«Nos encontramos completamente perdidos en este mundo, y sin raíces para poder defender a la humanidad, y no hay partido político ni hay sindicato que defienda eso»
Kiko Veneno ya ha arrancado la gira de presentación de “Dice la gente”, su nuevo disco. Una obra independiente y libre, con la que el catalán-andaluz sigue por el camino de la excelencia. Juan Puchades conversa con él.
Texto: JUAN PUCHADES.
Por diferentes razones, no pudimos entrevistar a Kiko Veneno cuando a primeros de septiembre se puso a la venta «Dice la gente», su nuevo disco, una obra con la que el catalán hecho en Sevilla vuelve a abrir el tarro de las mejores esencias y nos muestra doce canciones de esas que sólo pueden salir de su personal taller creativo, ese que junta espíritu rock, poesía popular tan libre como punzante y dejes flamencos cocinados desde la extroversión. No hubo forma de conversar entonces con él, pero ahora, cuando está iniciando los conciertos de presentación del disco, la charla fluye con calma, lejos de la vorágine promocionera. Y es todo un placer poder hablar con alguien que tiene ideas propias y que gusta de compartirlas.
Casi como un clásico de los tiempos que corren, y sin saber muy bien cómo, los saludos iniciales nos llevan a comentar lo peculiar del momento musical: «Es un momento muy raro, es difícil que la gente se interese de nuevo por el fenómeno musical, aquello de llegar a tu casa y escuchar un disco. ¿Leíste lo que publicó Vicente Verdú en “El País” hace unos días? Me gustó mucho. Es un hombre que se preocupa de los nuevos fenómenos sociales, y hablaba de los grandes macroconciertos, en los que la música ya no interesa, la música es el pretexto y el alarido común. El gran grito común, el ruido, y lo contrasta con la imagen de los deportistas de élite, que cuando llegan en el autobús a los estadios están todos queriendo desconectar de su ego y de la fama y van escuchando música con sus auriculares. Ofrece un paralelismo muy interesante. Lo que quiero decir es que esa afición por la música, que yo la he vivido desde pequeño, de ir a comprar el disco, de llegar a tu casa, de ponerlo, de procurar que tu altavoz esté en buen estado, de que suene bien, se ha perdido. Aquello de escucharlo con tus amigos, escucharlo en una celebración, en una fiesta… eso está en franco retroceso. En mi juventud lo hacía con mis amigos, iba a casa del que tenía el mejor tocadiscos y allí escuchábamos los discos».
Qué casualidad, hace unos días Gecko Turner me comentaba exactamente lo mismo, que eso se había perdido.
¡Claro! Yo iba a casa de mi amigo Antonio Costa, porque su padre era melómano y tenía un equipo bueno: Tenía para limpiar los discos, un cepillito con terciopelo, otro para la aguja, para hacerlo todo con mucho cuidado. Claro, era una ceremonia, como el que va a un museo, tío, y lo primero que hace es limpiarse las gafas, si las lleva, para poder ver bien aquello.
Coincidente con lo de Verdú, el otro día, en Sevilla tuvisteis uno de esos macroconciertos…
Sí, a mí me coge lejos, porque para mí la música es más el silencio de la madrugada del festival de Woodstock, cuando aparece Jimi Hendrix y hay allí 40.000 personas, o las que sean, y hay un silencio maravilloso, con la gente ávida de escuchar la música. Hoy se ha perdido esa avidez porque la gente está con otras cosas. Yo tengo 58 años y no me voy a poner ahora con eso, pero lo entiendo, también entiendo lo que es participar de 80.000 personas gritando y la fiesta que supone.
Yo no entiendo mucho que se pague una entrada para ir a cantar, y no a escuchar música. Para eso ponte un disco en casa.
Eso es lo que se está celebrando hoy, que se supone que todo el mundo conoce los discos y las canciones, y no va a echar cuentas de la interpretación que hace el grupo, va a celebrar el encuentro, a salvajear, a gritar todos juntos, a crear ese ambiento colectivo. Es un espacio de libertad, algo que los chavales disfrutan en el sentido de que no se sabe qué va a pasar, y el alarido colectivo también es un espacio de creación.
