La buena suerte, de Shinova

Autor:

DISCOS

«Facturan melodías más pegadizas que en sus anteriores trabajos, con texturas de himno»

 

Shinova
La buena suerte
WARNER, 2021

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Las letras de este sexto trabajo del grupo de Bérriz (Bizkaia) son como reencontrarse con un ser que aparenta haber huido, y proyectarse hacia el futuro. Personales e íntimas, las canciones se conectan: hacen un parón, miran a su alrededor y se preguntan por quién es cada uno, qué será de cada uno. No por ello es un disco pesimista —quizás por contraste con el anterior, Cartas de navegación, que sí lo era—, es un disco que pide que nos rehagamos, que enfoquemos la vida desde otras perspectivas. No, no tiene nada que ver con la pandemia, muchas de las canciones con este tono se habían compuesto antes de que nos asaltara.

Empezaron en el verano de 2008, tras conocerse Ander Cabello y Gabriel de la Rosa en unos locales de ensayo, y sus dos primeros discos atendían a querencias de rock duro. Pero en 2012 deciden reinventarse y discurrir por un cauce más pop. Con estos mimbres entran en las aguas de Warner, donde aún fluyen, en este caso con melodías más pegadizas que en sus anteriores cinco trabajos y con texturas de himno.

Himno es, y de estribillo coreable, “Ídolos”, que se publicó hace un año y es la canción que mira al futuro en un disco que mira al pasado para reiniciar la partida. Es el tema que inicia la subida final, los últimos cortes, los que hacen crecer el disco como marea, precedido, eso sí, de una preciosidad: “Ciudades en el mar”, más lírica, con violín y con un suave crescendo.

“La sonrisa intacta” y “Solo ruido” tienen algo de la escuela de El Último De La Fila, esas estrofas de fraseo largo, ese detenerse en alguna palabra, aunque —básicamente— se les puede hacer jugar en la división de Izal o Vetusta Morla. No en vano el álbum ha sido producido por Manuel Colmenero, productor también de estos últimos, que consigue un sonido compacto, un ritmo bien marcado y arrojo en las voces. Unas voces —la de Gabriel de la Rosa, fundamentalmente— que se ven acompañadas por la de ELE —Elena Iturrieta, la cantante y pianista— que baña la canción de un regusto dulce y por unos coros que pasan de lo tribal a lo épico a medida que avanza el disco.

La imagen clásica de la fortuna, desde la Edad Media, es una rueda, la misma rueda que forma la noria de la portada con once cabinas, once cortes en el disco y en el presente. No es casual el nombre del proyecto. Un viaje, la vida que te desplaza y siempre vuelve. Imágenes clásicas, como estas once canciones que, la primera vez que las escuchas, ya parecen clásicos.

Anterior crítica de discos: Painting the roses, de Midnight Sister.

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