«Como hiciera Dylan en el folk, Kris Kristofferson llevó la literatura a la música country»
Con motivo del reciente fallecimiento de Kris Kristofferson, Javier Márquez Sánchez ahonda en su papel en la música repasando su legado y algunos de los momentos protagonizados por el músico estadounidense que ya han quedado grabados para siempre en la memoria colectiva.
Texto: JAVIER MÁRQUEZ SÁNCHEZ.
El pasado sábado 28 de septiembre murió Kris Kristofferson. Para muchos, un icono sexual del cine de los setenta gracias a aquella Ha nacido una estrella que protagonizó junto a Barbra Streisand. Para otros, un icono del cine de acción de los noventa gracias a la saga Blade que protagonizó junto a Wesley Snipes. Y para unos pocos, uno de los mejores compositores estadounidenses del siglo XX, capaz de batirse el cobre, mano a mano, con George Gershwin, Cole Porter, Townes Van Zandt o Bob Dylan. Ya lo dijo su compadre Willie Nelson: «Kris Kristofferson es probablemente el mejor compositor estadounidense. Puedes compararlo con Gershwin o cualquier otro… Kris destila más alma cuando se suena la nariz que cualquier mortal en su baile de luna de miel».
Kristofferson era una verdadera rara avis en el muestrario country, y sobre todo en el de los rebeldes del género de los setenta, los Outlaws. Ni familia humilde y desarraigada, ni peleas, ni expulsiones de colegios ni nade de todo ese melodrama: su padre era militar y, siguiendo sus pasos, él se formó en el Ejército, consiguió una prestigiosa beca Rhodes y se fue a Inglaterra a estudiar Literatura en Oxford. Al volver, consiguió plaza como profesor de Literatura nada menos que en West Point. Se casó, tuvoun hijo… pero durante su estancia en Inglaterra un compañero de estudios le inoculó el virus de Hank Williams, y desde entonces, la idea de componer canciones —que no de cantar— comenzó a apoderarse de él.
Se largó a Nashville a probar suerte, sus padres lo repudiaron y él comenzó a ganarse la vida pilotando helicópteros en el golfo de México para compañías petroleras mientras escribía sus primeras canciones. También echaba horas en el estudio de CBS barriendo suelos, y coincidió allí con Bob Dylan cuando este fue a la capital del country para grabar Blonde on blonde; no llegó a hablarle, se limitaba a observar, fascinado, al maestro trabajando. Más tarde, serían buenos amigos.
El productor Cowboy Jack Clement le acercó a Johnny Cash y este lo tomó bajo su protección. Si aterrizó un helicóptero o no en su jardín para entregarle una cinta con sus canciones es cosa de la leyenda; ¿a quién le importa? Lo importante es que, poco a poco, las cosas empezaron a funcionar: a principios de 1970, su canción “For the good times” alcanzaba el número uno en la voz de Ray Price y le llevó a recoger el galardón a la Canción del Año en los premios de la Academia de Música Country. De igual modo, “Sunday morning coming down” también llegó a lo más alto de la mano de Johnny Cash y le valió a Kristofferson un nuevo reconocimiento a la Canción del año. En el caso de “Help me make it through the night”, además del número uno alcanzado por Sammi Smith, supondría para el compositor el honor de ser escogida como la mejor canción country de todos los tiempos en el libro Heartaches by the number: Country music’s 500 greatest singles, de David Cantwell y Bill Friskics-Warren. También en 1970, otros temas de Kristofferson que entraron en el Top 10 fueron “The taker” (en la versión de Waylon Jennings), “Once more with feeling” (Jerry Lee Lewis) y “Come sundown” (Bobby Bare). Ese impulso continuó en 1971, incluyendo un éxito en las listas de rhythm and blues con una versión de Joe Simon de “Help me make it through the night”. Pero el verdadero espaldarazo a la carrera de Kristofferson vino de la mano de una dramática circunstancia: su amiga y amante fugaz, Janis Joplin, había estado trabajando en una versión de “Me and Bobby McGee” los días previos a su muerte, en octubre de 1970. Cuando aquel sencillo vio la luz de forma póstuma, se convirtió en un gran éxito que acabó de lanzar la carrera del compositor.
