«No tengo dudas de que Janis está aquí. Suceden cosas. Las luces se encienden y se apagan, las cosas se mueven, el termostato sale disparado, el teléfono suena inexplicablemente»
Aunque en el escenario hacía el amor con 25.000 personas, Janis Joplin se volvía a casa sola. Y sola murió, en el hotel Landmark en Hollywood. Pero su espíritu sigue vivo y no solo en su música, ya que hay quien dice que el fantasma de Joplin deambula por la habitación donde murió.
Una sección de HÉCTOR SÁNCHEZ.
Algo extraño sucede en el hotel Highland Gardens, situado en Hollywood. Una de sus habitaciones se comporta de manera excéntrica, si es que una habitación puede comportarse de alguna manera. Las luces, el teléfono, la calefacción y las puertas parecen cobrar vida. Y es que durante un breve período, esta habitación alojó a una inquilina muy especial.
En agosto de 1970, la habitación 105 de este hotel de Los Ángeles, que por entonces se llamaba Hotel Landmark, recibió la visita de la que se convertiría en su huésped más célebre: Janis Joplin. Por esa época, la vida no la trataba mal. La cantante se había mudado porque se encontraba inmersa en la grabación de un nuevo álbum con el que estaba la mar de satisfecha, “Pearl”, titulado así por el mote por el que era conocida. No obstante, a Pearl no solo le iba bien en lo profesional; además, parecía haber encontrado el verdadero amor. Pero que su vida laboral y sentimental caminaran en buena dirección no era suficiente para una persona subida a una montaña rusa de emociones.
Jimi Hendrix falleció el 18 de septiembre y el suceso hizo que Joplin se cuestionara qué podría suceder si ella corriera la misma suerte: “Me pregunto si yo muriera… ¿qué pasaría? ¿Hablarían de mí tanto como de Jimi? ¡Ja, ja! ¡No es un mal truco para hacerse publicidad!”. También pensó que, después de Hendrix, ella no podría fallecer también en 1970: “Disminuye mis posibilidades. Dos estrellas del rock no se pueden morir en el mismo año”. Incluso bromeó sobre el asunto con Myra Friedman, la encargada de publicidad de su representante: “No te preocupes, Myra, querida, no voy a morir el mismo año que Jimi Hendrix. ¡Soy mucho más famosa que él!”. Menos de un mes desde que Jimi pasara a mejor vida, Janis ya le había imitado. ¿Era la crónica de una muerte anunciada? Poco antes de que Joplin echara su último trago, tuvo una interesante conversación con Kris Kristofferson en la que él trató de mostrarle el lado luminoso de su vida: “Vamos, chica. ¿De qué estás hablando? Tienes un chaval estupendo que te quiere, y tienes un público que te adora, que ha vuelto a creer en ti y una carrera con muchas cosas de las que te puedes enorgullecer. Hay gente en este negocio que no tiene ni una cosa ni la otra, ¿por qué hacer estallar todo?”. A lo que Janis Joplin respondió con un lacónico: “Kris… ¿Cuánto vale realmente todo eso?”.
Aquel “chaval estupendo” se llamaba Seth Morgan. Era un estudiante de la universidad de Berkeley, hijo de una familia acomodada de Nueva York y fingía ser nieto del banquero J. P. Morgan. Janis parecía que iba en serio con él: “Nos casaremos en México y después haremos un crucero de viaje de bodas por el Caribe. No, no pongáis esa cara ¡de verdad, esta vez en serio!, ¡le amo y me voy a casar con él!”. Janis lo tenía claro y a finales de agosto la pareja había hablado con el abogado Bob Gordon. Según las leyes de California, él podría reclamar la mitad de los ingresos de ella, mientras que ella no tendría ningún derecho sobre el dinero de él, por lo que más adelante, Gordon le recomendó a la cantante que realizara un contrato prematrimonial. Janis Joplin tenía buenas intenciones. Quería dejar de lado su imagen de devoradora de hombres, y de mujeres, y había comenzado a cuidar su consumo de alcohol. Incluso había controlado su adicción a la heroína. Pero esta moderación de alcohol y droga le ocasionaba ansiedad. Como Pearl no era tan dura como intentaba parecer, volvió a buscar la felicidad en el final de una aguja, a pesar de las broncas de Seth: “Janis, te tiras dentro de un pozo y después llamas a alguien para que te demuestre que te quiere sacándote de allí. Entonces te das la vuelta y te tiras en otro, pero más hondo, y antes de que lo notes, esa persona se sentirá como un pelele y te dejará allí abajo”.
Mientras Joplin trabajaba en Los Ángeles, Morgan se quedó en la casa de la cantante en Larkspur. Seth aprovechó los días de diario para llevarse a sus ligues a la cama de su novia, mientras los fines de semana se acercaba a Los Ángeles para acompañar a Janis. Pero este tiempo no era suficiente para Pearl, que sufría una dependencia enorme y deseaba que su hombre pasara más tiempo con ella. Peggy Caserta, amiga y amante de Janis, intentaba quitarle de la cabeza la idea de la boda ya que pensaba que el chico la estaba utilizando. No le faltaba razón. “Si hubiera sido una don nadie, ni siquiera la hubiera mirado”, acabaría asegurando el caballeroso Morgan. A finales de septiembre, Janis Joplin y Seth Morgan fueron de compras. Una camisa fue el motivo de una histérica discusión sobre el dinero de la artista. Joplin, disgustada, se marchó llorando al hotel. Como siempre, la cantante estaba entre la espada y la pared: odiaba sentirse utilizada por su pareja pero al mismo tiempo, la idea de perder a Seth le aterrorizaba. Por su parte, Morgan no le dio ninguna importancia al suceso. Lo que la pareja no sabía es que esa sería la última vez que se verían.
