La ciudad de las almas tristes, de Javier Márquez Sánchez

Autor:

LIBROS

«Una historia que es, sobre todo, un canto a Sevilla, coprotagonista esencial de esta novela, con sus calles, sus rincones, sus bares»

 

Javier Márquez Sánchez
La ciudad de las almas tristes
ALMUZARA, 2021

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

Que a Javier Márquez Sánchez le apasionan los géneros, no es ningún secreto. Una fascinación alimentada no solo por el papel, también, y mucho, por la pantalla, de ahí las referencias cinéfilas que se cuelan en sus novelas. Destacando la ambientación y el clima de esas dos obras cumbres que son Letal como un solo de Charlie Parker (2012) y Afilado como un blues a medianoche (2013), ambas protagonizadas por el inolvidable, e inefable, Eddie Bennett, y ancladas en los días dorados de Las Vegas, en las que realidad y ficción se encontraban para armar unos relatos deliciosos, pura literatura negra con el sabor de los mejores clásicos.

Y al género negro regresa el autor (compañero en Efe Eme) con La ciudad de las almas tristes, novela en la que los amigos de Javier (lo soy, por tanto no debiera escribir estas entusiastas líneas; espero que sepan perdonarme) podemos rastrear apuntes tomados de su propia biografía, de ese periodista sevillano que marchó a Madrid. Claro, que hasta dónde sé, Javier, que toca la guitarra y ha practicado el periodismo gastronómico como José Luis Ballesteros, su nuevo protagonista, no tuvo que salir de su ciudad natal por piernas y nunca se ha metido en más líos que los consustanciales al periodismo cultural (suelen ser de florete verbal, poco más: rara vez se pasa a mayores). Pero ahí, rebuscando en sus propias vivencias, ha sabido fantasear para construir una historia que es, sobre todo, un canto a Sevilla, coprotagonista esencial de esta novela, con sus calles, sus rincones, sus bares, su Semana Santa empapándolo todo. También, cómo no, siendo obra de quien es, de sus rockeros más ilustres. Una ciudad que el autor conoce bien, y pese al amor que le profesa, sabe interpretarla, leer en sus pliegues grises, pero sin dejar de transmitirle al lector su admiración y cariño por ella.

La ciudad de las almas tristes, como buen relato negro —en castizo castellano, no caigamos en esa cursilada tan en boga y profundamente detestable, por recurrente y cansina, de referirse al género como noir, en un francés que se pretende distinguido— incluye sus dosis de intriga y acción (caen unos cuantos chaparrones de hostias cada tanto, que siempre se agradecen). Pero todo el relato está teñido de una sana añoranza, con su poso de nostalgia y melancolía, donde pasado y presente se funden y avanzan con el ritmo y el pulso del que, talentoso, sabe cómo narrar y atrapar al lector. Porque cuando comienzas la lectura de La ciudad de las almas tristes, ya no puedes abandonar y caminas de la mano de José Luis Ballesteros, ese periodista que perdió los ideales junto con el carnet de prensa aunque, en la práctica, es un idealista que hace como que no. Un tipo al que le gusta meter el dedo en los ojos ajenos hasta hallar la paz, aunque solo sea consigo mismo y esta cueste alguna guerra. Un antihéroe rodeado de héroes a pequeña escala (su exnovia, su hermano), pero también de perdedores como él (sus excompañeros de periódico) y de corruptos a lo sevillano y lo madrileño, que es tanto como decir a la española. Porque esta magnífica novela, sevillana al cien por cien, habla de nosotros, de nuestra historia, de quiénes somos y de dónde venimos, por aquello de los polvos y los lodos.

Anterior crítica de libros: Dame más gasolina. Un recorrido por la música de gasolinera, de Oro Jondo.

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