«Kris fue el primer artista de música country que expuso con inteligencia la vulnerabilidad masculina», aseguraba Rodney Crowell: «Dijo las cosas que nadie se atrevía a decir y de una manera que todos desearían poder hacer. Hizo simple lo complicado y profundo lo simple. Era un poeta sensible que podía patearte el trasero pero que no tenía miedo de ser vulnerable o hablar desde el corazón».
Muchos repiten casi como un mantra que Kristofferson aportó “piel” al country. Esa labor de “curtidor” puede tener varias lecturas. Para empezar, jamás hubo un icono sexual en la música country antes de la llegada de este tejano. Los cantantes del género solían ser hombres maduros y formales, incluso aunque tuvieran 20 años. Con su melena alborotada, su camisa entreabierta y su rostro aniñado pero de mirada desafiante, Kristofferson era el terror de las fiestas de los aspirantes a estrella en el Nashville de finales de los sesenta.
Pero más allá de la anécdota física, destaca la textual. Kristofferson fue el primero en hablar sobre sexo en las canciones, y no de una manera mojigata ni tampoco vulgar: con una sensibilidad y una poesía inusitada en el género. ¿Dos ejemplos? “For the good times” y “Help me make it through the night”. Como hiciera Dylan en el folk, él llevó la literatura a la música country. Y como un representante más de su generación, habló en sus canciones de las inquietudes de sus iguales. En el country era habitual cantar sobre alcohol y borracheras, pero cuando Kristofferson comenzó a cantar sobre estar “colocado” por la marihuana o sobre amigos que morían por sobredosis de heroína, a más de una leyenda del Grand Ole Opry se le descolgó la dentadura. Esa frescura y honestidad tendieron puentes entre el country y el rock, y ayudaron a que Kristofferson fuese visto con buenos ojos por el público tradicionalmente contrario al country, como eran los hippies y rockeros. Su importancia, por tanto, no se basa en lo que escribió sino en cómo lo hizo. Se convirtió en un modelo a seguir para las siguientes generaciones de compositores country porque se deshizo de décadas de clichés para componer sobre la vida real, con un detallismo fascinante. Antes si quiera de que Waylon Jennings y Willie Nelson hiciesen su primer intento de sacar los pies del plato, Kristofferson ya se había convertido en el compositor más popular de Nashville, con su estilo innovador, fresco y cultivado.
Sobre él, dijo el cantante Steve Earle: «Kristofferson fue el primer compositor en Nashville con las habilidades literarias para escribir sobre sexo sin que pareciera algo falso y estúpido. Por supuesto, muchos otros intentaron seguir sus pasos y los resultados fueron predecibles. No entendieron que se trataba de poética, del detalle de las imágenes. En pocas palabras, Kris fue el primer compositor posterior a Dylan que aterrizó en Nashville en lugar de Nueva York o Los Ángeles. Los compositores de mi edad y un poco mayores que vinieron a Nashville estaban siguiendo a Kris».
Por su parte, Larry Gatlin ha comentado: «Creo que es el mejor letrista en lengua inglesa. Johnny Mercer es genial, pero las descripciones de Kristofferson, su manera de narrar escenas de amor o de describir a los desposeídos… Escuchas sus canciones y es puro William Blake. Es Robert Louis Stevenson. Es Lord Byron».
Sus dos primeros álbumes reúnen una docena larga de obras maestras. Sus tres siguientes, algunas menos. Luego llegó el cine. En Hollywood no pudieron resistirse a su sex appeal, y ahí estuvo siempre basculando, entre cine de autor con Scorsese o Peckinpah y taquillazos como aquel Ha nacido una estrella junto a la Streisand. Scorsese, por cierto, le regaló un escaparate impagable en su película Taxi driver, de 1976, cuando el personaje interpretado Cybill Shepher, Betsy, compara al protagonista de la cinta, Travis (Robert De Niro), con el personaje de “The pilgrim, chapter 33”, y cita algunos versos de la canción. «¿Sabes a quién me recuerdas?», dice ella: «A esa canción de Kris Kristofferson». Más adelante, vemos a Travis comprando el disco para regalárselo a la chica. Desde su recién estrenada casa en Malibú, Kristofferson apreció el gesto de Scorsese. «Olvídate de perfiles en el New York Times o una reseña de tu disco en Rolling Stone; aparecer en aquella película fue como si Tom Wolfe citara mi poesía en una obra de no ficción. Fue un gran gesto por su parte».
