La alargada (y reeditada) sombra de Buenas Noches Rose

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«Cada año que pasa el recuerdo de Buenas Noches Rose es algo más valioso para mí, y a la vez menos importante»

 

La historia de Buenas Noches Rose se condensa en tres discos publicados en la segunda mitad de los noventa, que ahora han vuelto a reeditarse mientras continúa creciendo su leyenda. Por Juanjo Ordás.

 

Texto: JUANJO ORDÁS.

 

Buenas Noches Rose fue una banda tan amada que el tiempo solo ha fortalecido el culto de sus seguidores. De hecho, de pronto se han empezado a reeditar en vinilo y cedé los tres discos que componen su carrera. Por ello, nos pusimos en contacto con Alfredo Fernández, su guitarrista, principal compositor y cantante durante la última época del grupo.

Pese a encontrarse en pleno lanzamiento de su carrera solista, no tiene ningún problema en rememorar el pasado. Sobre la citada reedición, Alfredo explica que «es cosa de Sony. Un negociete fácil, supongo. La cosa es que el grupo ni siquiera estaba en las plataformas digitales, no era más que una leyenda, así que aprovecharon para colgar los discos en Spotify y hacer unas cuantas copias en vinilo, a ver qué pasa… Ahora la nostalgia vende, estaba reciente la misma jugada con 091 y había salido bien. Creo que por ahí van los tiros». Tras ella, Alfredo puso en marcha Le Punk y continúa volcado con su carrera solista — antes, como Alfa; ahora, con su propio nombre—, así que es interesante saber qué significa para él, en este momento, Buenas Noches Rose. «Esta es una pregunta metafísica, tío…», dic. «Creo que cada año que pasa el recuerdo de Buenas Noches Rose es algo más valioso para mí, y a la vez menos importante. Era una banda muy molona y éramos muy críos, creo que podemos estar orgullosos de lo que conseguimos, quiero decir, fue muy bonito».

Su primer disco, Buenas Noches Rose (1995), causó sensación más allá del underground. De hecho, uno diría que es el favorito de Alfredo, quien dice guardar recuerdos «muy bonitos. Aparte de la importancia que tiene para cualquier grupo grabar su primer disco y la cantidad de emociones que vives en ese momento, está la experiencia en sí. Nosotros grabamos ese disco en Italia, en Bolonia, raro para un grupo de rock, pero uno de los productores del disco tenía allí un apaño con un estudio. El tipo siempre grababa allí. Grabamos el disco y nos fuimos a visitar Venecia. Recuerdo fumarme un peta con Juanpa [bajista] viendo atardecer en la desembocadura del San Alvise… ¡Creo que estuvimos a punto de besarnos!». A la hora de escoger sus temas favoritos, no duda en seleccionar “Diez palabras de amor”, “La granja” y “Del mismo modo”, sin duda algunas de las mejores de un disco en el que resulta difícil escoger debido a su alto nivel.

“La granja”, al igual que otras como “Sentado en el barro” o “Buenas Noches Rose”, poseían contenido político pero aplicado de forma muy general, lejos del rock panfletario. Por eso su mensaje ha envejecido bien, sirviendo para cualquier época. Sorprendente para un chico tan joven como Alfredo. ¿Se dio de forma natural que fuera él el compositor principal? «Sí», contesta antes de hacer un símil: «Es como cuando empiezas a jugar al baloncesto de niño con tus amigos. A medida que juegas vas descubriendo quién tira mejor, quién salta más, todo eso… Yo descubrí que me gustaba hacer canciones, y que mis canciones le gustaban a la gente». Otro de los miembros que hicieron carrera posterior fue Rubén Pozo, que después formó Pereza, pero cuyos primeros pasos fueron combinando guitarras con Alfredo, consiguiendo un sonido muy complementario. «Ni a Rubén ni a mí nos gustaba el rollo típico de guitarra solista y brasas, creo que éramos generosos el uno con el otro y tocábamos apoyándonos mucho, nos dábamos pie todo el rato, como dos actores, y nos escuchábamos mucho. Nada más sacar el primer disco vi, en un tablón de anuncios de un bar de Alonso Martínez, el cartel de un grupo que buscaba guitarristas como los de Buenas Noches Rose».

Para muchos, su segundo disco, La danza de araña (1997), fue la obra cumbre del grupo, aunque en realidad la banda estaba empezando a desintegrarse, por increíble que pareciera. «Es que no sabíamos que estábamos destruidos, eso se sabe con el tiempo, cuando creces un poco y entiendes determinadas cosas. Si nos hubieses preguntado en aquella época te hubiésemos dicho que estamos unidos a muerte», explica. El crecimiento fue enorme para tratarse de una segunda obra. La carretera, las horas tocando juntos, les hicieron evolucionar rápido. «Sí, y la ambición», concreta. «Queríamos ser buenos de verdad, y tocábamos cuatro cinco horas al día en el local, en el parque, donde fuese, siempre había unas guitarras. Por otro lado, el sonido de La danza de araña es claramente mejor, había más dinero para hacerlo, pero además estaba Mike Tacci, un ingeniero que se trajeron de San Francisco. ¡Ese tío sí sabía lo que hacía!». A nivel de sonido se noto mucho más peso: «Los grupos básicamente hacen dos cosas, tocan y graban. Los de mi generación tocábamos mucho en directo, era fácil, había salitas para todos los calibres, la gente iba a los conciertos… aprendías rápido. En cambio, grabar era muy difícil, porque era muy caro, Casi no teníamos experiencia, en La danza de araña aprendimos mucho». No cabe duda tampoco de que tanto él como Rubén crecieron mucho como autores, con este último firmando barbaridades como “Espíritu de la carretera”, “Campanilla” o “No me importa morir descuartizado…” y Alfredo destacando “Dulce rocanrol”, “Rosa I”, “Rosa II” y “Hombre de arena”.

Pablo Pinilla y Antonio Santos produjeron estos dos primeros discos. ¿Cómo trabajaban en estudio? ¿Cómo se distribuían el trabajo? «Bueno… aquella gente era más cazatalentos que productores musicales», dice Alfredo. «Antonio estaba más encima, tenía un perfil más poético, por decirlo de alguna manera. Hablábamos de música con él y esas cosas… Pinilla era un cazador de éxitos. Ellos nos introdujeron en el mundillo y hay que agradecérselo, pero acabaron por ser un peso», piensa. El tercer disco del grupo, La estación seca (1999), también acaba de ser reeditado. Vio la luz con el vocalista Jordi Skywalker ya fuera del grupo y con Alfredo haciéndose cargo de la voz principal. Sin embargo, contenía canciones muy buenas, como “Miss cafeína”, “La estación seca”, “Quién andas buscando” o “M”. «Había emociones suficientes, eso está claro, pero es un réquiem, tiene un poco de huida hacia adelante». Sin embargo, la producción no fue tan buena como la de los anteriores. «En parte había menos dinero, en parte la producción era bastante mala», concluye.

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