«Robert Johnson se había reunido con el Diablo en un cruce de caminos y le había vendido su alma a cambio de dominar la guitarra como nadie antes lo había hecho»
Para convertirse en un virtuoso de la guitarra solo hace falta tener un gran maestro. Y qué mejor que un maestro llamado Belcebú. Robert Johnson pasó de ser un músico anodino a convertirse en el Rey del Blues. ¿Su truco? Vender su alma al Diablo en un cruce de caminos. Héctor Sánchez nos refresca esta historia.
Texto: HÉCTOR SÁNCHEZ.
No hay mejor inspiración para un cantante de blues que llevar una vida triste. Y la vida de Robert Johnson no fue un camino de rosas. De hecho, las únicas cuatro rosas que pudo encontrar estaban en el fondo de una copa de bourbon. El mejor cicatrizante para las heridas es el alcohol; y en esta historia, la música.
Desde sus orígenes, la historia de Johnson es triste. El bluesman nació el 8 de mayo de 1911 en Mississippi. Fue fruto de un encuentro extramatrimonial de su madre, Julie Ann Majors, con el aparcero Noah Johnson; y el que en teoría era su “padre” abandonó a su esposa para marcharse a vivir con una amante. Robert tuvo que dejar sus estudios para dedicarse a trabajar en una plantación en Robinsonville, al sur de Memphis. Pero la recogida del algodón no era algo que le interesara a un joven Johnson, que ya tenía sus propias aficiones como la música, la bebida y las mujeres.
El borracho y mujeriego Robert Johnson parecía sentar cabeza en 1929 cuando se casó con Virginia Travis, una joven de 16 años. Pero entonces llegó la tragedia: Virginia estaba embarazada y murió junto a su bebé durante el parto en 1930. Este acontecimiento fue decisivo en la vida de Johnson; a partir de aquí se dedicó a viajar como un espíritu errante y se refugió dedicándose en cuerpo y alma a algo que no podría perder: el blues.
Sin embargo, como músico, Robert no destacaba mucho. El cantante Willie Brown le transmitió sus enseñanzas y gracias a él conoció al bluesman Son House. Johnson quedó prendado del sonido de House, pero Son House no podía decir lo mismo del inexperto Robert Johnson: “Volvía loca a la gente. Salían fuera y me decían: ‘¿Por qué no entras y le quitas la guitarra a ese chico?’ Yo volvía dentro y le reñía: ‘No hagas eso, Robert. No sabes tocar. ¿Por qué no tocas la armónica para ellos?’ Pero él no quería soplar aquella cosa. No le importaba que yo le riñese”. Lo que no se podía imaginar House es que acabaría tragándose sus propias palabras.
En 1931, Robert Johnson decidió salir en busca de su verdadero padre pero lo que se encontró fue a él mismo convertido en la leyenda más grande del blues. Después de un período de ausencia, Johnson regresó ante Willie Brown y Son House y tocó mostrando un nuevo talento desconocido que dejó a House con la boca abierta: “Ha vendido su alma al Diablo para tocar así”.
La leyenda corrió como la pólvora. En su viaje, Robert Johnson se había reunido con el Diablo en un cruce de caminos y le había vendido su alma a cambio de dominar la guitarra como nadie antes lo había hecho. Sus dedos se deslizaban sobre las cuerdas y gemía de una forma sobrenatural. Un pacto con el Diablo era la única explicación que se podía dar a la asombrosa metamorfosis de Johnson. Además, ¿a quién podía recurrir si no tras la muerte de su esposa y su prematuro hijo? El cruce de las autopistas 49 y 61 en Clarksdale, Mississippi, fue el escenario donde, una medianoche, un hombre vestido de negro cogió la guitarra del bluesman y la afinó a cambio del módico precio de su alma.
El inteligente Robert Johnson era consciente de todos estos rumores, pero en lugar de negarlos, optó por aprovecharse de ellos, mantener silencio respecto al tema y llevar consigo ese halo de misterio. Canciones como ‘Me and the Devil blues’, ‘Hell hound in my tail’ y ‘Cross road blues’ sirvieron para alimentar la leyenda. ¿Fue el mismísimo Satanás quién otorgó este nuevo don al guitarrista?
Existió un demonio que instruyó a Robert Johnson, pero no procedía del Infierno sino de Alabama y su nombre era Ike Zinnerman. Era otro bluesman rodeado de leyenda ya que había aprendido a tocar la guitarra bajo la luz de la luna de medianoche, sentado cómodamente en las lápidas de los cementerios. Zinnerman fue el mentor que logro que, a base de práctica, Johnson llegara a ser el Rey del Blues. No el Diablo.
No obstante, Robert Johnson no fue el primero en vender su alma a Belcebú. Otro cantante de blues llamado Tommy Johnson, y que no guardaba ningún parentesco con Robert, afirmó que él había hecho un pacto con Lucifer en un cruce de caminos para conseguir talento como músico. Hasta explicó qué se debía hacer para que el Diablo atendiera la llamada: “Si quieres aprender a tocar cualquier cosa que quieras, lleva tu guitarra a un cruce de caminos. Asegúrate de llegar un poco antes de las 12 de la noche. Coge tu guitarra y toca algo. Un enorme hombre negro llegará caminando y la afinará. Y entonces tocará una canción y te la devolverá. Así fue como yo aprendí a tocar todo lo que quería”. La diferencia radica en que la leyenda de Tommy la contó él mismo y que la leyenda de Robert nació por los rumores de los demás.
Aunque el Diablo se cobraría su deuda demasiado pronto, y el 16 de agosto de 1938, Robert Johnson sería uno de los primeros músicos en inaugurar el club de los fallecidos a los 27 años. Los motivos de su muerte son tan variados como rocambolescos: envenenado, tiroteado por el padre de uno de sus ligues, apuñalado por un marido engañado o por una amante celosa, poseído por magia negra… Hasta el cobro demoniaco resulta verosímil. Y si los motivos de su muerte son confusos, igual de confuso es el lugar donde descansan sus restos. Hasta tres supuestas tumbas en Estados Unidos dicen contener el cuerpo de Johnson. Nadie reclamó sus restos. Nadie lloró cuando el Rey del Blues del Delta hizo su último viaje.
Pero el destino es irónico. Su mayor reconocimiento vino después de la muerte. El legado del cantante de blues es escaso, ya que apenas grabó 29 canciones; sin embargo, su influencia es enorme: grandes guitarristas como Keith Richards o Eric Clapton han sido devotos seguidores suyos. Satanás entregó a Robert Johnson un talento diabólico para el blues, pero le hizo pagar un alto precio.
Nos veremos en La Cara Oculta del Rock…
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