Una sección de ADRIAN VOGEL.
Mucho se ha escrito sobre la perversidad de las compañías discográficas. Sin distinguir entre nacionales y multinacionales. O independientes y grandes corporaciones (algunas de las cuales se formaron por la fusión o adquisición de varias indies). Y se ha criticado su falta de visión ante la revolución digital y el ahora obvio cambio de formato. No pretendo que esta nota sea un alegato a su favor porque ha habido y hay errores. Pero no tantos como nos han hecho creer los gurús y periodistas (que curiosamente ahora afrontan problemas similares en sus empresas mediáticas). Alguna cosa se habrá manejado bien. Pero tampoco quiero entrar en eso. Sólo quiero decir que ver los toros desde la barrera es más cómodo que torear: nadie propuso soluciones o vías de negocio para la transformación de la industria. Y por añadidura ésta se encontró con el Top Manta en muchos mercados vitales. De facto quien hubiese dado con la clave se habría forrado. Y lo sabríamos. Incluso hubo compañías como BMG, multi alemana, que quiso salvar al entonces enemigo público número uno –Napster– y salió escaldada tras un complicado proceso legal de compra.
Pero de lo que se ha hablado poco ha sido de las tiendas. Tanto las de barrio como las grandes cadenas. Y son ellas las que tienen el contacto directo con el público. Por tanto el pulso directo de la situación está en sus locales. Las discográficas producen y comercializan. Sus clientes son los mayoristas y minoristas. Mientras que los consumidores lo son de los puntos de venta.
¿A quién le pilló el toro del cambio tecnológico? Sostengo que principalmente a los dueños de los establecimientos de venta. Y ha sido su cierre un factor importante en el colapso de ventas. ¿Cómo sobrevivir cuando tus clientes van desapareciendo y tus productos se devalúan y son copiados sistemáticamente? Empresas de todo tipo (Virgin, Tower, Castelló, Madrid Rock, Discoplay, etc.) han ido cayendo sistemáticamente. Algunos han ganado un dineral echando el cierre al vender sus propiedades inmobiliarias (antes de la crisis). Pero sus empleados se han quedado en la calle.
Hace unos días leía una lista de los mejores sitios de venta online. Estaba encabezada por Amazon y WalMart. Un “nativo” y un “inmigrante” respectivamente. Lo que más me sorprendió fue que en el Top 10 había seis negocios que habían “inmigrado” al mundo virtual (sin perder su presencia física de toda la vida). Sólo el 40% eran webs nacidas en la Red.
La mayoría de los negocios de venta de discos que han desaparecido no desarrollaron actividad en Internet. En este aspecto el gigante francés FNAC fue pionero. La excepción que confirma la regla. Sobreviven, pero no sólo por su rápida adaptación al cambio tecnológico. Su variedad de líneas de producto podría tener un paralelismo con Amazon, que ha ido ampliando su catalogo de ofertas (hasta convertirse en el gran almacén online).
Pero el cambio de verdad no ha venido de la mano de ninguna cadena. Ha llegado desde Apple y su tienda de descargas, iTunes. Esta ha sido la autentica revolución. Cambio de formato, de precio y sexy (como lo fueron en su día las megastores). Y como todos sabemos Apple no era una empresa dedicada a la venta de discos. Empezaron con canciones y ahora ya se pueden comprar álbumes. Y su precio es muy atractivo.
¿Les volverá a pillar el toro a los negocios tradicionales de venta de música grabada?
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