Janis volvió a hablar con el abogado Bob Gordon el 1 de octubre para informarse sobre los trámites del matrimonio. Aprovechando la conversación, Joplin cambió su testamento. En el anterior, dejaba todos sus bienes a su hermano Michael; en el nuevo, este solo recibía una cuarta parte ya que la mitad sería para sus padres y el otro cuarto para su hermana Laura. Además del nuevo reparto, Pearl puso un fondo de 2.500 dólares para que se celebrara una fiesta en su honor el día que muriese. La fiesta acabó celebrándose a los pocos días.
La tarde del sábado 3 de octubre, Janis acudió al estudio de grabación, se reunió con la banda Full Tilt Boogie y quedó entusiasmada con la parte musical del tema ‘Buried alive in the blues’. Al día siguiente grabaría la parte vocal. Después, Janis y Ken Pearson, miembro de la banda, fueron al Barney’s Beanery para tomar unos vodkas. Sobre las doce, la cantante regresó a su habitación en el hotel Landmark donde, a pesar de que esperaba dos visitas, se encontró sola. Por la tarde había charlado con Seth por teléfono. Morgan le había prometido volar a Los Ángeles ese sábado, pero no llegaría hasta el domingo. El retraso ocasionó otra bronca en la pareja y Joplin volvió a disgustarse. Su otra visita, Peggy Caserta, acabó en el hotel Chateau Marmont con una nueva conquista en lugar de acudir a su cita con la cantante en el Landmark, y ni siquiera llamó para justificar su ausencia. Desesperada, Pearl telefoneó a Seth Morgan, quien no atendió la llamada porque se encontraba flirteando con una camarera.
Como de costumbre, volvía a estar sola. No tenía a nadie alrededor, así que el único entretenimiento que tenía esa noche fue un buen chute. Sobre las cuatro y cuarto de la madrugada del día 4, bajó al vestíbulo para comprar un paquete de tabaco y estuvo charlando con el conserje, Jack Hagy. Joplin no solo quería fumar, quería sentir algo de contacto humano. Aunque el conserje no tenía ni idea de quién era la persona que le estaba hablando, escuchó con atención sus comentarios sobre el próximo disco. Fue la última conversación de la artista. Janis Joplin subió a su habitación, dejó sobre la mesilla el paquete de cigarrillos que aún no había abierto y se desplomó con las monedas de la vuelta en su mano.
Que Janis no hubiera acudido a la grabación de su parte de ‘Buried alive in the blues’ y que su Porsche psicodélico estuviese aparcado en la puerta del hotel fueron los motivos por el que los más cercanos a la cantante se olieron que algo no iba bien. Una vez encontrado el cuerpo, el médico forense, Thomas T. Noguchi, aseguró que la muerte fue accidental, como consecuencia de una sobredosis de la heroína de alta pureza que Joplin había consumido. Esa misma noche, también fallecieron otras ocho personas que compraron heroína al mismo camello.
A pesar de los comentarios de humor negro sobre la muerte de Jimi Hendrix, Janis Joplin siguió sus pasos y entró en el Club de los 27. No pudo disfrutar del éxito del álbum “Pearl”, que fue lanzado en enero de 1971. Aunque su cuerpo fue incinerado y las cenizas arrojadas a las aguas californianas de la playa del condado de Marin, como ella deseaba, su espíritu vivió para siempre. Y no solo en su música. Janis Joplin se manifestaría después en la habitación donde murió. Desde el año 2006, Don Hoyt, un viejo amigo de la cantante, viaja desde Atlanta hasta Los Ángeles todos los 4 de octubre a modo de ritual para alojarse en el mismo lugar donde perdió a su amiga. Según Hoyt, el espíritu de la cantante se mantiene en las paredes de la habitación: “No tengo dudas de que Janis está aquí. Suceden cosas. Las luces se encienden y se apagan, las cosas se mueven, el termostato sale disparado, el teléfono suena inexplicablemente. Quienes la conocíamos y hemos estado aquí sentimos las mismas cosas. No nos cabe duda. Pero nos recuerda a ella. No vengo aquí por el morbo. Vengo para homenajear a Janis y a todas las cosas que echo de menos en mi vida, pero de las que estoy agradecido”.
Janis Joplin nunca llegó a sentirse feliz, a pesar de que se lo propuso: “Tal vez no acabes siendo feliz, pero que me follen si no lo voy a intentar. Si no lo intentas, es como suicidarte el día que naces”. Desde su infancia se sintió sola, acomplejada y siempre trató de ser querida. Su voz desgarrada solo era una muestra del estado en el que se encontraba su corazón. La noche en que murió estuvo acompañada por quien más temía: la soledad. Es difícil tomar en serio el testimonio de un hombre que cree en fantasmas, pero ¿quién sabe? Quizá Janis se manifiesta para sentir un poco de compañía.
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Anterior entrega de La cara oculta del rock: Hola, Sid Vicious. Adiós, Glen Matlock.