La entusiasta, de Gala de Meira

Autor:

LIBROS

«Una novela de iniciación a la brava en la que se rompe de golpe cualquier atisbo de construcción feminista»

 

Gala de Meira
La entusiasta
DOSMANOS, 2022

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Con capítulos ordenados por años, es el último de ellos, fechado en 2019, veinte años después del grueso del libro, el que le da consistencia y armazón. Apenas unas páginas en las que el lector sabe que se acerca el final y que lee complacido de sus dos virtudes. La primera es que detecta que está funcionando de argamasa para compactar todo lo que ha leído hasta ese momento; la segunda, que alcanza el cuidado literario que en el resto de páginas no ilumina a las palabras. Cierto es que en el cuerpo principal hay alguna imagen feliz, algún episodio bien narrado; pero, en conjunto, la acumulación de sucesos no busca más que la recreación de una dinámica progresivamente acelerada y no el recreo en la expresión.

No es casual que la novela parta de un hecho que va a ser el desencadenante de todo lo que vendrá después. Un hecho que la voz narrativa toma como justificante y explicación de su vida, tan importante para el gramaje estructural cuando lo cuenta como cuando lo calla: la muerte de su hermano. Todo lo que vienen después no va a ser más que una catarsis, entre Las bacantes e Historias del Kronen, la enajenación en un pequeño espacio urbano que es más propio del costumbrismo.

A partir de ese momento, la quiebra en la familia es imposible de reparar, insondable y su Galicia natal se convierte en el espacio del rechazo, del malestar. En contrapartida, su viaje a Madrid para estudiar Comunicación Audiovisual es el paraíso de la liberación. Allí comparte piso con su prima Adri, con los discos indies a los que su hermano la había aficionado y con unas ganas enormes de vivir en la ciudad efervescente que era en 2007. Por fin la pequeña larva está a punto de romper la crisálida: se va a convertir en mariposa.

Y el aún pequeño insecto va a volar por festivales y a posarse en esos cantantes y grupos que tanto le gustaban. Muchos de ellos, los más conectados con la historia, están resueltos con nombres supuestos, aunque ciertos datos parecen dar claves para reconocerlos.

Quizás unas de los objetivos mejor conseguidos en esta primera parte sea el progresivo emponderamiento. Al entrar en el Primavera Sound, se siente inútil ante la avalancha de gente que ella presume creativa, su inseguridad –retratada de forma un tanto reiterativa, sin explorar la clave de la condensación– tiene una fácil terapia: entrar en la zona VIP, recibir su primer beso de un músico y tener poco después su primera experiencia sexual, menos delicada por parte del varón que la de un troglodita, todo hay que decirlo. Es, en el fondo, una novela de iniciación a la brava en la que se rompe de golpe cualquier atisbo de construcción feminista.

Así que la princesa despierta sin dejar de ser nunca una chica desvalida. El ritmo crece, los cantantes la pretenden y la obsesión se vuelve enfermiza. Toda una cohorte entre la que también encontramos seres que cuentan con una mayor sensibilidad, como Kevin, el último de una estirpe que aún cree en el Canterbury Sound y en Tangerine Dream.

En 2008, sustituye los festivales por locales de moda en Madrid y por los after. La niña desvalida se ha vuelto socialmente enloquecida y hace su primer trío, en la que su partenaire femenina va a ser a partir de ese momento su mejor amiga y el personaje mejor trabajado de la novela, uno de los pocos que destaca entre toda la fauna humana que se mueve como en un Historias del Kronen del nuevo milenio.

Como siempre que alguna obra en nuestro país –hablo en general– causa polémica, la visión de esos momentos se vuelve sesgada y da la impresión de que todo fue así. Y, es curioso, cuando recibió más atención el texto fue al desvelarse el nombre auténtico de su autora, que al principio se había escondido en un seudónimo, como si el saber su nombre real la hiciese más apetecible. Uno, que vivió en parte esa época, les puede asegurar que de todo había en la viña del señor, y que muchos camerinos destacaban por la sosería más que por otra cosa. Como en todas las épocas, lo apolíneo y lo dionisíaco conviven, y el nuevo milenio empezó siendo un tiempo como todos los demás, ni bueno ni malo, ni mejor ni peor.

Anterior crítica de libros: Una máquina del tiempo, unas botas de piel de serpiente y una Gibson Les Paul, de Alfredo García.

 

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