Siempre ha sido muy excesivo. Sus sempiternos e imposibles tupé –en esta toma pasa algo desapercibido– y bigotillo, sus furiosos directos, sus canciones enloquecidas y sus actitudes chulescas –en ocasiones casi dementes–, hicieron de él uno de los elementos más sugestivos e inquietantes del primer rock and roll.
Autoproclamado como la Reina del Rock and Roll, Richard Wayne Penniman (Macon, Georgia, 1935), más conocido como Little Richard, el padre de «Tutti frutti», muy probablemente fue el primer homosexual del rock, o el que menos se molestaba en disimularlo. Además, era negro. Sí, Richard parecía dispuesto a transgredir con su música infernal –así se veía por entonces– y su actitud todas las normas de la sociedad norteamericana de la segunda mitad de los años 50 del siglo pasado, cuando el rock and roll comenzaba a andar.
En esta imagen de juventud, en la que se le ve mostrando su centelleante sonrisa y dedicándose a la promoción de sí mismo –una de sus actividades predilectas– en, tal vez, la entrada de una sala de conciertos, no llama la atención el traje que le cae fatal, ni ver a una primeriza estrella del rock ofreciendo su retrato a los presentes, no. Precisamente son estos, los asistentes al acto aquí retratados, los que sorprenden, y lo hacen por el color de su piel: todos son jóvenes blancos. Únicamente, a la derecha se dejan entrever unas manos negras. Y sorprende porque en aquellos días, la segregación racial era una realidad en muchos estados de los Estados Unidos y el rock and roll, prácticamente hasta la aparición de Elvis, cosa de negros. Pero aquí estaba el de Georgia, rodeado por sus fans blanquitos, dispuesto a meterles en cuerpo y mente el bicho del rock and roll.