La mayor canción country de todos los tiempos

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COWBOY DE CIUDAD

«Desde el momento que la escuchó, Jones consideró que la canción era “demasiado larga, demasiado triste y demasiado deprimente”»

 

En su columna semanal, Javier Márquez Sánchez reconstruye la historia del “He stopped loving her today” de George Jones, una pieza que grabó en 1980 y que se considera el gran himno del country, aunque su intérprete, en un principio, no tuviese demasiada fe en ella.

 

Una sección de JAVIER MÁRQUEZ SÁNCHEZ.

 

Cuando los anglosajones quieren decir que algo es de tal envergadura popular que sobrepasa cualquier escala de medida, suelen emplear la expresión «the greatest». Como en The greatest story ever told, la versión más hollywoodiense de la pasión de Cristo, que reunió en la pantalla con túnicas y alpargatas a lo más nutrido de la meca del cine de 1965; palestinos rubios como la cerveza y John Wayne haciendo de centurión romano, aquello sí que era the greatest. Así pues, no se refiere esa expresión a lo mejor, ni a lo más influyente, ni a lo más importante… sino más bien a una mezcla de todo eso… y un poco más. No es una cuestión solo de calidad sino de alcance popular y cultural.

Así que, centrándonos en el tema que nos ocupa, si bien existen un puñado de candidatas a la categoría de mejor canción country de todos los tiempos (the best ever), cuando nos referimos a «la mayor», rara vez surge otro título que el de “He stopped loving her today” (1980), de George Jones. Que, casual y felizmente, es una canción que también suele estar entre las elegidas como «mejores», junto a “I’m so lonely I could cry” (1949), de Hank Williams, “Crazy”, de Willie Nelson (aunque en la versión de Patsy Cline) y “Folsom Prison blues” (1954), de Johnny Cash; pero ya hablaremos de ellas en otro momento. Por razones de proximidad en el tiempo, de afinidad estilística y de prevalencia melodramática por encima de otros mensajes —criminales, por citar alguno, como en el caso de la canción de Cash—, el tema de George Jones es el que, inevitablemente, vendría a responder la pregunta «¿Qué es la música country?». Ya la definió muy bien Harlan Howard: «Tres acordes y la verdad». Y George Jones le puso música a aquella certeza… exagerando un pelín esa verdad.

 

Las curdas de la zarigüeya

George Glenn Jones (Saratoga, Texas, 1931) comenzó su carrera a mediados de los cincuenta y muy pronto empezó a enlazar un éxito tras otro (llegó a colar más de cientocincuenta temas en el Top 25 a lo largo de toda su carrera, quince de ellos, números 1). Su característica voz nasal y su innovador fraseo hacían fácil que el oyente empatizara con las letras que cantaba. El estudioso del country Bill C. Malone dijo de él: «Durante los dos o tres minutos consumidos por una canción, Jones se sumerge tan completamente en sus letras y en el estado de ánimo que transmite que el oyente apenas puede evitar involucrarse de manera similar». En los sesenta se convirtió en uno de los artistas más influyentes en Nashville, y con el tiempo acabaría adquiriendo el aura de leyenda de Johnny Cash, con la diferencia de que Cash alcanzó un público más allá del country mientras que Jones se quedó con este respetable, pero caló más hondo; él jamás fue tan político (y menos aún progresista) como Cash.

A comienzos de los 70, The Possum («la zarigüeya», apodo que un locutor le puso a Jones por su peculiar corte de pelo y su simpática nariz) ya era una referencia ineludible, y aún alcanzaría mayor popularidad tras casarse, en 1971, con la también cantante Tammy Wynette. Eran la pareja real de Nashville, juntos protagonizaron tantos duetos de éxito como airadas broncas, habitualmente debidas al alcoholismo galopante de Jones. Cansada de las cogorzas de él, Tammy se divorció en 1975 —aunque seguirían grabando juntos—, y el cantante comenzó su particular descenso a los infiernos salpicado de contratos de giras incumplidos, detenciones por ebriedad al volante y ni un solo éxito en las listas en lo que le quedaba de década (se ganó el sobrenombre de «No Show Jones» por su dificultad para encontrar bolos). Fueron los días en los que, en lugar de hablar de su música, los medios se hacían eco de sus peleas en los bares o de cómo iba a comprar whisky y cerveza al volante de su cortacésped, tras haberle sido retirado el permiso de conducir.