La popularidad musical de Kristofferson decayó de manera radical en los ochenta, no tanto por su mayor atención al cine, que también, como por el carácter político de sus nuevos proyectos. Sus discos Repossessed (1986) y Third world warrior (1990) eran una respuesta contundente al intervencionismo estadounidense en Latinoamérica, especialmente el segundo, con una adhesión incondicional al movimiento sandinista. Su actitud en conciertos y entrevistas le llevó a ser vetado en numerosas emisoras de radio y televisión, aunque la aventura de los Highwaymen, el supergrupo que montó junto Willie Nelson, Waylon Jennings y Johnny Cash, le permitió mantenerse en activo entre el 85 y el 95. Después, la independencia.
Si Johnny Cash encontró en Rick Rubin a su redentor musical en la última etapa de su vida, a Kristofferson le ocurrió con Don Was. Juntos trabajaron en una serie de excelentes álbumes, sencillos e intimistas, entre 2006 y 2013 —This old road, From here to forever, Closer to the bone y Feeling mortal—, al margen de una revisión de sus temas clásicos en el imprescindible The Austin sessions (1999). Pero, para curiosidades, el directo Live at the Philharmonic, publicado en 1992 y grabado el 2 de diciembre de 1972 en el célebre escenario neoyorquino. Todo en él es una rareza deliciosa, desde tener a un vaquero hippie melenudo cantando en el corazón de la contracultura de Manhattan hasta contar como artista invitado con un por entonces desconocido —en el este— Willie Nelson, o los duetos con Rita Coolidge, la que sería su segunda esposa y con quien Kristofferson llegaría a grabar tres discos al alimón (pop).
«¿Qué se puede decir de una chica de 25 años que ha muerto?», arrancaba aquel pelotazo de los setenta que fue Love story. En la misma línea: ¿Qué se puede decir de uno de los compositores más brillantes y menos valorados de Estados Unidos? ¿Que fue un hippie en la capital conservadora del country? ¿Que fue militante izquierdista en plena era Reagan? ¿Que compuso algunas de las canciones de amor y erotismo más hermosas jamás firmadas? ¿Que disfrutaba sacando de quicio a BarbraStreisand?
Tal vez, lo mejor es definirlo con una anécdota: el 3 de octubre de 1992 la cantante Sinéad O’Connor acudió al programa Saturday night live como invitada musical. Interpretó a capela el tema “War”, de Bob Marley, como protesta por los abusos sexuales de sacerdotes de la Iglesia Católica, cambiando para la ocasión el término «racismo» por «abuso de menores». Al terminar, esgrimió ante la cámara una foto del Papa Juan Pablo II mientras gritaba «¡El mal!». Al tiempo que la rompía, vociferaba «¡Lucha contra el verdadero enemigo!». El escándalo estaba servido.
Dos semanas después, se celebró en el Madison Square Garden un multitudinario concierto por los treinta años de carrera de Bob Dylan, del que Kris Kristofferson fue el maestro de ceremonias. Sinéad O’Connor estaba entre los artistas invitados, y tenía previsto cantar el tema “I believe in you”. El público la recibió con abucheos y gritos iracundos, y tras varios minutos de tensa espera, la cantante acabó por silenciar a la banda, sin saber si mantenerse en el escenario o marcharse. Entonces, Kristofferson salió al escenario, la agarró del hombro y le susurró una frase que era, en realidad, el título de una de sus canciones del polémico álbum de 1990: «Hey, Sid, don’t let the bastards get you down» (Oye, Sid, no dejes que los bastardos te desanimen). «No voy a permitirlo», le respondió ella. Y tras salir Kristofferson del escenario, ella comenzó a interpretar a pelo “War”, tal y como lo hizo en el programa televisivo.
En 2009, Kristofferson le dedicaría a su colega la canción “Sister Sinead”.