Ese alarido lleva implícito que la interpretación tiene que ser muy semejante a la del disco, porque de otro modo el respetable no puede cantar, que se despista. Dylan, los fastidia, porque cambia las canciones y es imposible cantarlas.
Sí, claro, pero Dylan es un rebelde, y un constante creador que siempre está reinterpretando con nuevos arreglos, sobre todo rítmicos. Pero no es lo normal. Dylan parte de la base de la música minoritaria o de la música contemplada en ambientes pequeños, del folk o del blues. Aquí íbamos a ver a Camarón y nunca cantaba dos veces igual, más o menos se parecía, pero siempre improvisaba un remate, alargaba un tercio, se basaba en sus cantes pero los enriquecía, tenías la sensación de que estaba vivo. Pero hay otro tipo de música, que no. Yo estuve viendo a Paul McCartney en Lisboa, hace unos años, e hizo muchas canciones que los Beatles nunca llegaron a hacer en directo. Claro, era maravilloso, la interpretación era la de la partitura de los Beatles, y ver cómo el guitarrista imitaba a George Harrison, pero es que aquello son grandes partituras, y de ahí, realmente, no quieres perderte nada.
¿Cómo te planteas tus directos ahora?
Con este disco nuevo, no es que considere que tengo una gran partitura, pero, desde luego, estoy muy contento con el disco, y lo que vamos a hacer en la gira de teatros es tocar el disco tal cual es, le vamos a añadir bien poco. Queremos que esos timbres y esos arreglos que están ahí, sigan en directo, al cien por cien, porque los hemos trabajado mucho y estamos muy contentos. El concepto que tengo ahora de lo que es un solo en el grupo ha cambiado mucho, ya no quiero solos, igual hacemos en una canción un solo de estos de rock, de disfrutar, pero, en general, los solos son arreglos, son melodías que tiene que hacer el guitarrista, este o el otro, y tiene que sujetarse a la partitura de lo que hemos creado y ser consecuente con ello. Porque nos hemos dado cuenta de que hemos creado algo en el estudio, en el estudio te concentras mucho y hemos creado un sonido, unos arreglos, y ahora mismo me siento con esa misión, que nunca la había sentido, de presentar en el teatro esos arreglos. Es muy minimalista, hay muchas partes en las que el guitarrista eléctrico, por ejemplo, no interviene, o interviene mínimamente, y el teclista va a tener que hacer percusión…
¿Los arreglos de «Dice la gente» los has trabajado en el estudio o en el local de ensayo?
En el local de ensayo hicimos la previa, preparamos las canciones, hicimos una gira, de diez o quince actuaciones y vimos cómo funcionaban, y ya fuimos a grabarlas y en el estudio empezó un segundo nivel de canción, porque ahí se te empiezan a ocurrir cosas y empieza a desbordar tus propios planteamientos. Y ahí es donde empezó realmente el proceso de creación del disco, hemos llegado a avanzar muchísimo más en el estudio de lo que habíamos avanzado en directo y en los dos meses de ensayo. En el estudio, te concentras y sintetizas, comienzan a surgir timbres y cosas, y avanzas tremendamente. Los catorce primeros días de grabación es cuando sacamos, realmente, el espíritu de este disco, los arreglos, el sonido, todo lo que iba a tener. Cuando tocas en directo, estás ahí, creando los ambientes, pero cuando vas a grabar, se crea una liturgia, una cosa distinta, es como que puedes pararte a ver lo que has hecho y eso te da un reflejo, y si tienes algo que aportar, algo que añadir, ese es el momento. Estábamos muy flexibles para poder hacerlo, muy calientes, muy comprometidos con el sonido y con todo lo que estábamos haciendo. Con los músicos hemos logrado avanzar mucho en el estudio, y eso es lo que queremos reflejar ahora en el directo.
En este disco hay arreglos que se salen de tu línea habitual, algunos arabescos.
