La lucha por la vida, de Ilegales

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DISCOS

«El disco resulta finalmente proporcionado a la celebración de una banda tan reivindicable y necesaria como Ilegales»

 

Ilegales
La lucha por la vida
WARNER, 2022

 

Texto: SERGIO ALMENDROS.

 

Incluso en un movimiento tan previsible, típico y casi cuestionable a estas alturas (por trillado) como es celebrar cualquier aniversario sacando un recopilatorio con la colaboración de parte de lo más granado del panorama musical, Ilegales barniza la coyuntura con toda la chulería posible al no incluir en él (casi) ninguno de sus grandes éxitos. Es más, la selección se basa (casi) únicamente en temas de su más reciente repertorio, más alguna composición. Leer el nombre de los ilustres colaboradores con los que el imperecedero Jorge Martínez recrea estas canciones provoca tanto que la boca se te haga agua, como que los colmillos se te afilen; porque siempre es un gusto escuchar a artistas de la talla de Vetusta Morla, León Benavente, M-Clan, Josele Santiago o Luz Casal, pero a la vez te preguntas qué hace un tipo de la incorruptible actitud de Jorge Martínez rodeándose de gente tan ajena a su teórico círculo de acción y con tanto poder de convocatoria como Dani Martín, Bunbury, Iván Ferreiro, Andrés Calamaro o Coque Malla.

Son cuarenta los años que celebra este La lucha por la vida, cuarenta años en los que Ilegales han pasado por todos los estados posibles; desde la cima (si bien nunca han sido top del rock en castellano, ni falta que les ha hecho), a los momentos de más oscuridad y olvido. Y esta celebración de estar aún vivos hace que cobre todo el sentido del mundo la jugada de evitar himnos como “Soy un macarra”, “¡Hola mamoncete!” o “Destruye”, canciones que ya conoce todo el mundo; pero de lo que mucha gente no está al tanto es de la discografía construida a raíz de su regreso en 2015, una discografía que poco tiene que envidiar a su momento de oro (popularmente hablando).

Una colaboración de manual como es la que acomete junto a Loquillo, un Loquillo muy potente y rabioso vocalmente abre el disco destilando rock y chulería, siendo esta inédita, “Tantas veces me he jugado el corazón que lo he perdido”, uno de los cortes más disfrutables tanto por sus más fieles seguidores, como por cualquier rockista de pro. Pronto se sale el disco del rock garajero más representativo del grupo, para sumergirse en ritmos reggaes de la mano del “enemigo” Josele Santiago en “Estrella venenosa”. “Te prefiero lejos”, con Coque Malla, también queda lejos de ese rock muchas veces cercano al punk que representa Ilegales, resultando un corte correcto pero demasiado accesible. A continuación, otra de las colaboraciones de lujo la firma Andrés Calamaro en “Mi copa y yo”, una canción que ya destacaba en aquel destacable Rebelión (2018), pero que ahora ahonda en los dejes tangueros en un duelo de interpretaciones vocales de gran altura. “Niña Vodoo” se aleja del cancionero de Ilegales para recordar el proyecto Jorge Ilegal y los Magníficos, en esta ocasión junto a Cucho Parisi, de los argentinos Los Auténticos Decadentes, quedando como uno de los instantes menos recordables. Por su parte, “El bosque fragante y sombrío” llega a parecer más un tema de Iván Ferreiro con la colaboración de Ilegales que viceversa, tomándose esto de la forma que se quiera.

Vuelven los tonos más esperables con “Divino imbécil’, otra de las nuevas que, con M-Clan, suena potente, punzante y negroide; casi todo lo contrario que “Regreso del vacío”, que no llega a despegar del todo con, o por, los aportes de Juanma Latorre y Guille Galván, de Vetusta Morla. Quizás el punto más sorprendente del proyecto sea “Muñequita de porcelana”, que con la colaboración de El Niño de Elche lleva a Ilegales a las sonoridades de aquel rompedor Omega de Enrique Morente y Lagartija Nick. Y el toque más punk lo aporta, cómo no, Evaristo Páramos, con “Si no luchas te matas”, tema que debería moverse sin problemas junto a los clásicos más reconocidos de la banda. Precisamente uno de esos clásicos irrumpe a continuación como un cañón, con su legendario solo de saxo, para hacernos levantar y cantar a pleno pulmón, esta vez con un tempo algo más acelerado que en la original; y es que, “Ángel exterminador”, junto a la voz de un Enrique Bunbury en una tonalidad bastante poco inusual en él, es otro de los momentos que ya hacen que el disco merezca la pena. Que la idea de hacer de este álbum una reinterpretación únicamente de los temas más recientes e inéditos, sin tirar de éxitos populares, se rompa en una sola ocasión es algo tan extraño como gozoso, aunque al parecer fuera por petición expresa del propio Bunbury.

Encarando el tramo final, “Nunca lo repitas en voz alta” -otra de las nuevas y otra de las que demuestra el buen momento compositivo de Jorge Martínez- se adorna de sintetizadores con la aportación de parte de Cycle y de parte de León Benavente. Carlangas, de Novedades Carminha, refrenda el aire guasón que ya tenía en su original “Vivir sin novia ni reloj”, en La vida es fuego (2015). El nombre cuya presencia en el disco más suspicacias había levantado era el de Dani Martín que, sin embargo, salva el envite con nota en “Juventud, egolatría”, quedando curiosamente como uno de los cortes más duros de toda la colección. Luz Casal, una de las pocas coetáneas presentes en el disco, recupera sus momentos más rockeros y vuelve a envolverse de guitarras con “Mi vida entre hormigas”. Y el viaje se cierra con el estreno de “Punki raro”, con Kutxi Romero, de Marea; una digna pieza de cierre que hace certificar que el disco, tan cuestionable como arriesgado, resulta finalmente proporcionado a la celebración de una banda tan reivindicable y necesaria como Ilegales.

Anterior crítica de discos: Charmed life: The best of The Divine Comedy, de The Divine Comedy.

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