FONDO DE CATÁLOGO
«En un momento en el que el eclecticismo, la fusión o la música latina no eran tan populares, dieron con la tecla para ponerlos en los oídos de todo el mundo»
Jarabe de Palo
La flaca
VIRGIN, 1996
La irrupción discográfica de Jarabe de Palo, en 1996, supuso un puente entre el pop español y la música latina a nivel masivo. De aquel debut, que recupera hoy Sergio Almendros, siguen latiendo temas como “La flaca”, “Grita” o “El lado oscuro”.
Texto: SERGIO ALMENDROS.
Se hace muy difícil aproximarse al recuerdo de Pau Donés sin sentir una ligera punzada en el pecho. Lamentablemente, el triste devenir que le aguardaba al líder de Jarabe de Palo años después de despuntar con el trabajo que hoy recordamos le dio a toda su obra una carga sentimental extra, un plus que me atrevo a intuir que incluso hizo que mucha gente se reconciliara con algunos de sus discos después de que, admitámoslo, su reputación entre muchos se había agotado años atrás casi hasta la mofa. Pero lo que en todo momento ha permanecido inalterable ha sido la vitola de clásico del rock español alrededor de “La flaca”, una hermosísima canción que sirvió para que el bueno de Pau entrara en todos los altavoces de forma fulminante un año después de publicar su debut, en el verano de 1997. Aquel inolvidable verano de 1997.
En un momento en el que eso del eclecticismo, la fusión o la música latina no era ni mucho menos popular, aunque lógicamente ya llevaba por aquí un buen tiempo, Jarabe de Palo dio con la tecla para poner estos sonidos en los oídos de todo el mundo de forma masiva. A ello ayudó un anuncio que ponía la tonada a todas horas en los televisores, pero tampoco le debemos quitar mérito a un tema que acercó al gran público eso del rock latino, lo que llevaban años intentando gente del talento de Los Coyotes o los últimos Radio Futura. La historia del «coral negro de La Habana» es por todos conocida, tanto la real como la ligeramente ficcionada, pero su abrumadora popularidad no debe eclipsar al resto de canciones del disco, que vendió centenares de miles de copias y fue, a grandes rasgos, posiblemente el boceto de lo que luego se perfeccionaría en su segundo álbum, Depende.
Es de justicia admitir que aquella ópera prima se mostraba un poco desequilibrada en calidad, aunque sincera y clara en su apuesta. Así, realmente había varias canciones bastante menos interesantes que sus puntas de lanza, pero es que estas eran realmente sobresalientes. En la mente de todos están, aparte de la archiconocida canción que dio título al disco, otras dos joyas que habrían podido liderar cualquier colección: “Grita” y “El lado oscuro”. La primera más popera, apartándose de la vena latina en lo musical y con un positivismo en lo lírico que en el futuro marcaría muchas de las composiciones de Pau Donés, y la segunda retomando el lado panamericano, pero llevándolo a un ritmo más blues, con una letra que en su claridad y sencillez abarcaba una belleza emocionantísima, y con la guitarra de Jordi Mena aportando los, para mí, mejores momentos del álbum e incluso de la posterior carrera de la banda. Una joya que me sigue emocionando en cada escucha.
La clase media del álbum se nutría de temas bastante defendibles, como “Quiero ser poeta”, “No suelo compararme”, “Quítame la vida” o “Dueño de mi silencio”, disfrutables en su rol de acompañamiento pero a años luz de la triada apuntada hace unas líneas. Canciones cuyo papel fue el de moldear un sonido que significó un soplo de aire fresco a un panorama musical al que le estaba sobrando algo de trascendencia y drama y que ya necesitaba esta visión de la música y de la vida, una visión alegre y positiva, con un poco de «pa’ lo bueno y pa’ lo malo, llora ahora y ríe luego». Y no me sonrojo.
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