«Rompo con un repertorio y con un personaje con los que ya no me identificaba, y no me arrepiento de lo que he hecho, pero la imagen que se daba de esto no es la que yo pensaba que estaba transmitiendo. Creo que había llegado el momento de acabar»
Lichis mata a La Cabra Mecánica con el disco «Carne de canción» y en directo en dos partes: en una gira que ya ha echado a rodar y que más tarde se sumará al nuevo tour de Fito & Fitipaldis. Pero el final, tal y como cuenta el propio Lichis en esta entrevista, no ha sido precisamente feliz, el camino recorrido ha estado plagado de obstáculos; pese a ello, intenta que la alegría rodee la última página de la historia del grupo.
Texto: JUAN PUCHADES.
«Con este disco acabamos con quince años de La Cabra Mecánica, cerramos el chiringuito por extenuación. ‘Carne de canción’ es un repaso a todas las canciones de La Cabra, y menos dos que se han quedado en las versiones originales, todo lo demás está grabado en versiones nuevas y diferentes. Además, hay otras tres canciones nuevas e inéditas». Quien habla es Miguel Ángel Hernando, más conocido como Lichis, alma, corazón y cerebro de La Cabra Mecánica, ese grupo que pocos supieron entender y que alcanzó notoriedad en el fin de siglo junto a María Jiménez y ‘La lista de la compra’, el mismo grupo que vivió sus peores horas vendiendo cupones de la Once. Ahora, cansado y con la sana intención de dar carpetazo a este proyecto, Lichis asesina a La Cabra, en el horizonte, Miguelito, un nuevo proyecto que tomará cuerpo el año próximo.
No termino de entender esto de que acabes con La Cabra Mecánica, porque tú eres La Cabra Mecánica… ¿No es como terminar contigo mismo? ¿Es esto un suicidio?
Más o menos, realmente es romper con un repertorio y con un personaje con los que ya no me identificaba, no quiero decir con esto que me arrepienta de lo que he hecho, pero la imagen que se daba de esto no es la que yo pensaba que estaba transmitiendo. Esta imagen asociada a términos como canalla, para mí no tiene más que connotaciones peyorativas. Creo que había llegado el momento de acabar. Cuando empecé con esto, en el 93-94, enseñaba las maquetas y la gente se quedaba muy sorprendida al escucharlo, pero hoy por hoy pasaría por ser una cosa muy sobada, tanto por mí como por gente que ha venido detrás, que también es algo lógico, no lo digo con rencor. Pero la fórmula creo que ya se había agotado y que no podía yo seguir remando a contracorriente mientras otros tenían una autopista abierta. También es por la necesidad de componer, tengo ganas de recuperar ese estímulo primigenio de salir a un escenario sin que el público sepa qué repertorio le vas a tocar, y si en ese momento empiezan a bostezar, no sacarme ‘La lista de la compra’ para llevármelo muerto. También tengo ganas de encontrarme cantando con colores nuevos y poder dejar La Cabra con alegría, que es algo que siempre había soñado hacer.
Una de las cosas que más sorprenden escuchando los dos discos que incluye «Carne de canción», es que has mirado a un montón de direcciones, no te ceñiste al sonido de ‘La lista de la compra’, que es lo que ha podido quedar en el recuerdo de la gente. ¿Eso ha sido bueno o ha sido malo?
Supongo que ha sido malo, porque lo que nos suele gustar aquí son los artistas que repiten el mismo disco una y otra vez y el mismo esquema, y lo entiendo, tengo compañeros de profesión que tienen una hipoteca que pagar, dos hijos a los que dar de comer… Otras veces es por ambición, gente que nunca tiene bastante y se aferra a una fórmula. La Cabra siempre ha sido muy variada, pero cuando me decían que he tocado muchos estilos, siempre digo lo mismo, cógete cualquier disco de los Beatles, sobre todo de la última época, una es un rock and roll, la siguiente un tema de folk, el siguiente igual tiene aires medio latinos, el siguiente un tema de comedia musical, el otro es de influencia clásica. Es decir, esto se ha hecho siempre, no es algo que hayamos inventado nosotros, es una característica que siempre ha estado presente.
Quizá lo que pasa en tu caso es que los contrastes son muy fuertes.
