“Es en los textos donde encontramos una tónica que acerca a este salvavidas a la categoría de trabajo conceptual”
La Maravillosa Orquesta Del Alcohol protagoniza uno de los fenómenos más interesantes del último lustro. Fernando Ballesteros analiza su último trabajo, “Salvavida (de las balas perdidas)”.
La M.O.D.A.
“Salvavida (de las balas perdidas)”
PRMVR
Texto: FERNANDO BALLESTEROS.
A veces el talento se une con el trabajo continuo e incansable y el resultado es que terminas convirtiéndote en todo un fenómeno musical. En el caso de La Maravillosa Orquesta del Alcohol, más de un lustro sin parar ha dado sus frutos y, a estas alturas, su base de militantes fans es muy numerosa. Y sigue creciendo. Por eso, tras el reconocimiento alcanzado con sus dos primeros álbumes y antes de editar el tercero agotaron las entradas de dos actuaciones en La Riviera y añadieron una tercera fecha en Madrid, que también se llenó. Es un hecho: hay muchas ganas de La M.O.D.A. Faltaba comprobar cómo les había quedado la respuesta.
“Salvavida (de las balas perdidas)” supone, así de primeras, un salto adelante en el que añaden registros a su personalísimo ¿folk-rock? Para tomar impulso, eso sí, necesitaron parar. Lo hicieron durante un año en el que viajaron y conocieron nuevas musas que están presentes en estos surcos. Territorios distintos que se unían a los de siempre y que no les impiden seguir con un ojo puesto en los ritmos y los sonidos tradicionales de su tierra castellana.
Una buena prueba de esa querencia por sus raíces la encontrábamos ya en ‘La inmensidad’, la canción que eligieron para dar a conocer este nuevo trabajo, en la que utilizan también un instrumento hasta hora inédito para ellos: el pandero cuadrado. En ella, con un ritmo implacable y un texto que habla de la búsqueda de uno mismo, abren una obra en la que las letras juegan un papel capital.
Es en los textos donde encontramos una tónica que acerca a este salvavidas a la categoría de trabajo conceptual. Son letras duras, en las que no se desprenden de un acerado tono crítico. En palabras de David Ruiz, vocalista y autor, un disco humano porque habla del ser humano en toda su extensión y problemática, y porque estos burgaleses creen en la música como forma de unir a las personas en un momento en el que cada vez estamos más aislados.
Pero un importante salto adelante no siempre significa ruptura, por eso ‘Héroes del sábado’ emparenta el disco con sus anteriores entregas, otro himno para corear y sin dejar de llamar al compromiso, antes de pisar el acelerador casi a fondo en ‘Mil demonios’. ‘Océano’ es uno de los puntos fuertes del elepé, entre otras cosas por lo que tiene de novedoso: recitando, nos cuentan cómo el día a día te va conduciendo por caminos que no eran los que esperabas inicialmente, porque “la vida no es lo que veías en películas”. Pero al final el conformismo casi todo lo puede. Una curiosa constatación en un disco que rezuma inconformismo.
En ‘Campo amarillo’ cantan a las tierras castellanas de Antonio Machado, de las que se sienten más cerca que nunca después de tantos viajes. La mente se me va a ‘La España vacía’ de Sergio del Molino, y David Ruiz termina emocionándome con este canto a aquellos lugares en los que no se ha de buscar oro si no lo da el cielo. Lo hace con esa voz que roza la afonía, que saca directamente del corazón, que no se deja nada dentro.
‘Una canción para no decir te quiero’ se desmarca algo de la crudeza que preside “Salvavida” y se enfrenta a una historia de amor preguntándose “¿Quién es suficientemente joven y valiente para soportar el peso de empezar?” Y ‘Los locos son ellos’ aporta otras de las novedades formales, con rapeado de Victor Rutty y Rober del Pyro del grupo The Louk, incluido. ‘O naufragar’ y su aire celta nos llevan a mirarnos, desde fuera, en ese aislamiento en el que vivimos instalados, e ‘Himno nacional’ se coloca orgullosa la camiseta de la reivindicación con una melodía sobresaliente, porque no solo de grandes letras vive el grupo, y encierra una denuncia de los que hacen “de la guerra un mito y del dolor una mentira”.
‘Vals de muchos’ es otra de las cimas melódicas del álbum, y como el camino ha sido duro, deciden cambiar el registro y terminar con uno de esos números que hará que sus fans se dejen la voz en sus próximos conciertos. Sí, amigos, ‘La vieja banda’ es una de esas canciones ideales para terminar un disco y quizá un directo. Optimismo y energía a raudales que no están reñidos con el mensaje dominante del elepé.
Comenzábamos hablando del intenso trabajo de este septeto, y concluimos constatando que detrás de este tercer disco hay también mucha laboriosidad. Como ellos explican, fueron gestando los sonidos y arreglos que les rondaban por la cabeza con Diego Galaz, y lo acabaron plasmando con Santi García en un disco que crecerá con el tiempo en la cabeza de sus fans y ampliará su ya casi legión de seguidores.