«Durante esta sesión de espiritismo, el vaso comenzó a desplazarse por las letras del tablero hasta completar el nombre de la persona que les estaba hablando desde el más allá: Alice Cooper»
Según la leyenda, Alice Cooper, al buscar su propio nombre artístico, utilizó un método tan poco ortodoxo como adentrarse en el mundo de los muertos en una sesión de espiritismo.
Una sección de HÉCTOR SÁNCHEZ.
En la Inglaterra del siglo XVII vivía una niña llamada Alice Cooper; pero no era una niña cualquiera, era una niña tan extraña como excepcional. Alice nació en Sussex, el 4 de febrero de 1623. Una de las peculiaridades que la diferenciaban del resto de muchachas era que Alice tenía un don que le permitía escuchar voces que nadie más podía oír. Aunque ella no era la única persona extraña dentro de su familia. Su hermana Christine, que era tres años mayor que ella, tenía nociones de magia. Ambas hermanas pasaban casi todo el día juntas, compartiendo conocimientos. La mayor no solo le enseñó a la pequeña cómo utilizar las plantas raras que crecían dentro del bosque, también le enseñó a hablar lenguas olvidadas en el tiempo que eran capaces de atraer a los truenos y de encender el fuego. Los padres de las niñas, que eran unos buenos progenitores y no poseían ningún poder extranatural, perecieron en un misterioso incendio en el que sus cuerpos quedaron reducidos a cenizas. Si perder a los padres era algo duro, para Alice fue más duro todavía, ya que los perdió el mismo día de su duodécimo cumpleaños. Pero la sombra de la tragedia perseguía a la niña; un año después, los aldeanos del pueblo acusaron a Christine de bruja y, sin dudarlo, acabaron con ella en las llamas de una hoguera. Alice, que a sus trece años ya no tenía a nadie en el mundo, se reencontraría con su hermana y amiga una semana después, tras caer en el sueño eterno por un veneno que ella misma pudo haber decidido tomar.
El espíritu de esta extraña niña vagaría por el mundo de los muertos hasta que en el año 1968 tuvo la oportunidad de manifestarse. Por entonces, los miembros de The Nazz, un grupo de rock que todavía estaba buscando su sitio, se reunieron en casa de Alice Paxton, una amiga de la banda cuya madre se dedicaba al mundo de la videncia. Saber que la señora Paxton tenía un tablero de ouija en su hogar y no utilizarlo era una oportunidad perdida, así que el grupo se dispuso a probarlo. Durante esta sesión de espiritismo, el vaso comenzó a desplazarse por las letras del tablero hasta completar el nombre de la persona que les estaba hablando desde el más allá: Alice Cooper. En lugar de causarles terror, la sesión les vino de perlas. En ese momento, la banda estaba buscando un nombre nuevo tras descubrir que Todd Rundren ya tenía un grupo llamado Nazz, así que a partir de entonces y gracias a esa oscura niña de la Inglaterra del siglo XVII, la banda comenzó a denominarse Alice Cooper.
Pero no solo fue la banda la que incorporó el nombre de la pequeña muerta, sino que su líder, Vincent Furnier, también lo utilizaría como suyo propio. Para seguir alimentando la leyenda, el 12 de abril de 1968, Furnier aseguró que murió en un accidente de coche y que resucitó como Alice Cooper. El hecho de que el grupo y su figura principal compartieran nombre sirvió para sembrar el desconcierto que el señor, Furnier, o el señor Cooper, deseaba. Y, por supuesto, esta desconcertante historia también fue un invento del cantante. Ninguna muchacha relacionada con la brujería realizó su aparición estelar en una sesión de espiritismo, ya que esta supuesta y paranormal Alice Cooper nunca existió. Todo fue un invento publicitario, una estrategia para llamar la atención de los medios y del público. De hecho, es posible que ni siquiera hubiera una sesión de ouija. Vincent Furnier estaba encantado con su invención: “Era tan americano y tan espeluznante al mismo tiempo”. Pero ¿por qué Alice Cooper? Porque fue lo primero que a su líder se le pasó por la cabeza: “Podría haber dicho ‘Jennifer Smith’ o ‘Mary Truesdale’, pero se me ocurrió ‘Alice Cooper’. Fue el primero que se me ocurrió. El nombre de Alice Cooper evocaba a una asesina del hacha. Me recordaba a Lizzie Borden”. Sin embargo, el resto de los miembros no compartían el entusiasmo de su vocalista: “Yo estaba encantado con el nombre, pero Neal Smith lo aborrecía. ¡Él creía que finalmente se había metido en un grupo que iba a ir a algún lugar, a hacer algo importante, a conseguir un Rolls Royce y una mansión en el campo y ahora le cambiaban el nombre a algo estúpido como Alice Cooper!”.
El nombre unía de la misma forma lo masculino, lo femenino, lo infantil y lo inquietante. Además, para reforzar estos conceptos, Alice Cooper decidió esconder su rostro detrás de un maquillaje inspirado en la película “¿Qué fue de Baby Jane?” (Robert Aldrich, 1962). Pero bajo esta nueva identidad, Vincent Furnier no solo quería crear un personaje terrorífico, un villano del rock y una pesadilla sobre el escenario; con su nuevo nombre, también pretendía salvar la reputación de su familia, ya que su padre, Ether Moroni Furnier, era pastor de la Iglesia de Jesucristo. De esta manera, no se asociaría el apellido de los Furnier a las pérfidas y truculentas prácticas que Alice Cooper representaba sobre el escenario.
Aunque la banda se disolvió en 1974, Alice continuó su carrera en solitario conservando el nombre. Podía seguir utilizándolo ya que lo había cambiado legalmente. Ahora sí que era Alice Cooper. Pero no todo el mundo aceptó el cambio, como declaró el cantante: “Mi madre es la única que me sigue llamando Vince. Me dice: ‘Hey, superestrella, saca la basura’”. Para Alice Cooper, cambiar de nombre fue una de las mejores decisiones que tomó en su vida. Su segunda mejor fue lanzar una gallina a su público. Pero esa es otra historia.
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Anterior entrega de La cara oculta del rock: Lynyrd Skynyrd, las llamas de la muerte.
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