Sí, ese es el carácter que tenía La Cabra Mecánica, el encontrar que el rock and roll estaba en el country, estaba en el folk, en el blues, pero que también estaba en la copla, en el tango y en el bolero. Siempre he buscado ese sentimiento universal común que tienen todas las músicas populares, que están hechas, además, por el mismo tipo de gente. Por eso te decía que lo de canalla nunca me ha gustado, me ha gustado más el término callejero, y la calle es la señora mayor que va con la lechuga, el chico que tiene catorce años o el niño que está jugando, todo ese abanico de edades ha vivido experiencias cercanas al rock and roll, que son las que intento aunar, y por eso intento buscarme en diferentes estilos. Y eso, claro, perjudica, porque en ocasiones romper esquemas mentales estrechos es muy difícil. Alguien que escucha un disco y de pronto te dice con sorpresa, «joder, tío, tienes temas que suenan a los Beatles». Claro, ¿y qué pasa?
‘Valientes’, el tema inédito que ha salido en videoclip, es una canción muy buena y bien rockera. ¿Avanza por dónde puede ir tu futuro, o para nada?
Quizás el tema ‘Carne de canción’ sea el más representativo de por dónde me gustaría ir en el futuro, pero sí que hay muchas pistas en este disco, en las nuevas versiones, porque he cambiado mi forma de cantar, he tratado de suavizar ese acento madrileño del que ya hice uso y abuso, y que ya huele un poco a segunda mano. Seguramente haya colores y diferentes cosas que dan pistas de lo que sea el futuro.
En ‘Valientes’ dices «ganaremos un ratito hasta que bailen los de siempre», ¿se puede aplicar eso de algún modo a la historia de La Cabra; conseguiste ganar un ratito y luego volvieron a bailar los de siempre?
Sí, creo que significa eso. Es lo que te decía, en el año 93 o 94 había quien me decía «dónde coño vas tú con esto, qué carajo es esto». Entonces ya era músico, me ganaba la vida tocando el bajo en diferentes grupos, llevaba a los bares temas maquetados de los grupos en los que había estado tocando, de pop español, de reggae, de funky, de blues, de lo que fuera y la sensación del público era que se quedaban boquiabiertos, «¡pero qué es esto!». No es que hiciéramos algo especialmente transgresor, pero como bien apuntabas antes, sí conjugábamos cosas que sin ser diferentes juntas sí ofrecían un efecto chocante, pero que a mí me resultaba muy estimulante. Y ese es el espíritu que quiero recuperar. Sí, es verdad que abrimos algunas puertas que luego para nosotros permanecieron cerradas y que a día de hoy, quince años después, siguen cerradas, nunca se abrieron para nosotros pero sí que se abrieron para otra gente. No quiero contar esto con rencor, simplemente ha sido una circunstancia así y así hay que aceptarla.
ILUSAS ILUSIONES
Visto ahora, ¿fue beneficioso o perjudicial un tema como ‘No me llames iluso’?
Fue terriblemente perjudicial para mí. No prentendo ni ser Mozart ni Borges, ni Einstein ni el inventor de la rueda, pero lo que hago son mis canciones, y lo que quiero defender es a mis canciones, que a veces las hago con mayor o con menor fortuna. Eso fue una experiencia de un tema que compuso una agencia publicitaria que quería una campaña parecida a La Cabra, querían hacer una imitación, pero al final optaron por llamarme para que no fuera muy descarado. Y entonces, para que no se aprovechara cualquier otro desgraciado, la hice yo, pero cuando escuché ese estribillo, lo primero que les dije es «esto es una suerte entre Leonardo Dantes y Georgie Dann»; me pareció un tema bochornoso. Les dije «si me dejáis hacer una letra y darle forma de canción, yo puedo intentar salvarla como canción, pero yo esto no puedo defenderlo como La Cabra, en todo caso será un aperitivo para el disco». Cuando ocurrió la jugarreta esta de que de repente sólo se trabajó ‘el iluso’ y de gira vi un cartel que ponía La Cabra Mecánica y ‘No me llames iluso’ repetido siete u ocho veces, sin hacer referencia al disco, se acabó. Y eso el público, que no es nada tonto, lo notó; perdimos mucho público por ‘No me llames iluso’. A pesar de que se seguía haciendo conciertos y defendiendo mi repertorio, dejé de tocar ese tema casi a mitad de la gira. Siempre hay algún despistado que después de un concierto me dice «oye, Lichis, iluso». Pero creo que al final, afortunadamente para mí, ese tema ocupó el punto anecdótico que debería haber ocupado desde un principio. Si yo hubiera sabido que esto se iba a tratar de esta manera, no lo hubiera hecho, bajo ningún concepto.
