LIBROS
«El sensacionalismo, los bordes éticos o la intimidad van tomando peso en la obra»
Javier Castillo
La chica de nieve
SUMA DE LETRAS, 2020
Texto: CÉSAR PRIETO.
No puedes para de leer. Ese es el principal valor de cualquier thriller —sin que esto afecte, claro está, al moldeado del lenguaje o al diseño de los personajes—, y se cumple con creces en la nueva novela de Javier Castillo, llena, como las tres anteriores, de suspense. La primera escena es trepidante, un medido plano-secuencia en el que tiene lugar ese azaroso segundo que cambia una vida. Nueva York, el día del desfile de Acción de Gracias, y una multitud se concentra en una esquina de Broadway para ver pasar majorettes, duendes, muñecos con forma de galleta. Los pavos están esperando el horno. Aaron Templenton coge a su hija Kiera de la mano para comprarle un globo. De pronto, hay un pequeño tumulto, leves empujones, caídas. Nada que conlleve heridos. Pero Aaron pierde la mano de su hija. No la volverá a ver hasta ocho años después.
Un día, con el matrimonio ya absolutamente roto, Grace, su exmujer, llama a Aaron. Alguien le ha dejado una cinta VHS —formato obsoleto ya hacía años— donde se ve la que indefectiblemente es su hija Kiera. La casi preadolescente parece jugar con una casa de muñecas en una habitación bien arreglada, luminosa. La grabación dura exactamente un minuto. Con alguna frecuencia, los padres irán recibiendo más cintas en las que ven a su hija crecer año tras año. Nunca más de un minuto.
Nada tendría recorrido más allá si no estuviera en la escena Miren Triggs, prometedora estudiante de Periodismo en el momento en que la niña desaparece y miembro de un prestigioso equipo de investigación en la prensa norteamericana cuando llega la primera cinta. En esos ocho años no ha cejado de buscar a la niña. Ni cejará. Con el pasado borrascoso que parece casi obligatorio en este tipo de novelas en la actualidad —Maigret, con su satisfecho y modesto matrimonio sería impensable hoy en día—, Miren se convierte en una destacada representante de esa raza de periodistas norteamericanos que alían perseverancia con intuición.
Y es que uno de los subtemas del libro es el poder de la prensa, cómo esta arruga o hace elásticas noticias. El sensacionalismo, los bordes éticos o la intimidad, poco a poco van tomando más peso en la obra, desde el momento en que esta ha de encararse con los sospechosos. Es quizás necesaria esa carga para poder trazar el personaje de Miren, su valentía, su lucha pese a todas las circunstancias, pero también —en una obra en la que la sorpresa y el giro inesperado es lo que vale— un motivo de reflexión para el lector.
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Anterior crítica de libros: Los solitarios, de Álvaro Arbina.