Sí, de eso estamos muy contentos, porque sentimos que hemos dado un paso adelante, bueno, no sé si adelante o atrás, me parece que adelante, porque creo que todos los pasos son siempre hacia adelante, inevitablemente. Estos son arreglos y sonidos que nunca habíamos hecho, formas de enfocar las canciones, incluso hasta formas de componer las canciones, porque canciones como ‘Cadena de oro’ o ‘Campeones de la suerte’, son tipos de canciones que yo nunca había compuesto, y ahí me han ayudado muchísimo los músicos. Yo he sido director, productor, ahí se ve mi mano como productor porque es el primer disco que realmente produzco, porque el anterior lo hice con Charly Cepeda, pero en este he estado solo. Todo el grupo creemos que hemos dado un paso adelante y eso es lo que nos tiene muy contentos y muy excitados, que después de tantos años hemos sido capaces de avanzar un paso.
¿Sueles dejar las letras muy cerradas o las puedes estar retocando hasta el último minuto?
En este disco, cuando empezamos este proceso, las letras estaban ya prácticamente terminadas y han permanecido, las he tocado poco, la verdad. Pero eso también depende de la inspiración que tengas y del momento de tu vida en que te encuentres, y de la suerte que tengas, hay veces que tienes más claridad mental, otras menos, hay veces que vas a favor de corriente y otras que la corriente te emborrona a ti mismo. Aquí tenía las letras bastante preparadas, estaban claras y han permanecido. Aunque hay algunas canciones que han surgido en el estudio, como ‘El mosquito suicida’, que el arreglo final se lo hemos dado en el estudio, porque era muy de última hora, y ‘Cuando caiga la noche’ es una canción creada en los últimos días en el estudio también, ha sido aprovechando esa alegría que te da el que estás dando pasos adelante, pues ha sido «vamos a ver este tema cómo nos suena», que es un tema tipo romántico, muy melodioso, y eso está creado en el estudio. Algunas canciones son sobrantes del anterior, que no las pudimos meter, como ‘La rama de Barcelona’, que estaba compuesta, pero no la veía clara, no la veía ordenada. ‘El duende’ también, que es una canción por ritmo de alegría, la polirritmia flamenca clásica, tipo folk. Estaba creada ya para «El hombre invisible», estaba incluso maquetada, pero le faltaba la definición, el convencimiento, estaban las ideas pero no estaba terminado todavía.
A veces tus letras pueden aparentar una cosa y ser otra. Eres bastante sutil.
Intento ser polidireccional.
En otras ocasiones eres más evidente, ‘La rama de Barcelona’, por ejemplo, es una canción marihuanera.
Sí, pero la gente no sabe lo que es, y yo tampoco me esmero mucho en contarlo, porque cada uno se lo toma de una forma y a mí eso me parece maravilloso. Lo de la rama tiene multitud de significados, está la rama como sección, como parte, profesional, física, filosófica, geográfica, social… La rama es lo que se decía, aquí en Sevilla, al kifi, que eso no se fumaba, pero cuando yo era joven, se hablaba de los legionarios de Franco que traían la rama, el kifi, que era una rama, y se fumaban sus pipas de rama, sus cigarros de rama. Es una palabra que está en desuso, porque los marihuaneros de hoy no conocen esa palabra.
Una canción de Gato Pérez se llamaba ‘Qué rama más mala’…
¡Eso es! ¿Ves? ‘Qué rama más mala’, ahí está. ¡Me lo acabas de recordar! De ahí ha salido [Kiko se pone a cantar el estribillo de ‘Qué rama más mala’, y me incorporo en la segunda voz]. ¡Claro! Es que se junta el sentido de la letra con el de la melodía, la música sale de un rollo de guaguancó de Peret, de la rumba barcelonesa. Fíjate por dónde me has recordado esta canción, que se me había olvidado por completo, me has recordado la influencia que hay aquí del gran continuador de la rumba de Peret, que no es otro que Gato Pérez.
Una letra muy sugerente es la de ‘Cadena de oro’, puede hablar de muchas cosas, pero incluye uno de los pasajes más rotundos de este disco, y probablemente de tu carrera: «¿Cuál es el valor / de una persona / en la bolsa de Nueva York / o en la de Barcelona?».
