 de mayo. ¿Y si desde ese momento, siguiendo con el modelo chino, regresamos a la normalidad escalonadamente y hay que aplicar el «distanciamiento social» para paliar los efectos de la oleada otoñal? Además de que actividades tan cotidianas como hacer la compra en el supermercado, entrar en un bar, ir a una librería, a una tienda de discos, a una de ropa o a una ferretería supondrá mantener «la distancia», afectará a todos los espectáculos colectivos, que es a donde quería llegar. En esa situación, ir al cine, al teatro, a un concierto o a un evento deportivo será prácticamente imposible.

Pero no nos alejemos de los datos mencionados: se intenta evitar una segunda oleada en otoño y la vacuna (que todavía tienen que dar con ella) pongamos que estará en los primeros meses de 2021. Por ello, parece bastante improbable que este verano haya festivales musicales o que en otoño de 2020 e invierno de 2021 se celebren conciertos. Grandes o pequeños. De ningún tipo. Ello sitúa a la música (a la cultura en general) en una situación delicadísima, en la que los creadores deberán buscar formas de sobrevivir. Y estas, seamos honestos, no parece que pasen por actuar delante de un teléfono móvil para mayor alegría de los propietarios de Instagram. Y los músicos, como cualquiera, tienen que comer todos los días. Se antoja más sensato comenzar a pensar en el futuro, en cómo obtener ingresos sin salir de casa. Lo más inmediato es conseguir que se reproduzcan tus canciones, tus discos ya existentes. Tal vez grabar con tus músicos en la distancia e intentar lanzar álbumes físicos que puedan venderse por correo o mensajería, quizá recurrir al crowdfunding para asegurarse financiación y beneficios.

Desde luego no tengo la solución, cada uno debería pensar en la suya. Pero los tiempos que se avecinan son extremadamente complejos. Ojalá me equivoque y en breve todos nos encontremos de regreso a la normalidad, disfrutando de la vida en la calle. De los bares, del sol, de las noches de concierto. Y nos demos besos y abrazos. Ojalá.

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