«La banda sigue dándonos más de lo que le aportamos, así que está muy viva»
A punto de cumplir 35 años en la carretera, la banda valenciana sigue rindiendo pleitesía al rock clásico de esencia norteamericana, con Alice Maravilla, un trabajo que mantiene el dignísimo nivel alcanzado, en los últimos tiempos, por tan incombustible formación.
Texto: CÉSAR CAMPOY.
Foto: VÍCTOR GARCÍA.
Hace un lustro, Cisco Fran y los suyos vislumbraban con optimismo renovado el horizonte de las tres décadas de existencia de La Gran Esperanza Blanca. Lo hacían publicando el, hasta ese momento, más brillante trabajo de su pedregosa pero coherente trayectoria. Aquel Tren fantasma (Infinito Discos) seguía fiel al espíritu sempiterno de un proyecto que ha luchado contra viento y marea para seguir nadando, desde la autenticidad, en un caudaloso torrente personal que se nutre de los afluentes del folk, el country, el blues y el rock de raíz claramente norteamericana. Eso sí: lo hacía evidenciando un nivel creativo e interpretativo de altura. Una filosofía artística tan compacta como digna que, con Alice Maravilla (Kaw-Liga’s Records), confirma que la criatura ya lleva unos cuantos años saboreando uno de los momentos más dulces de su existencia, atestiguado también por los dos epés solistas que ha editado Fran entre medias. Lo constata él mismo: «Coincido en que llevamos varios discos con un buen nivel artístico. Supongo que el oficio lo hemos aprendido a base de años y equivocaciones, pero a veces hasta a mí me sorprenden algunos de los resultados obtenidos. La banda sigue dándonos más de lo que le aportamos, así que está muy viva, y atrevernos a editar un disco en estos tiempos convulsos no es más que una declaración de autenticidad y vitalidad de la misma».
La banda no es otra que la integrada por el propio Cisco Fran, además de Chuso Al, Chiti Chitez y Spagnolo Ferocce. Sí, la alineación original. Aquella que, tras diversas idas y venidas, volvió a reunir sus fuerzas, renovando los votos jurados en los garitos y escenarios de aquella Valencia vibrante de mediados de los ochenta del siglo pasado. Con el proyecto Inhibidos Quizás? Ferocce y Fran se alzaron con el triunfo en el concurso organizado, en 1983, por la mítica sala Gasolinera. Tres años después, ambos combinaban en Mallorca el caqui cuartelero con los amplificadores. El resto es historia de nuestra música. Historia repleta de altibajos que, con Alice Maravilla, escribe un lúcido capítulo.
Registrados bajo la atenta mirada de Carlos Ortigosa en los Music Rooms y los Karlsound Studios, los temas del álbum rezuman (admítase la redundancia) esperanza y elegancia. La serenidad de «Sin respirar», elevada por brillantes transiciones instrumentales y evocadores coros, convive sin problemas con la emotividad de «Solsticio», la mágica esencia sureña de «Un gorrión en Nashville», el blues fronterizo de «Cervezas y una calle desierta» o la cabalgata descarada de «Calor». Todas ellas arropadas por un diseño cuidado en el cual, de nuevo, impera el elemento circense con aroma de principios del siglo XX, que huele a noche de diversión y espectáculo bajo la carpa en un pueblo perdido. ¿Hay algo de conceptual en este trabajo? «Sí que hay un hilo conductor que lo hilvana: el encuentro con el amor, su goce y su absoluto poder sanador. No hay canciones tristes en este disco. El mundo del circo son los freaks, los carromatos, la gente que hace cosas increíbles no permitidas a todos los mortales; ese mundo siempre nos ha fascinado. La portada es una ilustración preciosa de Balbina Benito, una artista que está dejando su huella en la escena rock valenciana. El resto del trabajo artístico lo hace Víctor García (VikPamNox). Él es responsable del libreto y todo el diseño. La temática del libreto tiene conexión directa con el título del disco y la poliédrica personalidad de Alice Maravilla».
La inefable Alice ejecuta su enésimo número, mientras Cisco y los suyos contemplan la escena embobados, y Fran fantasea con que el cuarteto, en su caravana, acompañe a la comitiva por las carreteras inabarcables de la costa este norteamericana. Hasta que ese sueño se haga realidad, el artista mata el gusanillo viajando, habitualmente, a su querida Nueva York y los territorios que la circundan. Allí encuentra inspiración para seguir ideando piezas como “Paterson”, un deslumbrante homenaje a Nueva Jersey que abre el disco. En ella, ilustres habitantes de aquella ciudad como William Carlos Williams, Rubin Carter o Lou Costello se pasean sin miramientos. Territorios, épocas y personajes que se han integrado en el ADN del compositor sin remisión: «Nueva York y todo lo que la rodea son mi cosmos viajero. No es sencillo explicarlo. En mi caso supone pisar, respirar e imbuirme de lugares que, en mi adolescencia, parecían Atlántidas inalcanzables. Desde mi primera visita en 1987 no he podido hacer otra cosa que desear volver siempre que sea posible. A ello se suman las vivencias que, pasadas por mi filtro personal, pueden convertirse en relatos, canciones o artículos para mi perfil en Facebook. Estoy siempre en deuda con la ciudad y vuelvo a ella para pagar esa deuda», sentencia.
Como dato curioso, el álbum se completa con dos piezas que los más acérrimos del combo ya conocían. Por una parte, una suerte de maqueta de “Un gorrión en Nashville” grabada en una vieja máquina de mediados de los cuarenta, en la tienda de Third Man Records en Nashville, así como la sentidísima “Nuestra amistad”, cincelada en Calexico Estudio con la ayuda de Manolo Tarancón: «El núcleo central del disco lo componen temas recientes compuestos hace poco más de un año. La marea creativa se desató al encontrarme en un momento personal único y especial. No es nada original, pero así son las cosas: uno recibe el dardo del amor y todo lo demás pasa a ser natural. Quisimos grabar “Un gorrión en Nashville” con la banda porque la tocábamos en directo y nos gustaba mucho su sonido country y los guiños que aparecen en la canción. «Nuestra amistad» la grabé como regalo para mis compañeros de la banda con motivo de nuestro 30 aniversario. Hice una minúscula edición casera de seis copias que les regalé y la colgamos en nuestro Bandcamp por si alguien tenía curiosidad por ella. Buscando un tema para redondear el disco pensamos que la canción merecía aparecer, y sinceramente, creo que hemos acertado incluyéndola».
Con aquellos queridos compañeros, Cisco afronta esta nueva estación, y observa, sereno, los 35 años en ruta, que asoman por la esquina: «No le damos demasiada importancia. No parece que haya pasado tanto tiempo. Es cierto que es toda una vida, pero lo vivimos con naturalidad y sabemos que llegaremos a los 40 años o más. No es una carrera por ser longevos, es como respirar, lo haces e intentas vivir la vida lo mejor posible».