Incluso, en el disco, lo diferenciaste del resto de los temas, incluyéndolo como un bonus.
Exactamente, lo que pasa que ya sabemos cómo son las cosas en este negocio. También fue una manera que acepté para intentar encontrar salida de una puñertera vez en la radio, que siempre me había censaurado y vetado, ahora no hace falta que me veten, ya no quiero ir, ahora soy yo el que no quiere. Era una forma de decir, «me estas diciendo que La Cabra Mecánica no y estas poniendo otras cosas que…». Bueno, no vamos a dar nombres. Pensé que podría servir para eso, pero con la idea de que fuera un aperitivo o un chiste, porque me parecía divertido que fueran los cupones de la Once, por los ciegos que me pillaba entonces, y jugué con asociaciones de palabras para tomármelo con humor, pero, al final, tal y como derivó la cosa, no me lo pude tomar con humor. De hecho no me hizo ni puñetera gracia.
¿Te hizo crack la cabeza en ese momento?
Sí, a partir de ahí ya me di cuenta de que no estaba con los compañeros de viaje adecuados, y con esto no quiero criticar a la industria, que parece que todo el mundo lo hace y está en contra de las discográficas y contra los que piratean, y en todo ese equilibrio de cosas los músicos somos los que estamos en el medio y nos movemos como una hoja zarandeada por el viento. Salvo el 0,01 por ciento de la gente –que con su oportunismo, sus negocios ilícitos y sus zancadillas, algunos también los hay que por mértitos propios, por supuesto–, alcanzan una cuota de popularidad y de dinero para retirar a sus tatara-tatara-tatara-tatara-tataranietos, mientras el resto de la gente se ve condenada al vacío, al ostracismo, a la marginación social. No me quiero poner tremebundo, pero llevo más de veinte años como músico y conozco a compañeros cuyos dramas vitales son muy fuertes. Hay que volver a darle un giro a la industria, en aquel momento me di cuenta, saqué «Hotel Lichis», el siguiente disco, que no encontró tampoco apoyo y me encontré con los mismos problemas de siempre y fue en ese momento cuando decidí que vamos a defender este disco estos años e intentar que se me pase el mosqueo y cuando vuelva a dar la cara quiero darla habiéndome curado las heridas, sintiendo gratitud y dejando esto con alegría, y eso es lo que estoy haciendo.
El último disco, «Hotel Lichis», lo sacaste en 2005, ¿has seguido componiendo durante este tiempo?
Sí, pero más que otra cosa he estado haciendo producciones en Barcelona, he montado un grupo de blues, hacemos versiones de Willie Dixon, de Howlin Wolf, he estado trabajando mucho de bajista, grabando en el estudio y, sobre todo, me he dedicado a estudiar, a leer, y sino a componer, sí a escribir y a estudiar para prepararme para componer. He estado estudiando discografías, biografías, estudiando música, tratando de volver a tener un fondo de armario suficiente que me permita volver a salir elegante a la calle.
Por lo que cuentas, pareces un gran melómano, pero también porque tus canciones tienen referencias e incluso citas directas. Además, en los textos que acompañan a cada canción en «Carne de canción» te has atrevido a desvelar cómo surge cada una y por quién está inspirada, que es algo que a veces a los creadores les da pudor.
Es que el misterio de la «inmaculada concepción de las canciones» es falso, la música, sobre todo la música popular, es una música de tradición. Tan importante es aprender a tocar un instrumento como saber de qué coño va la música, porque a veces te ocurre esto, te gusta mogollón un autor y de pronto sales tú al ruedo con este autor como referencia y entrando en sitios donde ese autor no había entrado porque no conocen la filosofía de ese autor, no sabiendo de dónde viene la música de ese otro músico. Es evidente que es tan importante saber música como tener una buena cultura musical y no es tan difícil: Bob Dylan, está en la «b» o en la «d». En ese sentido, más que melómano, la palabra que mejor me define es la de enfermo, yo vivo rodeado y enterrado entre toneladas de discos, y me gusta estudiarlos y destriparlos y conocer y saber cómo toca el batería, qué hace el bajista, qué guitarra suena… Los músicos que verdaderamente amamos esto, no nos dedicamos a ello pensando que es una cosa fácil hecha para gente mediocre, sino que pensamos que hay algo más que nos interesa.