 

«Esa morbosa hija de perra»

Así estrenaba 1978 un George Jones desdeñado y caricaturizado por muchos (empezaban a referirse a él, sin respeto ninguno, como «el viejo»). Fue entonces, cuando público, crítica e industria lo daban por muerto y olvidado, cuando el productor y amigo Billy Sherril levantó el teléfono para volver a insistirle con una canción de la que ya le había hablado tiempo atrás. Se trataba de “He stopped loving her today”, un tema escrito por Bobby Braddock y Curly Putman que, en esencia, cuenta la historia —desde la perspectiva de un amigo— de un hombre que nunca ha olvidado a su gran amor de juventud; conserva sus fotos y sus cartas, y también la absurda esperanza de que ella vuelva algún día. La narración alcanza su apoteosis en el estribillo, cuando descubrimos que el hombre, ojito, acaba de morir, por eso «ha dejado de amarla hoy» (y al más puro estilo melodrama de Douglas Sirk, ella va y se presenta en el entierro).

Desde el momento que la escuchó, Jones consideró que la canción era «demasiado larga, demasiado triste y demasiado deprimente». Pero no tenía nada más interesante que grabar, así que aceptó y se metió en el estudio. Y uno de sus principales problemas era que no acertaba con la melodía, y estallaba en gritos de frustración cuando el productor le advertía que estaba cantando la letra siguiendo la línea melódica de “Help me make it through the night”, de Kris Kristofferson. «¡Ya sé que esa no es la melodía, pero es jodidamente mejor!», gritaba Jones, cabreado. Además, por aquel entonces el cantante se encontraba en tan mal estado físico —con motivo de su alcoholismo y el abuso de pastillas— que le llevó 18 meses, según Billy Sherrill, alcanzar una grabación decente de la voz, especialmente de los versos recitados.

Al mismo tiempo, mientras Jones trabajaba en el estudio, Bobby Braddock le daba vueltas y más vueltas al desarrollo de la letra a instancias de Sherrill. Así lo recordaba el cantante en sus memorias, publicadas en 1995: «Billy les dijo que la historia no funcionaba, que necesitaba más intensidad. Mataban al protagonista demasiado pronto, debíamos enterarnos más tarde de eso. Y además, creía que la mujer a la que amaba debía presentarse en el funeral. Estuve trabajando en esa canción durante más de un año y la letra no dejó de cambiar». Cuando por fin acabaron la grabación del tema, a finales de 1979, todos escucharon en silencio por primera vez la versión definitiva. Entonces George Jones se levantó del sillón agitando la cabeza y se largó del estudio lanzándole una advertencia a su productor: «Nadie comprará esta morbosa hija de perra».

Para su suerte, Jones demostró ser mucho mejor cantante que adivino, ya que el sencillo, lanzado el 14 de abril de 1980, tardó pocos días en alcanzar el primer puesto de las listas de country. Además, se vio respaldada por una divertida campaña de anécdotas protagonizadas por cientos de mujeres que llamaban a las emisoras para contar los «incidentes» vividos la primera vez que escuchaban la canción. Desde accidentes de coche a camisas quemadas con la plancha o comida reseca en el fondo de la olla… de todo ocurrió cuando las amas de casa de Estados Unidos dejaban de pronto de prestar atención a sus quehaceres al escuchar el inesperado y melodramático giro de la canción: él solo dejó de amarla el día que murió (recordemos que eran los días de oro de «Dallas» y «Dinastía», la cosa del culebrón pegaba fuerte).

 

Que no falten violines

En algo no se equivocaba The Possum: la canción tenía algo de miserable, exagerada y hasta de morbosa, más aún teniendo en cuenta esa producción tan setentera, con ese batallón de cuerdas in crescendo, coros angelicales y dramáticas florituras, en las que Billy Sherril era todo un experto, y tan al gusto del Nashville de aquellos años («Esos violines maravillosos representan el alma del protagonista elevándose hacia el cielo», llegó a escribir un crítico de la época). La canción en su conjunto —música y texto— resulta algo pasada de rosca, tanto como lo había sido la vida George Jones en la última década. Sin embargo, su forma de interpretarla, ese dolor que parecía tan sincero en una voz familiar que había estado tanto tiempo olvidada… Y va entonces Jones y resurge de sus cenizas para «elevarse» una vez más como gran estrella de la música country. Es todo tan excesivo alrededor de “He stopped loving her today” que solo cabía un destino para esta canción: convertirse en un clásico y en uno de los ejemplos más carismáticos de lo que significa la música country (más allá de subgéneros).

