Una sección de ADRIAN VOGEL.
Semana grande para los seguidores del rock. Los regresos de Extremoduro, con La ley innata, y de Metallica, y su Death magnetic, debutan en la lista de ventas al número 1 y 2 respectivamente. Mi memoria no llega a recordar algo semejante.
No conozco la nueva obra de Robe y los suyos, así que sólo puedo felicitarles por su entrada a los más alto de las listas españolas. Y matizar que en su caso se contabilizaban seis días de venta mientras que la posición del Death magnetic solamente refleja dos días de venta en su primera semana. Por lo que la felicitación se tiene que hacer extensible a la compañía de Extremoduro, que con buenas cartas supo jugar sus bazas.
En el caso de Metallica se partía de una situación polémica (hay que ver la cantidad de líos que rodean a esta banda). El lanzamiento se tuvo que adelantar porque hubo (otra vez) una filtración. En esta ocasión no fue una maqueta –obtenida desde Napster– que empezó a sonar en la radio. Fue algo mucho más físico: una tienda de discos francesa puso el CD a la venta antes de tiempo. Con lo que apareció ipso facto en los “sitios habituales” de la Red. Ocurrió diez días antes de la fecha oficial de edición. Personalmente me interesa mucho saber la reacción de la discográfica y si piensan tomar medidas o no, teniendo en cuenta que el Presidente europeo es francés. Metallica, curtidos ya en todo tipo de conflictos, se lo ha tomado con filosofía. Lars Ulrich declaraba que para “los parámetros vigentes en 2008 esto es un triunfo. Si hace seis meses me dicen que no habría una filtración hasta diez días antes, lo hubiese firmado”.
Le relación amor/odio del grupo con sus seguidores es más de odio vista desde fuera y más de amor desde el conocimiento del funcionamiento interno de las relaciones directas con sus fans. Por una parte tenemos toda la controversia sobre las demandas que presentaron y los precios excesivos de las entradas de sus conciertos y por otro lado nos encontramos con todas las ofertas, promociones y atenciones que ofrecen a través de su web, su sitio en Youtube y su activo club de fans. Lo que parece una contradicción, no lo es. Compaginan el compulsivo proteccionismo hacia su obra con el aprovechamiento que ofrecen las nuevas tecnologías, para el contacto directo con el público y su lógica extensión comercial (relacionado con la salvaguarda de su repertorio, cerrando el círculo).
Death magnetic es grande. Muy grande. Un álbum enorme. Inmenso. Con la producción de Rick Rubin, que sustituye a Bob Rock que los ha producido desde el Metallica de 1991, su primer número 1 en USA, hasta su anterior grabación St. Anger, de 2004. Precisamente esta “muerte magnética” es su primera grabación en cuatro años y tan sólo su noveno lanzamiento en 25 años.
El avance de “The day that never comes” –su particular “Stairway to heaven”– ya produjo el hormigueo que toda gran canción provoca, ante el inminente regreso de uno de los grupos más influyentes. Y no han defraudado, al menos a mí.
Lo que sí me ha sorprendido es la polémica que se ha desatado en USA ante el sonido. Leo con asombro que la versión para el juego Guitar Hero suena mejor que el CD. Varios ingenieros de sonido han publicado estudios explicándolo. Sinceramente creo que es lo que Rubin y la banda han querido. Es ese “loudness” tan de moda últimamente en todas las grabaciones. Que, al menos para mí, resulta óptimo en el rock más duro y agresivo y estridente e inaceptable en otros artistas (como el último de Springsteen). Es el precio a pagar por algunos artistas en aras de la portabilidad y comodidad que rige en el mundo sónico de hoy en día. Como no me gusta oír la música con auriculares y sí con potentes altavoces, Metallica satisface mis necesidades. Y la presunta estridencia –para sonar más fuerte a través de los cascos– me hace apreciar mejor las texturas y matices del salvaje nuevo disco de Metallica.
Death magnetic me devuelve a la vida del metal…