Una sección de ADRIAN VOGEL.
Suelen achacarnos a los de Madrid nuestra tendencia a mirarnos el ombligo. Lo cual en muchas ocasiones es cierto. Especialmente desde los medios de comunicación, que difunden problemas locales a escala nacional. Como así ha sucedido estos días con los cierres de varios locales de ocio nocturnos, sobre los que pesaban decenas de denuncias. Con el agravante de un caso concreto –Moma– que además está involucrado en el «caso guateque”, la macro corruptela del Ayuntamiento de la ciudad.
La clausura de estas cuatro salas, But, Moma, Macumba y La Riviera –especialmente esta última– ha hecho correr ríos de tinta. Desde el blog de Andrés Calamarohasta el de Rubén Caravaca, que publicó la nota de prensa (¿llena de medias verdades?) de la sala. Es decir, de un artista a un manager. La unanimidad parece completa. Y la solidaridad con La Riviera también. Pero conmigo que no cuenten.
Julio Ruiz, de “Disco Grande”, de Radio 3, le ha dedicado dos entradas en su blog alojado en la web del ente público de RTVE. “Quiero ir a conciertos” titulaba ambos artículos, donde pormenorizaba la situación –local– de las actuaciones en directo en la capital. Análisis ecuánimes y pormenizados, como es habitual en él.
Diego A. Manrique en su columna en la edición nacional del lunes de El País escribía “Ciudad mutilada” donde añadía el componente político (PP) del asunto. Y también recordaba algunas enseñanzas de cuando fue “empresario de la noche madrileña”.
Conviene no olvidar –frase que repito demasiado últimamente– que el problema (local) de las salas de conciertos de tamaño medio en Madrid viene de largo. Podríamos decir que es hasta endémico. Si en su día desaparecieron algunas, fueron sustituidas por otras. Algo que ya está sucediendo con recintos que funcionan desde hace unos años y que no existían la década pasada. Echarle imaginación a la hora de buscar alternativas tampoco vendría mal. No es mi negocio así que no me atrevo a hacer sugerencias, que pueden resultar ridículas o utópicas. Pero sí hay que reconocer que la situación ha mejorado muchísimo con innumerables locales, bares, etc. de aforo reducido, que son excelentes escaparates para los nuevos. ¿Por qué no puede pasar lo mismo con recintos de capacidades comprendidas entre 1.500 y 3.000 personas?
Manrique comentaba en su artículo sobre las corruptelas (que todos imaginamos que existen) que rodean al ocio nocturno. Fuentes consultadas por mí (que permanecerán en un prudente anonimato) añadían nueva luz. Parece que hay una coincidencia en desplazar actuaciones al extrarradio. Hacia locales manejados y controlados por los constructores y empresarios afines a las obras faraónicas que han invadido la ciudad. Y el cierre de Macumbas, Rivieras, etc. favorece este proceso de traslación.
Corrupciones aparte, de lo que nadie habla es de las innumerables irregularidades. Todas relacionadas con temas de seguridad y sanidad. Desde meter más gente de la autorizada hasta el ya “clásico” garrafón.
Que no cuenten conmigo para que apoye sitios que te ponen en situaciones de riesgo manifiesto. Y que además cobran un dineral por cada copa y cada entrada. En nuestro Madrid la frase “si vas a La Riviera pide cerveza” es un dogma. Extensible a la mayoría de lugares… ¿Cómo permitimos el envenenamiento masivo? ¿Por qué nos parece tan normal? Y a precios desorbitados… Por no mencionar las deficiencias acústicas y de visibilidad.
Que cuenten conmigo para averiguar por qué se ha hecho la vista gorda durante tanto tiempo. Por qué se han permitido abusos y a cambio de qué. ¿Ha tenido que ocurrir una desgracia –el asesinato de un joven– para que nuestras autoridades se hayan quitado la venda de los ojos? Porque la situación de los porteros y seguratas de discotecas y clubes lleva así desde hace tiempo. En Barcelona ya lo solucionaron hace unos años. Pero parece, que como no son de Madrid, no nos hemos enterado. ¿O no nos ha interesado?
¡Que pronto hemos olvidado lo de Alcalá 20!
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