“Con su canto, de clamor inmenso, llena todos los rincones del paisaje, incluso los que parecen inabarcables”
El músico cubano Pablo Milanés recaló en Madrid y ofreció su recital dentro del festival Noches del Botánico. Actúo en formato de trío, cogiendo la guitarra en momentos puntuales y acompañado tan solo por un pianista, un batería y un bajista. Allí acudió Marta Sanz.
Pablo Milanés
Noches del Botánico, Madrid
7 de julio de 2017
Texto y foto: MARTA SANZ.
Las Noches del Botánico son algo más que noches de concierto, y el entorno algo más que un lugar adecentado con elegancia. Patios con delicada música en directo, puestos de artesanía y chiringuitos iluminados con sutiles bombillas hacen que se respire una paz muy especial. Con todo a favor, la noche que cantó Pablo Milanés tuvo además dos detalles que convirtieron esa paz en magia: la calma después de una atronadora tormenta de verano, y una luna inmensa que no se ocultó una sola nota del concierto. Poco después de las diez de la noche hizo su aparición en el escenario, con lento caminar y esas camisas de hilo que suelen acompañarle, el cantautor cubano. Solo le acompañan tres músicos: piano, percusión y bajo. La cadencia que lo define podría hablar de un hombre frágil, como el hilo de voz con el que habla brevemente entre canciones. Pero con su canto, de clamor inmenso, llena todos los rincones del paisaje, incluso los que parecen inabarcables. Nace la velada con ‘Marginal’, donde empieza a cumplirse ese canto conjunto a la felicidad.
Las historias que canta Pablo Milanés, incluso aquellas que declaran amor, se alimentan de una nostalgia suave, conciencia de mundo y del tiempo. Con su sonrisa permanente, y esa mirada que parece buscar siempre el rostro de alguien entre el público, suenan como enlazados sus temas, desde ‘Amor de otoño’ hasta ‘Cuando lejos estás, inalcanzable’, con sus músicos acompañando de puntillas. A ellos los dirige levemente, con gestos delicados, con una complicidad infinita que no puede ocultar el lugar de maestro que ocupa dentro y fuera de las tablas. Cuando llega ‘Si ella me faltara alguna vez’, algunos miembros del público se animan a cantar con él. Y quizá sea un efecto caribeño, o una bendita casualidad, pero las voces que salen de la platea y alrededores suenan celestiales, sin desmerecer al artista.
El primer relato sin notas lo cuenta con ‘Ámame como soy’, versos que, reconoce, llevaba mucho tiempo sin cantar hasta que escuchó “una versión muy linda de Niña Pastori”. Con ella algunas parejas se animan a llenar de bailes la fiesta, y el adoquinado se plaga de sombras alegres que reflejan entrelazadas manos y que casi sonríen tanto como quienes las dejan volar. Ni los bailes ni la serena sonrisa de Pablo Milanés se diluyen con la melancolía de ‘Dulces recuerdos’, aunque sí hay una tregua para la dura y bella letra de ‘La libertad’. Su repertorio viaja a otro siglo, con ‘De qué callada manera’ y ‘Amor que cantas la noche’, y vuelven hasta ‘Días de gloria’, canción honesta, sincera y llena de vida, de quien celebra lo perdido.
La noche sigue como en duermevela, y sin que parezca posible ya ha pasado casi la mitad del concierto, y llega un momento de alborotada apoteosis con el ‘Homenaje al changüí”, “un raro ritmo que se está perdiendo”, explica. “Se toca en la parte oriental de la isla, y tiene una magia que va más allá de lo cubano”. Su hechizo cierto mueve hasta los pies más estáticos, y aunque renueva y la velada podría haber comenzado entonces de nuevo, las legendarias melodías que la siguen anuncian un final. Cada vez más voces se unen a la suya, prodigiosa. ‘Yolanda’ siempre celebrada, ‘Para vivir’ como quizá la canción de amor más triste jamás escrita, o ‘El breve espacio en que no estás’, honesta y brutal como la protagonista que adivina. Tras ella se despide, y de nuevo envuelto en calma se aleja del micrófono y del público que le abraza con aplausos, para volver un instante, de nuevo, para regalar al asistente ‘Yo no te pido’, mil sonrisas y besos lanzados al aire.
En una época de escenarios de pompa y boato, que buscan el espectáculo del artificio, es peculiar el cantante que como Pablo da un concierto sentado, con pocos músicos, ritmos sin estridencias y letras complejas llenas de sentimientos que difícilmente dejan indemne a quien las atiende. Y sin embargo solo con eso, la melodía desnuda y el alma inmensa que llena su voz, bastan para dar sentido a esa palabra que tanto abarca: la música.
Set list
1. Marginal
2. Amor de otoño
3. Cuando lejos estás, inalcanzable
4. Si ella me fallara alguna vez
5. La felicidad
6. Ya ves
7. Ámame como soy
8. Dulces recuerdos
9. La libertad
10. De qué callada manera
11. Nostalgias
12. Amor que cantas la noche
13. Días de gloria
14. Como si fuera a morir esta tarde
15. El largo camino de Santiago
16. Matinal
17. Homenaje al Changüí
18. Mírame bien
19. Canción de cuna para una niña grande
20. Para vivir
21. Yolanda
22. El breve espacio en que no estás
23. Yo no te pido