La buena suerte, de Rosa Montero

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«Sin quererlo, Rosa Montero ha conseguido una novela policíaca, plagada de intrigas, en la que el pasado es tan incierto como el futuro»

 

Rosa Montero
La buena suerte
TUSQUETS, 2020

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Sigo —bien es cierto que de manera intermitente— a Rosa Montero desde sus primeras novelas. El bisoño estudiante universitario que deseaba completar los clásicos de clase con nueva narrativa, la que creía afín a su tiempo y sus modos —hoy cree lo contrario—, quedó fascinado por obras como Crónica del desamor o Te trataré como a una reina. Amores degradados o rotos que configuraban un tema común a los jóvenes escritores de su generación: en los primeros 80, los narradores emergentes trataban de indagar en los sentimientos más que reflejar la vida en las calles. Tiempo después, en su reciente novela, Rosa Montero vuelve a este tema, uno más entre tantos.

La escena inicial es fascinante en su regusto a narración clásica. Un hombre, aparentemente sereno, pero desastrado en su aspecto exterior e interior, baja del AVE con dirección a Málaga en un pequeño pueblo en mitad de la nada: Pozonegro, una antigua localidad minera que ha perdido vida y dignidad. Apagado y vacío, el pueblo parece preguntarse por qué existe. Lo primero que hace es comprar al contado una casa que se alza sobre las vías de la estación, un reducto oscuro y sucio donde pasará unos meses. De hecho, ni siquiera se baja en primera instancia: llega hasta Córdoba, y allí siente la imperiosa necesidad de volver atrás.

Descubriremos que es un arquitecto de fama, con numerosos premios internacionales, elogiado porque sus obras parten del vanguardismo y la imperfección y acaban teniendo aspecto clásico. Otro de los temas aparece aquí: la belleza y el dolor, la validez de la imperfección en la vida, en su vida, que ha de reponer, igual que los productos del supermercado donde encuentra trabajo. Un trabajo en que le ha colocado Raluca, su vecina, una cajera de origen rumano.

Es asombroso lo bien construidos que están estos personajes secundarios. Felipe, por ejemplo, otro vecino, enganchado a una máquina de oxígeno y con la rara virtud de saber escuchar; pero sobre todo Raluca. La rumana ha sufrido en su vida episodios que marcarían de por vida al santo Job, pero está llena de ilusiones y esperanzas, vive como si cada minuto fuera precioso y, con su ingenuidad, se come el mundo.

También es la novela una contemplación de las relaciones familiares, pero aquí no podemos explicar nada, puesto que pertenece a la sorpresiva trama, con investigación detectivesca incluida. Sin quererlo, Rosa Montero ha conseguido una novela policíaca, plagada de intrigas, en la que el pasado es tan incierto como el futuro.

En el fondo, La buena suerte es una novela de iniciación, de aprendizaje; pero un aprendizaje que no actúa sobre adolescentes, sino sobre adultos. Y que se resuelve, como en todas las de estructura iniciática, en que el protagonista asciende a otros horizontes; aquí, horizontes de una increíble y feliz alegría. Esta ahí siempre, solo hay que pararse a buscarla.

Anterior crítica de libros: En la sombra, de Jordi Nopca.

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