«A las siete de la mañana, abandonó el hotel Embassy situado en Bayswater Road, en Londres, y condujo su coche hasta Cardiff. Las respuestas a las preguntas como adónde fue después o qué hizo todavía son un misterio»
La desaparición en 1995 de Richey James Edwards, letrista y guitarrista de los Manic Street Preachers, es uno de los mayores misterios del rock: a día de hoy sigue sin saberse si está vivo o muerto. Solo se sabe que desapareció.
Una sección de HÉCTOR SÁNCHEZ.
Alcohólico, anoréxico, depresivo y con tendencia a la automutilación. Así era Richey James Edwards, letrista y guitarrista de Manic Street Preachers. Aunque lo de “guitarrista” es un decir. Su talento con el instrumento era cuestionable; muchas veces, Richey James no tocaba la guitarra en directo, sino que simulaba hacerlo, incluso en ocasiones ni siquiera enchufaba el amplificador. Aunque su implicación instrumental dejara que desear, Richey Manic aportaba a la banda estética, sentimiento y profundidad. No importaba que apenas tocara la guitarra mientras fuera capaz de unir el nihilismo, la protesta y la cultura en los versos de sus canciones, convirtiéndose así en uno de los mejores letristas de su generación.
Esas letras eran un espejo de su atormentado carácter, ya que habitualmente sufría continuas depresiones de las que hablaba abiertamente: “Si estás desesperadamente deprimido como yo lo estaba, entonces disfrazarse es simplemente la última salida. Cuando era niño solamente quería hacerme notar. Nada podía entusiasmarme excepto la atención, por eso me disfrazaba lo más que podía. La atrocidad y el aburrimiento van de la mano”.
Si hay un episodio conocido dentro de la biografía de Edwards, ese fue su encuentro, en 1991, con el periodista de la revista “NME”, Steve Lamacq. El entrevistador no estaba seguro de la autenticidad de la banda y se planteó si en realidad eran solo un montaje publicitario. Para demostrar que los Manics eran reales, Edwards cogió una cuchilla y, como prueba de fuego, se talló en su brazo el texto “4 real”. Así de serio se tomaba las cosas. El letrista dejó constancia de la “realidad” del grupo, pero al mismo tiempo acabó en el hospital con diecisiete puntos de sutura. Este suceso no fue un hecho extraño para alguien como Richey James, acostumbrado a realizar cortes en sus propias carnes o apagarse cigarrillos en la piel como medio de escape de los problemas del día a día: “Cuando me corto me siento mucho mejor. Todas las pequeñas cosas que pudieron haber estado fastidiándome repentinamente parecen tan triviales porque me estoy concentrando en el dolor. No soy una persona que pueda chillar y gritar, por eso éste es mi único escape”.
Pero autolesionarse no era el único incentivo que Richey James tenía en la vida, su consumo de alcohol crecía en progresión inversamente proporcional a su ingesta de alimentos. Sus propias declaraciones tampoco le inspiraban un futuro mejor al soltar perlas como estas: “Llega un punto donde no puedes actuar más como un ser humano. No puedes levantarte de tu cama, no puedes hacerte una taza de café sin algo malo sucediéndote o que tu cuerpo esté demasiado débil para caminar”.
El día 1 de febrero de 1995, Richey Manic no aguantó más. Ese día debía volar hasta Estados Unidos junto con el vocalista de los Manic Street Preachers, James Dean Bradfield, para la gira de promoción del tercer trabajo de la banda, “The Holy Bible” (1994), un álbum cuyas letras servían de manual perfecto para comprender cómo se encontraba Edwards en esos momentos, pero Richey James no apareció. A las siete de la mañana, abandonó el hotel Embassy situado en Bayswater Road, en Londres y condujo su coche hasta Cardiff. Las respuestas a preguntas como adónde fue después o qué hizo todavía son un misterio. Como al día siguiente no se había presentado en Estados Unidos, el mánager de la banda denunció a la policía londinense la desaparición del letrista. Su familia tampoco tardaría en echarlo de menos, sus padres y su hermana publicaron esta nota en los periódicos locales: “Richard, por favor, contacta con nosotros. Con cariño, mamá, papá y Rachel”. Pero Richey James Edwards seguía sin dar señales de vida.
Durante las dos semanas previas a su desaparición, Edwards retiró de su cuenta 200 libras cada día hasta sumar una cantidad de 2.800 libras. Después de su desaparición, varios testigos aseguraron haberle visto en la oficina de pasaportes y en la estación de autobuses de Newport. Incluso un taxista de Newport aseguró haber recogido al letrista en el King’s Hotel el 7 de febrero y haberlo llevado hasta la estación de servicio Severn View, cerca del pueblo de Aust, después de pasar por Blackwood, el lugar de origen de Richey James. Al cabo de una semana, el 14 de febrero, su coche, un Vauxhall Cavalier, recibió una multa en la estación de servicio Severn View; tres días después, el vehículo fue denunciado por abandono. Cuando la policía lo inspeccionó, comprobaron que la batería estaba descargada, lo que quería decir que alguien lo había utilizado. Cerca de esta estación de servicio se encuentra el puente de Severn, un puente colgante conocido por ser el lugar preferido por los suicidas para poner fin a sus vidas.
Desde el día de su desaparición, a los Manics no les quedó más remedio que seguir su andadura convertidos en un trío. En el primer concierto que la banda ofreció sin Edwards, sus antiguos compañeros colocaron un micrófono de más en el escenario, por si, de repente, su amigo fuera a surgir de entre el público y volviera a sumarse a ellos después de un pequeño paréntesis. Aunque esto no sucedió, durante años James Dean Bradfield, Nicky Wire y Sean Moore han guardado una cuarta parte de los royalties generados por las canciones esperando su regreso. Su familia tampoco perdió la esperanza: podrían haberle declarado legalmente muerto en 2002 y, sin embargo, esperaron hasta el 23 de noviembre de 2008. Desde entonces, el letrista se encuentra “presuntamente muerto”. Un año después, Manic Street Preachers lanzaron un disco, “Journal for plague lovers”, con letras inéditas escritas totalmente por Edwards. Una forma de mantener vivo el espíritu de Richey James.
El letrista realizó un truco de escapismo capaz de poner en evidencia al mismísimo Houdini, pero al igual que sucedió con Jim Morrison o con Elvis Presley, son muchos quienes aseguran haberse cruzado con él en lugares tan dispares como Goa (India) o las islas de Fuerteventura y Lanzarote. Richey Manic desapareció a la edad maldita de 27 años, pero no está muy claro si se le puede considerar miembro del selecto Club de los 27, como Jimi Hendrix, Janis Joplin o Kurt Cobain. ¿Muerte? ¿Suicidio? ¿Asesinato? Son muchas las hipótesis, pero hasta el momento, el atormentado Richey James Edwards se fue para no volver y todavía no se sabe si dejó un bonito cadáver.
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Anterior entrega de La cara oculta del rock: Las maldiciones de Led Zeppelin.
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