Sí, bueno… es lo que estamos viviendo hoy, es la crisis del mundo, porque es una crisis tan profunda, tan de raíces y de valores que no admite componendas, ni asociación política ni sindicalismo, no admite nada. Es una crisis que va, directamente, a la raíz del hombre, nos encontramos completamente perdidos en este mundo y sin raíces para poder defender a la humanidad, y no hay partido político ni hay sindicato que defienda eso. Es que esto va mucho más allá, estamos en un momento muy difícil, porque esta profundidad de la crisis nos conduce a una inacción, porque vemos que, realmente, nada se puede hacer y que lo que habría que hacer sería tan radical y profundo, que sería cambiar de régimen de vida, como cambiar un poco el chip de la humanidad y estamos acojonados ante ese temor.
Sí, hace falta una revolución a la francesa, ¿no?
Sí, pero no contando con el poder.
No, si digo acabando con el poder…
Exactamente, hemos aprendido que no vamos a salir a la calle porque nos van a machacar. No, no, esto no revierte en ningún movimiento filosófico ni político ni social ni sindicalista, esto revierte en movimientos individualistas pero que van todos a lo mismo, van todos a la conciencia de la profundidad de esa crisis, y que tenemos que cambiar de vida, pero, claro, al mismo tiempo, esa profundidad de pensamiento nos impide materializarlo de forma práctica. Ahí estamos.
En ‘Andalucia’ reivindicas la tierra que te adoptó, pero una Andalucía a la que no quieres que le den golpecitos en la espalda.
Sí, bueno, todo el mundo es muy fácil de halagar, nos dicen que somos guapos, que somos listos, que tenemos mucho arte, y de eso hay mucho en el flamenco de hoy, que está un poco enquistado en sí mismo, tampoco tiene importancia mencionar la iniciativa de la Junta de Andalucía de querer nombrar al flamenco patrimonio de la humanidad, una cosa lamentable. Pero sí, en Andalucía nos dan golpes en la espalda, y tenemos una parte grandiosa que nos lleva a tener un arte grandioso, pero a la vez tenemos el litoral machacado, tenemos el campo machacado por la contaminación, por los pesticidas, por los herbicidas, todos los acuíferos contaminados… Aquí donde vivo yo, cada vez que llueve, el arroyo salta a la fuente que hay en el centro del pueblo… También tenemos muchísima corrupción, muchísima incapacidad, muchísima chapucería, muchísima falta de visión y cariño por la tierra, hemos dejado que unos cuantos listos, con el nombre de socialistas, se hayan llevado el dinero por la cara y hayan dejado gravemente hipotecado el futuro. Toda esta parte negativa era la que quería reflejar en esta canción de amor a Andalucía, pero, que, básicamente, es una canción de amor. Me la planteo como mi amor a Andalucía, y claro, quiero ser correspondido, porque ningún amante es estúpido; es bastante estúpido, pero no totalmente estúpido y todo amante espera ser correspondido y también se atreve a dar el paso definitivo de amar cuando se ve correspondido. Andalucía es una tierra que no es fácil, porque tiene muchos recovecos, pero sí que te da el corazón cuando tú le entras de corazón.
«Los músicos deberíamos tener el repertorio de Mozart, el de Bob Dylan, el de Jimi Hendrix y el de Nirvana, deberíamos tenerlo como cosas clásicas, cosas a compartir con todos»
VERSIONES, DISCOS DEL PASADO Y OTROS PROYECTOS
¿Por qué la versión de Cohen, ‘Pájaro en el cable’, qué te aportan las versiones?
Es puro entretenimiento, estamos en el cancionero pop, esto es una noria en la que vamos entrando y vamos saliendo. Esta canción yo la cantaba por rumba hacía muchísimo tiempo, hace treinta años. En la misma época en que cantaba el ‘Memphis blues again’, por rumba, más o menos, porque yo cuando aprendí a tocar la guitarra lo primero que aprendí fue el ritmo de rumba, y metía canciones de los Beatles, de Bob Dylan, de Leonard Cohen, las que me sabía, las metía por rumba. Esta me gustó mucho, porque tiene ese aire tan flamenco, y esa letra tan canalla, y sabiendo que Leonard Cohen había estudiado guitarra flamenca en su juventud, la devoción que sentía por el repertorio de Lorca. Me gusta hacer versiones, yo habría hecho varios discos de versiones si hubiera una industria de la música de verdad, y no lo que dicen. Con 58 años, y con lo que me gusta la música, habría grabado ya varios discos de versiones.
