OPERACIÓN RESCATE
“Encuentro en aquellas canciones una frescura, una candidez, unas ganas de comerse el mundo que no he vuelto a hallar en el resto de la carrera de Maika”
Eduardo Izquierdo revisa el primer trabajo discográfico de Maika Makovski, “Kradiaw”, la primera viga de una carrera que ya apuntaba maneras a los 20 años, cuando publicó esta primera colección de canciones en 2005.
Maika Makovski
Kradiaw
2005, PAE (AUTOEDITADO)
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
Recuerdo los tiempos en los que los compañeros discutíamos sobre quién fue el primero en poner sobre la mesa el nombre de Maika Makovski. El hipotético “descubridor”. Señal inequívoca de que aquel prodigio de la naturaleza, hija de padre macedonio y madre andaluza, iba por el buen camino. Poco tardamos en apodarla musa del rock underground, pero Maika era mucho más que eso. Suponer que su carrera iba a cavar en el teatro trabajando con Calixto Bieito y Juan Echanove o que John Parish iba a acabar produciéndola podía sonar entonces utópico. Sin embargo, disco tras disco y canción tras canción, Makovski iba conquistando nuevas cotas en su camino hacia la artista total, a pesar de lo cual no puedo evitar quedarme con el que fue su debut en 2005, “Kradiaw”.
Puedo aceptar que “Kraj so Koferot” (2007), “Maika Makovski” (2010) o “Thank you for the boots” (2012) son mejores discos, pero ustedes deberán conformarse con que a mí, el que más me guste, sea este álbum humilde de doce canciones publicado hace ya doce años. La explicación es sencilla: encuentro en aquellas canciones una frescura, una candidez, unas ganas de comerse el mundo que no he vuelto a hallar en el resto de la carrera de Maika. Mucho peor producidas que todas las que vendrían después, con un sonido inferior, puede que incluso menores en lo compositivo (aunque aquí habría mucho que discutir), pero canciones certeras, directas y absolutamente vitales. Solo hay que ver ese principio con ‘So far sober’, tras los gritos de una Makovski todavía niña asegurando: “¡Eh! Que suena demasiado alto”. Es un tema de rock simplemente perfecto, al que no hay nada que añadir ni que quitar. Lo mismo sucede con ‘Attitude’, con los Stooges en mente y un estribillo absolutamente pegadizo.
En ese momento ya nos hemos dado cuenta, además, de que el grupo que respalda a la cantante parece hecho a su medida. Juan Carlos Luque al bajo y David Martínez a la batería forman una máquina perfecta que mostrará un crecimiento futuro en paralelo con el de la propia titular. Así será hasta el momento (lejano) en el que decidan separar sus carreras.
En esta primera colección de temas nos encontramos a una artista que todavía no ha desarrollado todo el potencial de su voz, con la que más adelante llegará a cotas sorprendentes, pero ya nos apabulla con su capacidad interpretativa. Da igual si canta un tema bailable como ‘Flashback’ o una canción con ínfulas de rock and roll clásico como ‘Killing bluebird’, que parece poseída por el espíritu de Jerry Lee Lewis alternativo salpicado de punk-pop.
¿Y qué decir de una canción como ‘James Dean’s Alive’? Abandonada por Makovski hace tiempo en sus directos, en un ejercicio necesario de evolución. Para muchos sigue siendo la mejor canción que la mallorquina ha compuesto nunca, por su sencillez y su innegable y misterioso atractivo. Imposible no caer en sus redes una vez la oyes. O esa maravillosa nana que es ‘Like I Owe You The World’, que cierra el álbum de forma magnífica. Insisto, no será el mejor, pero para mí continúa siendo mágico.
A partir de “Kradiaw” y de manera progresiva, Maika Makovksi buscará una evolución en su carrera que la va alejando poco a poco del rock más directo y visceral para acercarla a propuestas cercanas, incluso, a lo experimental. Disco a disco, la cantante y compositora mallorquina ha ido construyendo su propio camino, en el que ha ido dejando de lado sonidos más clásicos para abrazar tendencias más vanguardistas. Estas tienen su punto álgido en su actual espectáculo, en el que sus canciones son arropadas por el Quartet Brossa, un cuarteto de cuerdas que se combina con la guitarra eléctrica y su espectacular e implacable voz, ya muy domada. Porque Maika es ante todo eso, una artista, pero además es completísima, vital y, sobre todo, muy dinámica. Tan inconformista como perfeccionista, se hace difícil saber cuál será su próximo paso, aunque de lo que no hay duda es de que será algo interesante y digno de que le prestemos atención.
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Anterior entrega de Operación rescate: “Toys in the Attic” (1975), de Aerosmith.