¿Estás viviendo en Barcelona?
Soy el que está amortizando las obras del AVE Madrid-Barcelona, vivo de aquí para allá. En Barcelona tengo montada la casa y el estudio, allí también tengo a los músicos, he hecho un montón de amigos, también es la ciudad donde nací, en el barrio de Gracia, en el año 70, aunque enseguida me fui a Madrid. Vivo tanto en Madrid como en Barcelona, en Madrid es la ciudad en la que más años he residido y la que tengo más presente en el acento y en las costumbres, pero Barcelona es la ciudad donde voy a trabajar y he pillado ese sentido catalán de «la casa arriba, el negocio abajo, ¡y a la faena!». Me curro la anarquía y la responsabilidad a partes iguales.
¿Tras la gira y el final de La Cabra Mecánica, cuáles son los planes, piensas seguir en solitario?
Cuando acabe la gira de presentaciones, nos vamos de gira con Fito [& Fitipaldis] y una vez acabemos 2010 me gustaría haber dedicado todo este tiempo a estar mirando apuntes y bocetos que tengo para hacer cosas nuevas y mi objetivo es –ya estoy echando la bravata, así que si me echo atrás voy a quedar como el culo–, de por lo menos a finales de 2010 meterme en el estudio para grabar el nuevo proyecto, que se llamará Miguelito. Y lo sacaré con mi propia discográfica.
¿Acabas con Warner?
Sí, no me siento a gusto con el equilibro de fuerzas que hay ahora en la industria, no me siento bien y no quiero seguir, no es que esté dando la espalda a la industria, espero que la industria sepa que estoy aquí, esperando a que de una vez nos sentemos todos, público, responsables de nuevas plataformas de distribución musical, SGAE, editoriales, managers, discográficas, todos, y diseñar un panorama más limpio, más justo y mejor, porque esto ahora parece una novela picaresca del Siglo de Oro. Mientras la cosa siga así, prefiero estar al margen, pero dispuesto a volver cuando las cosas mejoren y haya algo que realmente merezca la pena. Mientras tanto voy a empezar a trabajar en lo más pequeño y lo más inmediato, sé que va a ser duro y sé que va a ser un salto al vacío porque voy a volver a empezar con un proyecto nuevo, sin tocar las canciones que me hicieron conocido y encima con cambios en la forma de cantar y de hacer, y eso es algo que el público no suele tolerar de buen grado, pero, vamos, acepto el riesgo.
LA CABRA MECÁNICA DISCO A DISCO
«Cuando me suenan la tripas» (1997)
«Es la maqueta que acabó en disco. Refleja mucho descaro pero también mucha ingenuidad.»
«Cabrón» (1999)
«Es el disco más Frank Zappa o más Charly García de todos, curiosamente es el más transgresor sin tener apenas exabruptos o tacos y es el más cañero en cuanto a letras más experimentales. Es el disco maldito junto con ‘Hotel Lichis’. Es un viaje musical.»
«Vestidos de domingo» (2001)
«El disco de la alegría, en un momento vital bajísimo salí tratando de hacer canciones que me alegraran, que me ayudaran a pillar oxígeno en ese ambiente irrespirable que estaba viviendo y fue esto. Es la alegría y la confirmación de que teníamos razón y de que si se hubiera creído un poco más en el proyecto, hubiera llegado a un montón de gente.»
«Ni jaulas ni peceras» (2003)
Un proyecto muy bonito que se disolvió por una manera sino incompetente sí equivocada, por todo lo que se hizo con el ‘Iluso’. Por las circunstancias en que se grabó, por el apoyo que recibió, en general me queda un regusto amargo, es la espinita que me queda clavada, había encontrado un grupo de músicos con el que sonábamos muy bien, tenía una buena colección de canciones, nos pilló en un momento que no sé porqué aquello no se pudo plasmar bien y luego se trabajó en mi opinión de manera equivocada. Es la gran espinita que me queda clavada.»
«Hotel Lichis» (2005)
«Es la rebeldía, junto con este último son los dos discos más valientes de La Cabra, es un ejercicio de honestidad, para bien y para mal.»
«Carne de canción» (2009)
«Es el último viaje, recupera la inocencia y la alegría de ‘Cuando me suenan las tripas’, es el nexo que une todos los discos y cierra el círculo: lo define la palabra ‘chao’, que es tanto hola como adiós.»