Qué bueno habría sido eso.
Sí, de hecho estoy esperando a que cualquier compañía me lo proponga. Yo propongo muchas cosas, pero casi nunca sale ninguno de estos proyectos, pero insisto, porque de cada diez puede salir uno, y como decía mi primo, me conformo con ese uno, porque la vida me ha acostumbrado a conformarme con eso. Para los músicos, hacer versiones es muy divertido, ahora en el directo queremos presentar una versión de los Beatles que no hemos podido hacer en el disco, ‘Yo soy la morsa’, pero una auténtica versión, nada que ver con el arreglo original, una desviación rítmica y una traducción de la letra bastante ajustada, y con algunas libertades también, como se permiten ellos, que hay cinco o seis palabras que se inventan. Pero yo muchas veces me veo muy limitado al tener que hacer mi repertorio, porque es lo que la gente va a ver, pero eso tiene poco campo de acción. Los músicos deberíamos tener el repertorio de Mozart, el de Bob Dylan, el de Jimi Hendrix y el de Nirvana, deberíamos tenerlo como cosas clásicas, cosas a compartir con todos. Es algo que echo en falta en mi carrera, más fluidez, versionar más, meterme más con las canciones de los otros, que, al fin y al cabo, son las canciones que me han hecho ser músico, porque yo empecé a ser músico porque me gustaban mucho las canciones de los demás, las canciones que escuchaba y, por desviación o deformación, empecé a hacer mis propias canciones.
Hace un momento mencionabas a la industria, este nuevo disco ha salido con Warner, pero, ¿es una producción independiente?
Sí, totalmente independiente, terminada y rematada, y luego Warner mostró interés y se ha quedado con la obra. Con «El hombre invisible» ya sucedió igual, fue independiente y, una vez acabado el disco, se lo quedó EMI.
¿Acumulas muchos disgustos con las discográficas?
No, antes sí. Hombre, yo me sentí… cuando saqué «Échate un cantecito», pensé que ese disco le iba a llegar a todo el mundo y que iba a poder ir a América, a Francia, a Portugal, a Italia, iba a poder hacer versiones, iba a poder hacer discos de verdad… Ahí es donde se acumula mi frustración, porque vi que la BMG de aquella época no estaba en absoluto interesada en difundir mi obra, en sacarme fuera de España, en darme cancha para que yo me divirtiera y pudiera trabajar a favor de la corriente. Me fueron arrinconando y me fueron amargando poco a poco, hasta que ya no pude más y dije, «bueno, hombre, amargado no se hace nada, ¡fuera!». Me sentí liberado, porque si ves que no te apoyan, te sientes muy incómodo, sobre todo porque estaba viendo que tenía una época muy buena, en el 92, y con el grupo que hicimos con Raimundo [Amador], y con la portada de Mariscal para «Está muy bien eso del cariño». Pero cuando vi ya que ese disco a la compañía no le gustaba, y empezaron a hablar mal de él, de que no estaba igual de bien que el «Cantecito»… Cuando el «Cantecito» no lo habían apoyado nada, pero como vieron que gustaba mucho, con el siguiente me decían que no estaba altura del primero, ahí dije, «¿pero esta gente, a qué juegan? Si son mi compañía de discos, ¿cómo pueden estar hablando en esos términos?» Eso me decepcionó mucho y seguramente perdí la ocasión de mi vida de convertirme en un cantante verdaderamente popular y de hacer todas esas cosas que te he dicho, hacer discos de versiones y poder trabajar y llevar adelante mis ideas. Pero quién sabe si eso no me ha venido bien, porque la vida da muchas vueltas y quién sabe si yo, con menos tranquilidad y menos humildad hubiera hecho este disco tan bonito, con 58 años. Quizás estaría más pasado de todo, y estaría millonario pero estaría más aburrido de la vida.
