Impresionante documento: Elton John va a iniciar su gira de 1974 y, en un arranque de megalomanía en la onda Led Zeppelin, se hace la correspondiente foto delante de su Boeing 707 privado que, cómo no, luce el imprescindible rótulo: «Elton John Band Tour 1974». Pero, inesperadamente, en un gesto de extremado desprendimiento, mientras deja al fondo al equipo que le acompañará en el tour, invita a que junto a él pose para la historia su letrista, el gran Bernie Taupin.
Y ahí está la gracia, en la pareja que conforman: Elton hecho un horterilla con pretensiones vestido con su ropa de sport –no olvidemos que va a salir de viaje–, que incluye galones en los hombros, cinturón con águila en la hebilla, sombrerito de señor inglés dispuesto a enfrentarse a esos mundos de dios, bastoncillo y unas, para lo que es su estilo, discretas gafas de sol. El conjunto le da un aire entre comandante de avión y explorador Coronel Tapioca. Por su lado, Taupin, vestido como Elton de blanco inmaculado, con su mono y sus deportivas se asemeja a un mecánico especializado que pasaba por allí. Hasta aquí, todo bien, dentro de lo previsto, pero Taupin saca ligeramente la lengua, lo que le da un cierto aire irónico y, hábilmente –él, que es el talento en la sombra–, adelanta cuerpo y pie, situándose levemente delante de Elton. Además, cruza los brazos con seguridad. Él sabe quién es. Elton a su lado no parece más que una figura extravagante dispuesta a vivir con intensidad los peores delirios del rock faraónico de los 70. Años después, cuando Elton John quiso pisar tierra firme de nuevo y volver a firmar buenos discos, tuvo que llamar a Taupin.