«El laconismo, musical y literario, es la clave, con un marcado tono melancólico pero no por ello depresivo. Al contrario. Este disco esconde un mensaje optimista, positivo, y sobre todo, muy vitalista»
Kris Kristofferson, uno de los compositores e intérpretes fundamentales de la música estadounidense, está de regreso con «Closer to the bone», su nuevo disco, que aquí analizamos con detenimiento.
Texto: JAVIER MÁRQUEZ SÁNCHEZ.
En 1995 Don Was se metió en un estudio con Kris Kristofferson y juntos grabaron «A moment of forever». Pocos años antes Johnny Cash se había puesto en manos de Rick Rubin para intentar un renacimiento similar. En el caso de Kristofferson era algo más complicado, pues a casi una década de silencio se sumaba también el ostracismo al que había sido condenado ante las duras críticas hacia el gobierno estadounidense que había vertido en sus últimos discos de mediados de los ochenta. Así que Was ayudó a que Kristofferson se reinventase y, como Rubin, apostó por “limpiar” el sonido. Después de todo, Kristofferson nunca tuvo una voz prodigiosa ni contó con una banda puntera. Su gran baza son las letras, y eso era lo que había que resaltar.
Aquel disco, sin ser brillante, marcaba un nuevo comienzo. Aún es difícil saber por qué se vio interrumpido –salvando un disco de versiones y un directo– hasta once años después. Entonces, en 2006, llegó «This old road»; magnífico. En él, un Kristofferson de setenta años cantaba sobre cuestiones universales –desde la violencia cotidiana a su relación con Dios– desde una serenidad y una reflexión que sólo otorgan el paso de los años.
Ahora, «Closer to the bone» (New West Records) se presenta como una continuación natural de aquel disco, con once cortes intimistas y reflexivos en los que caben canciones de amor a sus hijos (‘From Here to Forever’), de homenaje a Johnny Cash (‘Good Morning John’) e incluso de reivindicación de Sinéad O’Connor, a quien Kristofferson sirvió de principal defensor durante el incidente en el concierto de homenaje a Bob Dylan de 1992: “Tal vez estaba loca, tal vez no lo estaba. Pero también lo estaba Picasso y también lo estaban los santos”.
Como en «This old road», las melodías son bastante sencillas, aunque no por eso menos efectivas. Kristofferson es todo un juglar, que se sirve de la música tan sólo para acompañar a su narración. Was lo sabe bien y por eso lo rodea de la instrumentación básica, tratando de captar la singular magia de sus directos. El laconismo, musical y literario, es la clave, con un marcado tono melancólico pero no por ello depresivo. Al contrario. Este disco, como el anterior, esconde un mensaje optimista, positivo, y sobre todo, muy vitalista.
En lo que a músicos se refiere, el propio Was se hace cargo del bajo, Jim Keltner de la percusión, Rami Jaffee de los teclados y Stephen Bruton de la segunda guitarra. Guitarra principal y armónica quedan en manos del cantautor. Compañero de Kristofferson desde hacía décadas, Bruton falleció justo después de la grabación, y a él ha quedado dedicado el álbum.
La voz de Kristofferson, ruda, profunda, casi espectral, está a la medida de los textos que entona. Si antaño fueron decenas los intérpretes que versionaron a Kristofferson, ahora es imposible que ningún joven tome cualquiera de estas nuevas caciones, no sería creíble. Temas como el propio ‘Closer to the bone’ o ‘The Wonder’ son maravillosas piezas de sabiduría otoñal que requieren arrugas en el rostro y en el alma del cantante para resultar convincentes.
El disco sale a la venta con el sello New West en una edición sencilla y una doble (más que recomendable) que incluye una grabación en directo en Dublín el pasado año. ¿Por qué ofrecen tan sólo ocho cortes y no una edición más amplia del recital? Ah, ése es uno de los grandes misterios del mundo de la música. Pero algo es algo. Un combinado irresistible, en estudio y en directo, de uno de los cantautores fundamentales del último medio siglo.
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