DISCOS
«Una puesta de largo apabullante, sin escatimar, abrillantada con arreglos sinfónicos»
Toumani Diabaté and The London Symphony Orchestra
Kôrôlén
WORLD CIRCUIT / BMG, 2021
Texto: EDUARDO TÉBAR.
Muchas han sido las alianzas de Toumani Diabaté en más de tres décadas de carrera con la voluntad de expandir la tradición malí, que tiene en las hechizantes cuerdas de la kora su cachava embajadora. Los resultados han sido a veces deslumbrantes, sobre todo en ejercicios libres de sospecha de blanqueamiento occidental, empezando por el inmenso Songhai (1988), con Ketama, y por sus espléndidos álbumes junto a Ali Farka Touré. Sus colaboraciones con Taj Mahal, Béla Fleck, Roswell Rudd, Damon Albarn, Björk o Arnaldo Antunes dan muestra de un espíritu abierto, que en el último decenio también se ha podido disfrutar sin filtros en España de la mano de su hijo Sidiki.
En 2008, un par de años antes de que el productor Nick Gold cerrara un círculo con el proyecto Afrocubism (¿qué hubiese sido de aquel disco si llegan a estar vivos Compay Segundo, Ibrahim Ferrer y Rubén González?), Diabaté grabó este concierto en el Barbican Centre londinense con The London Symphony Orchestra. Una puesta de largo apabullante, sin escatimar, abrillantada con los arreglos sinfónicos de un Ian Gardnier que barre hacia el neoclasicismo y un Nico Muhly entonces inseparable de Philip Glass.
«Nuestra música es más antigua que Bach», sostiene Diabaté. Que es como arrogarse de golpe la preeminencia de los culebreos de la kora sobre el llanto de violín de una “Ciaccona”. Kôrôlén significa ancestral. Y ciertamente se preservan en estas seis piezas los principios teóricos del Toumani que se lanzó al mundo con Kaira (1988) e incluso la vocación de repetir un In the heart of the moon, pero sin Ali Farka Touré y con pulcra sastrería clásica (“Mamadou Kanda Keita” deriva de “Mamadou Boutiquier”). Piezas como “Mama Souraka” o “Cantelowes dream” (con guiño a Morricone y al New ancient strings / nouvelles cordes anciennes que sacó con Ballaké Sissoko en 1999) ya las tocaba Diabaté padre.
La música africana posee un lado místico y clásico, que aquí fluye en lindo envoltorio. A la kora, un instrumento cuyo sonido apenas lleva medio siglo registrado en discos, se le atribuyen poderes ocultos. Una magia que trata de abrirse hueco entre el séquito de partituras de la LSO, con ajustados espacios para la improvisación. Apenas en pasajes como “Moon Kaira” se producen el diálogo y la exaltación. El cierre vía “Mamadou Kanda Keita”, donde al fin aparece la voz del enorme cantante griot Kasse Mady Diabaté (fallecido de forma prematura en 2018), baja de ese castillo de artificios para conectar con la tierra.
Si lo que el oyente busca es una escucha placentera, un sustituto al algoritmo de música bonita, o simplemente pertenece al nutrido club de los devotos de los acompañamientos orquestales, disfrutará con este encuentro simpar (tan solo hubo dos actuaciones sinfónicas más, en Liverpool y Oslo). Si, por el contrario, prefiere al Toumani esencial, mejor acuda a las referencias sobre las que se edificó este Kôrôlén.
–
Anterior crítica de discos: Leftover feelings, de John Hiatt with The Jerry Douglas Band.