FONDO DE CATÁLOGO
«Un disco grande en intención, forma y fondo»
Elefantes siempre ha sido un grupo honesto poéticamente, valiente y libre de complejos, y quizás el disco que más transparentó estas cualidades fue La forma de mover tus manos. Lo cuenta Sergio Almendros.
Elefantes
La forma de mover tus manos
HISPAVOX, 2003
Texto: SERGIO ALMENDROS.
Uno de los valores que más habría que exigir a un artista es la ausencia de complejos, un descaro como elemento necesario para la creación. La mente abierta del creador se antoja obligatoria, aunque no esté seguro de que al otro lado el receptor vaya a estar tan dispuesto a aceptar la apuesta, pero esto forma parte de la, digamos, honestidad poética. Elefantes siempre ha sido un grupo honesto poéticamente, valiente y libre de complejos, y quizás el disco que más transparentó estas cualidades fue La forma de mover tus manos.
Corría el año 2003 y, tras un primer trabajo que pasó bastante desapercibido a nivel popular titulado El hombre pez, Elefantes había alcanzado el éxito con “Azul”, un delicioso tema incluido en el disco homónimo que produjo Enrique Bunbury, quien además se convirtió por esos años en algo así como el padrino del grupo. Para su reválida, la banda catalana se puso en las manos de Quimi Portet y Phil Manzanera, dos célebres e intrépidos productores (amén de reconocidos músicos) que lograron dar a los nuevos temas, cada uno por separado, un verdadero empujón para convertir este álbum en, creo, su mejor trabaj
Sonido mediterráneo
Ya en Azul Elefantes había demostrado su gusto por adornar sus canciones con una abundante paleta de colores y esto volvió a quedar reflejado en La forma de mover tus manos, si bien en esta ocasión todos esos colores bajaron su intensidad y se mostraron en un espectro algo más oscuro. De esta forma, se intuían fácilmente de nuevo un buen puñado de sonoridades mediterráneas, de las profundas raíces españolas a los ecos balcánicos o los dejes italianos. Pero no todo era oscuridad, ya que las letras por momentos también se despojaban de todo complejo y resplandecían luminosas y directas, como ese canto al amor que era “Que yo no lo sabía”.
Y es que el amor lo inunda todo en el disco, muchas veces como canto de enamoramiento, como en la antes mencionada (el gran single del disco) o en “Por verte pasar”, aunque también hay momentos de dolor, por ejemplo, en la tremendamente aflamencada y poderosa “La niña morena” o en la rumbosa “Me falta el aliento”.
El sonido más netamente pop quedaba ejemplificado en “Tan difícil como amar”, mientras que “Las sublimes” endurecía y redoblaba las guitarras. Y dos joyas como la bossanova-pop “Vale la pena vivir así” o el tremendo cierre con “Cerca de ti” terminaban de dar a La forma de mover tus manos un enorme empaque, sellando un disco grande en intención, forma y fondo.
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Anterior entrega de Fondo de catálogo: La rosa de los vientos (1989), de La Frontera.