Hay que decir, en honor a la verdad, que a los pocos días del lanzamiento Jones ya estaba promocionando en televisión su nuevo éxito con unos arreglos mucho más discretos y adscritos a un country más sencillo y menos sobrecargado. Permanecen los coros melosos pero los violines desaparecen sustituidos por el lamento mucho más apropiado y atractivo de una steel guitar. También se refuerzan los arreglos de armónica, un «lamento» instrumental mucho más elegante y genuino del country.

Al final, la canción se identificó tanto con el cantante que pocos han sido los que se han atrevido a ofrecer su propia versión. Johnny Cash le echó valor un par de décadas más tarde, en su etapa con Rick Rubin, pero el tono sobrio y severo de aquellas grabaciones no cuajaba con aquel desmedido melodrama que requería de una interpretación igual de ampulosa.

«Una carrera de cuatro décadas salvada por tres minutos de canción», solía bromear George Jones cada vez que cantaba en directo “He stopped loving her today”. Y eso que durante un tiempo se resistió a hacerlo: la odiaba. Pero como le ocurría a Sinatra con “My way”, el público no concebía un concierto de Jones sin que su mayor éxito —y casi el único— en una década estuviese presente en el repertorio. Al final claudicó y se reconcilió con la canción, al tiempo que esta no dejaba de crecer en mitología. Tanto que acabó dando para un interesante volumen que documenta las accidentadas sesiones de grabación: He stopped loving her today: George Jones, Billy Sherrill, and the pretty-much totally true story of the making of the greatest country record of all time, de Jack Isenhour (es de justicia apuntar que el libro va mucho más allá de la historia de la canción y ofrece un interesante retrato de la industria musical country de aquellos años).

 

Sí que la amó hasta su muerte

George Jones falleció el 26 de agosto de 2013, a los 81 años, atesorando numerosos premios y el título de mejor cantante country de todos los tiempos. Su peculiar fraseo dotaba a sus canciones de un emocionante efecto narrativo, y la singularidad de su voz nasal era ya considerada, fuera de toda duda, la más genuina del género. El propio Waylon Jennings le dedicó unos versos en su canción “It’s alright”: «Desde los Beatles y yo mismo en Nashville / a los rockabillies y los Rolling Stones / Si todos sonásemos como queremos sonar / todos sonaríamos como George Jones».

A la medida de su leyenda, el funeral de George Jones se celebró en el Ryman Auditorium, sede del célebre programa radiofónico Grand Ole Opry. Allí, con la flor y nata del género ocupando las bancadas y el féretro del artista a los pies del escenario, salió a las tablas Alan Jackson, probablemente el artista que estilísticamente pueda considerarse el heredero más directo de Jones (codo con codo con su buen amigo George Strait). Visiblemente emocionado, Jackson despidió a The Possum con una conmovedora versión de “He stopped loving her today”, y para mucho de los presentes, la canción adquirió un significado especial.

Hacía ya más de una década que se venía hablando de cómo las grandes multinacionales estaban pervirtiendo la música country, vendiendo con esa etiqueta algo que no era más que pop con botas y sombrero. Y frente a eso, Jones se erigía como antorcha de la resistencia. Por eso, aquel día de su funeral, “He stopped loving her today” no iba sobre un hombre y una mujer, sino sobre un cantante y el género musical que él mismo ayudó a popularizar. Todos los traidores gerifaltes de la industria de Nashville acudieron al sepelio de la voz más reverenciada de la música country. Al final, sí que la amó hasta su muerte.

 

Reproducimos la letra adaptada al castellano:


“Él dejó de amarla hoy”

Él dijo: «Te amaré hasta que muera»
Ella le dijo: «Olvidarás con el tiempo»
A medida que pasaron los años lentamente
Ella sigue rondando su mente

Él mantuvo su foto en la pared
Enloquecía de vez en cuando
Todavía la amaba a pesar de todo
Esperando que volviera otra vez

Guardaba algunas cartas junto a su cama
Fechadas en 1962
Había subrayado en rojo
Todos y cada uno de los «te quiero»

Hoy fui a verlo
Oh, pero no vi lágrimas.
Vestido impecable para marcharse
Era la primera vez que lo vi sonreír en años

Él dejó de amarla hoy
Colocaron una corona de flores en su puerta
Y pronto se lo llevarán
Él dejó de amarla hoy

¿Sabes?, ella vino a verlo por última vez
Oh, y todos nos preguntábamos si aparecería
Y no dejó de rondarme una idea:
«Esta vez, él le ha ganado la partida»

Él dejó de amarla hoy
Colocaron una corona de flores en su puerta
Y pronto se lo llevarán
Él dejó de amarla hoy

 

Anterior entrega de Cowboy de ciudad: Steve Earle y los fantasmas del Upper Big Branch.

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