Una sección de ADRIAN VOGEL.
Estamos viviendo una época en la que se celebran aniversarios de grabaciones y eventos que cambiaron no sólo la música sino también estilos de vida. Esta recuperación de la memoria histórica de la música popular coincide en el tiempo con otra revolución, la digital. La cual a su vez supone otro cambio en nuestra aproximación a la música.
En el terreno de las discográficas destacan dos acontecimientos: los 50 años de la fundación de Motown (Tamla) y el tributo a Chess Records, protagonista de dos películas (Cadillac Records y Who do you love). La compañía de los hermanos Chess nos trajo a Chuck Berry, Muddy Waters, Bo Diddley, Etta James, Willie Dixon, etc. Fijaos que en un párrafo he comprimido la historia del blues eléctrico (urbano), del soul y el nacimiento del rock & roll.
Falta el jazz, la otra gran música del siglo XX. Y hace 50 años, en 1959, se produjo una excelente cosecha. Dave Brubeck, producido por Teo Macero, editó Time out –donde se incluía un clásico como “Take five”– que fue el primer álbum de Jazz en alcanzar el millón de copias vendidas (llegó a la mágica cifra en 1961); John Coltrane publicó a finales del año Giant steps, su segundo LP, en el que se despedía del bebop (había descubierto el jazz modal en la banda de Miles Davis) dejando varias composiciones propias para la historia; Miles Davis se reinventaba en Kind of blue, producido también por Teo Macero, donde el corte que abría el disco “So what” fue la primera composición del ya mencionado jazz modal. Este LP se disputa hoy en día ser el más vendido de la historia del Jazz. Compite con el Bitches brew del propio Davis y también producido por Macero.
De principios a mediados de los 80 tuve la suerte de trabajar en el marketing internacional de Miles Davis. Desde la central de CBS en Nueva York. Coincidió con su vuelta al mundo de “los vivos”. Su adicción a la heroína parecía cosa del pasado. Su renovada relación y posterior matrimonio con Cecily Tyson, la actriz y cofundadora del Harlem Dance Theater, fue decisiva para su reintegración. Y a nivel profesional la tarea sorda de Dr. George Butler, responsable de la división de Jazz de CBS, resultó clave: provocó la vuelta de Teo Macero como productor y consiguió que tras siete años de silencio discográfico publicase The man with the horn (1981) tras dos años de grabación (especialmente errática y descoordinada al principio).
Este año se celebran 20 años de la edición de uno de los álbumes más peculiares de su carrera. Me refiero a Aura, el homenaje orquestal que le compuso el trompetista danés Palle Mikkelborg. Y que se grabó en un periodo extremadamente fértil del genio. Durante una gira europea de apoyo al Decoy. A su vuelta a Estados Unidos retomó las sesiones de You’re under arrest, publicado en 1985 y que a la larga sería su último disco para Columbia Records (CBS).
Normalmente todos los asuntos referidos a sus giras, entrevistas, televisiones, etc. los trataba con su oficina de Management. Aura presentaba algunas dificultades legales. Y de calendario: se trataba de coordinar la fecha de grabación de la suite con la entrega del prestigioso premio Léonie Sonning Music Prize en Dinamarca (el primer galardonado fue Igor Stravinsky, en 1959, a Davis le precedió Rafael Kubelik y le sucedió Pierre Boulez). Además había ciertas discrepancias sobre la filmación de varios conciertos europeos. El caso es que pasaba el tiempo, no se avanzaba, los problemas se acumulaban y tanto el manager como yo nos temíamos lo peor. Estaba en contacto con Butler, quien a su vez estaba muy preocupado con las distintas sesiones: tenía una empantanada y sin terminar y la otra sin fecha de comienzo.
–Te llama Miles Davis, me anuncia mi secre sobre las diez y media de la mañana.
Fue una conversación absurda. No comprendía mi lógica. Dada la hora pensé lo peor (lleva toda la noche de juerga). Era incoherente y con esa voz gutural, pausada y profunda, a base de monosílabos –básicamente “nouuu” a mis propuestas y “yeaaah” a mis preguntas sobre si me estaba entendiendo– daba la impresión de una resaca de muy señor mío. No íbamos a ningún lado y me pareció un borde. Y por muy Miles Davis que fuese, para borde mi menda. Así que le canté las cuarenta, detallando las situaciones de pe a pa, le di un ultimátum, le despedí con un “fuck off” y le colgué el teléfono. Acto seguido me fui a relajarme con una leyenda viva, John Hammond, el hombre que había fichado a Billie Holiday, Aretha Franklin, Count Basie, Pete Seeger, Bob Dylan, Leonard Cohen o Bruce Springsteen. Su despacho estaba en mi misma planta, la 14 del Black Rock. Y su tío había sido embajador de EEUU en España. Le conté lo sucedido. Me miró fijamente y me dijo “well done” porque “necesita que le den una lección de vez en cuando, pero nadie lo hace.”
El aura que rodeaba a Miles Davis era increíble. Como pude comprobar después de un concierto en el Avery Fisher Hall (Lincoln Center) de Nueva York. Estaba acostumbrado al ambiente de reverencia y adulación que existe en USA hacia los triunfadores, sean artistas, empresarios o ejecutivos. Pero lo de Miles era algo más. El encuentro fue después de nuestro incidente y comprobé que hablaba así, pero que no eran tan borde como lo fue aquella mañana. Quizás la presencia de la Tyson y la euforia del exitazo del concierto le tenían sedado.
Pero volvamos a mi “refugio” en el despacho de Hammond. Suena el teléfono, lo coge y me dice que es para mí, que me está buscando el Dr. George Butler, que ahora está en el despacho de Bunny, mi jefa. Un marrón pensé, le ha llamado Davis y me habrá puesto a parir y ahora me echará una bronca. Me levanto para ir al matadero y en eso aparece la imponente figura de Butler, entrando en el despacho de John Hammond. Se saludan efusivamente y le dice socarronamente que ya ve que está en buena compañía europea. Se gira y me suelta:
–Me ha llamado Miles Davis. Me ha contado vuestra conversación y me he quedado con la impresión de que está avergonzando, pero es demasiado orgulloso para reconocerlo. El caso es que le has impresionado. Y se han despejado algunos asuntos, como lo de Dinamarca. Grabamos en diciembre aprovechando lo del premio.
–¿Y lo de las teles?
–Poco a poco, muchacho. Ha quedado en hablar con su oficina. Llama al manager dentro de un rato.
–Entonces no habrá problema. Está de nuestro lado, una vez que ya tiene claro el tema del dinero. Pero los flecos legales y sindicales de lo de Dinamarca no están resueltos.
–Ya. Pero tendremos que solucionarlos sobre la marcha, porque sino no se hace.
Aura finalmente se grabó del 31 de enero al 4 de febrero de 1985 y no se pudo editar hasta 1989 por problemas contractuales. Ganó un Grammy al mejor Álbum de Jazz Instrumental. De hecho Miles Davis ya había abandonado CBS tras You’re under arrest y en 1986 había editado Tutu, su primero para Warner. Entre las razones que manejó para abandonar su compañía durante más de treinta años figuraban la lentitud de Columbia Records para editar Aura. Y todos sabíamos que sus celos de Wynton Marsalis, fichado por Butler, eran la causa real. Hubo una serie de desencuentros y malentendidos (con Butler intentando oficiar de maestro de ceremonias para cicatrizar heridas) cuyo origen eran unas declaraciones críticas del discípulo con el You’re under arrest del maestro. Como bien conocíamos algunos lo de Aura, era sólo una excusa de cara a la galería.
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