¿Pesa la dimensión que ha alcanzado el primer disco de Veneno?
No, hombre, me sigue abriendo caminos, es un grito de libertad, y aunque ha tenido sus más y sus menos, y la gente lo ha comprendido como ha podido, porque también ha tenido muchos detractores, lo escuchas y sigue siendo un grito de libertad. Sigue abriéndonos puertas a todos los que participamos en él. A Raimundo sigue abriéndole puertas.
En la época, ¿te diste cuenta del disco que habíais hecho?
Totalmente, yo cabeza gorda tengo, siempre he tenido una cabeza muy gorda. Tonto no he sido nunca. Pero es que aquello era una cosa muy evidente, era un bombazo, está claro. Yo ya era licenciado en Historia, pero hubo mucha gente que no era licenciada en nada y se dieron cuenta de que el disco era un bombazo, por la mezcla que tenía: Mis intenciones hippies y culturales, mi forma rockera, las genialidades de Raimundo y Rafael [Amador], con esa música callejera, la impronta flamenca. Eso era bestial.
¿Echas de menos a los hermanos Amador?
Sí, y me supo muy mal cuando dos años después de grabar el disco, en el 79, los hermanos se hartaron porque vieron que no teníamos salida y decidieron formar Pata Negra, a mí eso me dolió muchísimo, porque yo les decía, «vamos a esperar, que los tiempos son malos, pero lo conseguiremos». Pero ellos no tuvieron paciencia y tiraron para adelante. Entonces ya los empecé a echar de menos y, de hecho, no me libero de la influencia de los hermanos Amador hasta el año 92. Creo que el éxito del «Cantecito» es que, por fin, consigo liberarme de esa añoranza, porque entonces yo lo que estaba era perdido, porque había entrado con esa fórmula tan genial y tan brutal y, claro, los discos que hice en los 80 me sabían a componenda, me sabían a poco.
De tus discos de los 80, vistos desde hoy, me parece que lo único que se sostiene son las canciones en sí mismas, la canción pura, y no cómo acabaron registradas. ¿Estás de acuerdo?
Claro, exactamente, totalmente de acuerdo. Tengo ideas para versionar algunas de esas canciones, porque creo que todavía tienen elementos muy bonitos para poder hacerlas con el corazón actual, pero cómo quedaron en su época, no me satisfacen nada. ¡Pero es que no me satisficieron en aquella época! Las hacía porque tenía que seguir, como el corredor de fondo que tiene que seguir corriendo. No estaba a gusto con lo que estaba encontrando y echaba mucho de menos a los Amador, sobre todo eso. Echaba mucho de menos la fórmula Veneno, porque era gloria y nos hubiera abierto al mundo.
¿Seguís siendo amigos?
Pues no, no, ahora mismo no estamos en buenas relaciones. La vida nos ha separado mucho en los procedimientos, en la forma de ser y en la forma de confiar el uno en el otro, y con Raimundo no somos amigos, con Rafael sí, pero con Rafael hace muchos años que tengo mucho menos contacto, pero con Raimundo sí, éramos compadres y hemos sido amigos hasta hace poco. Pero… no sé, cuéntalo tú si quieres, porque no me gusta hablar de las cosas malas, y para mí no ser amigo suyo es una decepción.
¿Cómo está el G5 [grupo paralelo formado junto a Delinqüentes, Muchachito Bombo Infierno y Tomasito]?
También es un proyecto que está en el aire y, realmente, no sabemos si podremos seguir. A mí me gusta, yo quisiera seguir, pero me da la impresión de que no todos los G5 se dan cuenta de la importancia del G5. Para mí, el G5 es un grupo superior, y eso que el disco es un disco hecho con un sonido regular y hecho en dos semanas, con mucha frescura, pero poco más. Pero, para mí, el proyecto es un proyecto superior a nosotros individualmente, yo los admiro mucho uno por uno, pero creo que la capacidad que tenemos los cinco cuando nos ponemos es extraordinaria. Es como subirnos a un columpio que nos supera a todos, eso lo veo, eso lo comparto y me gustaría seguir por ahí, pero no estoy seguro de que los demás miembros vean que es un proyecto superior.
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