«Diecisiete personas se habían quitado la vida. ¿Qué motivo les había impulsado a tomar semejante decisión? En las notas de suicidio que habían redactado antes de su último suspiro figuraban los versos de una canción deprimente»
Antes de que los grupos de rock duro fueran acusados de incitar al suicidio y antes de que existiera el rock, una sombría canción hacía perder el juicio a quien la escuchaba y le obligaba a quitarse la vida. Billie Holiday grabaría la versión más famosa de este tema, ‘Gloomy sunday’, pero la leyenda negra comenzó en la Hungría de los años treinta.
Una sección de HÉCTOR SÁNCHEZ.
Sherlock Holmes o Hercule Poirot se habrían frotado las manos en la Hungría del año 1936. Una repentina ola de suicidios tenía en jaque a la policía del país. Diecisiete personas se habían quitado la vida. ¿Qué motivo les había impulsado a tomar semejante decisión? En las notas de suicidio que habían redactado antes de su último suspiro figuraban los versos de una canción deprimente. En otros casos, las manos de los cuerpos que eran encontrados sin vida sujetaban la partitura de esa misma melodía. Otras veces, las víctimas se despedían del mundo después de escucharla reproducida en un gramófono o interpretada por una banda. ‘Szomurú vasárnap’, que en húngaro sería ‘Domingo triste’, era esta canción capaz de llevar al oyente hasta el extremo de querer dejarlo todo atrás y pasar a mejor vida. La letra narraba una tragedia. Una persona se lamentaba porque la Muerte se había llevado a su amante y se planteaba correr la misma suerte. ¿Acaso los oyentes se podían sentir identificados con esa historia y decidían imitar la suerte de su protagonista? Una canción tan peligrosa como esa no tardaría en ser prohibida en Hungría.
Los responsables de crear una canción tan fulminante fueron dos húngaros: el músico Rezsö Seress, que se encargó de la composición, aunque en un primer momento la tituló ‘Vége a világnak’ (‘El fin del mundo’), y el poeta László Jávor, que modificó la letra original de Seress por la deprimente historia de amor. Supuestamente, Jávor dedicó el tema a una antigua novia. Por desgracia, esta mujer acabaría siendo otra de las víctimas de la canción y se suicidaría dejando una nota más con el texto “domingo triste”.
Con semejante carta de presentación, “La canción húngara del suicidio”, como se empezó a conocer popularmente, no tardaría en llegar a Estados Unidos. El tema original fue compuesto en 1933, y en 1936, Sam M. Lewis lo adaptó al inglés con el título ‘Gloomy sunday’; Hal Kemp y su orquesta fueron los primeros en interpretar esta versión. Por otro lado, ese mismo año, el letrista Desmond Carter también adaptó la canción con otra letra alternativa y el encargado de grabarla fue el cantante Paul Robeson. Sin embargo, quien la popularizó sería Billie Holiday, en 1941. Nadie como la atormentada Lady Day podía hacerlo mejor. Su colega, el cómico James “Stump” Cross, del dúo Stump y Stumpy, hizo mención a la importancia que Holiday le daba al tema: “Le encantaba ‘Gloomy sunday’, pero se cansó de cantarla. La letra le resultaba tan cercana que, cuando la cantaba, aquellas imágenes se le hacían reales y aquello la afectaba. Le encantaba, pero también la odiaba. Lady era mucha Lady, y había vivido mucho…”.
Muchos interpretarían después ‘Gloomy sunday’: Sarah Vaughan, Ray Charles, Elvis Costello, Serge Gainsbourg, Marianne Faithfull, Sinéad O’Connor o Björk, pero ninguna interpretación sería tan hipnótica como la de Billie Holiday. Esta versión anglosajona era un poco más suave que la canción húngara original, ya que incorporaba unos versos nuevos en los que se mencionaba que todo había sido un sueño y que la persona amada no había muerto, por lo que quien la narraba ya no tenía que quitarse la vida. No obstante, la versión de Holiday también provocaría su correspondiente ola de suicidios de amantes desolados que decidían solucionar sus problemas tras un salto por la ventana y, como consecuencia, también sería prohibida en las emisoras de radio.
El último que sufriría la maldición de este tema sería su propio autor. En enero de 1968, Rezsö Seress decidió seguir los pasos de aquellos que habían enloquecido con su canción y se precipitó por la ventana de su apartamento en Budapest. Aunque le había reportado mucho éxito, aquel tema convirtió a Seress en una persona infeliz. El compositor no había sido capaz de hacer nada parecido. La canción le había superado y, como era consciente de que nunca podría volver a componer algo igual, se dio por vencido y optó por pasar a mejor vida.
¿Puede una canción funcionar de una forma tan drástica como para perder la cabeza de esa manera? Detrás de la historia maldita de ‘Gloomy sunday’ se esconde una colección de leyendas urbanas. Los suicidios que tuvieron lugar en Hungría fueron ciertos, pero sus razones estaban relacionadas con la depresión económica, la hambruna, la pobreza y la situación política previa al estallido de la Segunda Guerra Mundial. Un contexto como ese era un motivo más “razonable” para quitarse la vida que escuchar una triste canción sobre un amor truncado por la muerte. Por otro lado, la historia del suicidio de la pareja del letrista László Jávor varía en función de cómo sea contada. Algunas versiones dicen que fue otra víctima más de los suicidios; según otras, el suicidio de esta mujer fue el detonante para la redacción de la letra. Incluso los motivos por los que Seress se quitó la vida son puras especulaciones. Por último, en cuanto a su llegada a Estados Unidos, los supuestos y numerosos suicidios que tuvieron lugar como consecuencia de la hipnótica versión de Billie Holiday no están demostrados.
‘Gloomy sunday’ fue compuesta antes del nacimiento del rock e inauguró una leyenda negra que muchos otros grupos e intérpretes sufrirían más adelante, desde Judas Priest hasta Ozzy Osbourne. Pero esas son otras historias.
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