Una sección de ADRIAN VOGEL.
No tenía pensado escribir sobre el tema. Pero algunos conceptos expresados en los comentarios al artículo de la semana pasada, varios emails y llamadas de amigos y conocidos han acabado por convencerme.
Las fuentes y datos son de mi propia experiencia y de un libro de Moses Avalon llamado “Million Dollar Mistakes” (errores ruinosos).
Escribía en ¿A quién le pilló el toro del cambio tecnológico? que, contrariamente a lo que se piensa, son las tiendas las principales responsables del desastre actual. Son ellas las que no han sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Los del cambio digital. Y en su caída –y cierre– han arrastrado a los demás. Pero en este mundo de percepciones que vivimos, donde la realidad tantas veces queda camuflada, lo habitual es echar pestes de las compañías discográficas. Y así ha sido al menos desde que a principios de los 70 me asomé al maravilloso mundo de la música. Aunque últimamente el papel de malo de la película ha pasado a manos de SGAE.
Han sido los medios los que han fijado esta errónea impresión (sin quitarle “meritos” a las propias compañías que también han ayudado lo suyo, pero no tanto como apunta la mayoría). Pero nadie, absolutamente nadie, aportó idea alguna. Mucho periodista hablando y escribiendo sobre “nuevos modelos de negocio” sin dar ninguna pista al respecto. Casi todos con vocación de profeta. Hoy en día son sus empresas, especialmente las de prensa, las que están viviendo una situación similar. No pusieron sus barbas a remojar…
¿Qué podían hacer las compañías, especialmente las multinacionales, ante la revolución digital que se avecinaba? ¿Qué no debían hacer? Esto último parece más claro y hay unanimidad al respecto. Es exactamente lo que ha contribuido a la percepción actual y ha cimentado la mala imagen de las discográficas. Me centraré por tanto en la primera pregunta.
La aparición de Internet en la década de los 90 del siglo pasado empezó a poner todo patas arriba. ¿Se durmieron las multis en sus laureles? Puede. Es la idea que han manejado los “enemigos” (aquellos que tienen intereses en las operadoras telefónicas y de acceso a la Red). Lo cierto es que Universal a finales de los 90 ya estaba explorando las posibilidades comerciales y de negocio en Internet. El modelo era el de la explotación cinematográfica (cines, vídeo, pay per view, canales de TV de pago, canales generalistas de TV). BMG compró Napster. Algunas webs de venta online estaban fomentadas por varias “majors”. ¿Qué otras alternativas estaban a su disposición? No muchas más. Hace 10 años se introdujo el “streaming” y no arrancó. Hoy en día ha resucitado y parece una formula de éxito. En mi opinión es un sustituto a las emisoras de radio (cuyo rol en la difusión de músicas y artistas ha sido decisivo).
El fenómeno del P2P tuvo tres actores principales: Napster, Kazaa y LimeWire. A principios de 1999 los Napster entablaron conversaciones con las principales compañías estadounidenses. Partían de la idea que los artistas no cobraban sus royalties y la usaron para presentarse ante la comunidad creativa como “artist friendly”. Pasaban por alto algunos aspectos básicos: los adelantos sobre regalías tienen que recuperarse; las compañías no podían negociar sobre derechos no contemplados en sus contratos con los artistas (y ya había habido problemas con la aparición del CD y los acuerdos firmados antes de 1980) y debían renegociar, con un previsible coste; las estrictas leyes anti “trust” de EE.UU. imposibilitaban acuerdos globales de la industria; el temor a romper un modelo de negocio basado en la venta de álbumes y no de canciones, lo cual implicaba un salto atrás de al menos 25 años (a grupos y solistas tampoco les favorecía). Estos factores configuraban el escenario hace 10 años.
Otra falsa apreciación que se propagó fue la de que se rellenaban álbumes con basura. Esto no quiere decir que no haya malos discos o malas canciones en bastantes CDs. Pero bajo ningún concepto respondía a un plan preconcebido. Grabar era bastante caro y el deseo de todas las compañías era editar álbumes con 14 éxitos. Algo bastante difícil de conseguir. Y son los autores y los artistas los que responden a esta presión que emana de los departamentos de A&R. Los directores artísticos son conscientes de la utopía y se conforman con al menos 3 o 4 posibles hits (que luego se reducen ante la imposibilidad de que suenen todas las producciones en las emisoras de radio). Si los sellos pagaban adelantos sobre ventas futuras ¿qué interés podrían tener en editar productos fallidos?
En el cambio de siglo algunos mercados sufrían la plaga del Top Manta. En España se tardó años en perseguir esta lacra. En países como México y Brasil es una realidad que domina el mercado. Los intentos de movilizar a los gobiernos no tuvieron el apoyo requerido. O cuando llegó era demasiado tarde. Por aquí nos encontramos con problemas del tercer mundo (piratería) y del primero (descargas).
Cuando la industria pidió ayuda –a las agencias gubernamentales y ministerios del ramo– para regular el mercado de las descargas, la respuesta era invariablemente la misma en todo el mundo: había que ayudar a las telecos a desarrollar su negocio y no se les debía poner trabas. Llegados a este punto sólo puedo comentar el tremendo error de esos mandatarios que ahora se ven forzados a tomar medidas drásticas (abarcan desde la desconexión a Internet hasta la invasión de la privacidad de tus datos).
Y a todo esto dejo para el final un dato de lo más esclarecedor: leía las navidades pasadas en el “Wall Street Journal” como las discográficas habían perdido la batalla de las relaciones públicas en los medios que crean opinión. Se refería al “New York Times”, “Washington Post”, “LA Times”, etc. Sostenía la tesis que la razón principal era porque las disqueras no contrataban publicidad en esos medios. Y las empresas tecnológicas sí…
–
Anterior entrega de La Música de El Mundano: ¿A quién le pilló el toro del cambio tecnológico?