«Los tres discos bajo su firma en solitario tienen mucho de empresa comunal, contando siempre con una mano derecha clara como es Steve Jordan y dejando espacio a sus músicos para que desarrollen sus partes de forma personal»
Aprovechando la edición de “Vida” (Global Rhythm), Juanjo Ordás repasa los tres discos en solitario firmados por Keith Richards. Tres obras que cualquier seguidor del rock and roll debe escuchar, al margen de los Rolling Stones.
Texto: JUANJO ORDÁS.
Ilustración: BORJA CUÉLLAR.
La creatividad de Keith Richards se desata de forma espontánea, podríamos decir que el guitarrista de los Rolling Stones utiliza su instinto como herramienta para componer. Es una necesidad. Todo ello se ha hecho notar en los discos de la banda inglesa aunque especialmente en sus trabajos en solitario. Cualquier grabación en la que Keith intervenga tendrá cierto aire despreocupado, con la música fluyendo. Pese a su carisma y personalidad, Richards es un jugador de equipo, le gusta la compañía musical cada vez que se deja caer por el estudio de grabación. Los tres discos bajo su firma en solitario tienen mucho de empresa comunal, contando siempre con una mano derecha clara como es Steve Jordan y dejando espacio a sus músicos para que desarrollen sus partes de forma personal. También habría que citar al respecto sus aventuras junto a Ron Wood comandando esa banda que se llamó The New Barbarians, otro buen ejemplo de música realizada entre amigos. Para su andadura en solitario, Keith bautizó a su banda como los X-pensive Winos, con los que grabó tres discos imprescindibles.
“Talk is cheap”
(VIRGIN, 1988)
El primer disco en solitario de Keith es una obra bastarda, mestiza. Recia y fuerte como la mezcla racial que supone. Los Stones jamás podrían haber grabado un álbum así, no por calidad, sino por su anárquica disciplina y suntuosa vibración. El inicio con la tóxica ‘Big enough’ sirve de bienvenida para un lienzo en el que el funk, el soul y el rock se funden como caliente magma en un baile de belleza implícita. Quizá ‘Don’t take so hard’ podría haberse adaptado al decálogo Stone, pero su ácrata línea melódica hace de ella un single únicamente adecuado para alguien como Keith Richards. La gran virtud de “Talk is cheap”, al margen de sus maravillosas canciones, es que es como la huella dactilar de Keith, con su sudor, cerebro y corazón impresos. Con Steve Jordan como mano derecha, Richards incorpora a su banda a Charly Drayton (la que sería la base rítmica del “Alta suciedad” de Calamaro) y a Waddy Watchel como guitarrista. La profesionalidad de estos encaja con el instinto animal de Keith, con sus fraseos vocales desgastados aunque palpitantes, con su guitarra tan libertina como certera. Siendo su primer álbum, sorprende que no abarque realmente todas las paletas sonoras que el músico ha disfrutado tocando a lo largo de su experiencia con los Stones: Nada de country-folk, y de blues lo justo. Lo que sí hay es mucho rock que reasimila el mundo negro del que mamó, pero acercándose al reggae y a los citados soul y funk, con recuerdos a sus años formativos como fan de Chuck Berry (‘I could have stood you up’). De propina, colaboración de Mick Taylor en uno de los temas.
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“Live at the Hollywood Paladium’88”
(VIRGIN, 1992)
Con sólo un disco en la calle, Keith edita un álbum en vivo en el que repasa su debut más algunas canciones de los Stones. “Live at the Hollywood Paladium’88” es el perfecto añadido para “Talk is cheap”, ¡de hecho deberían comercializarse juntos! Se supone que el guitarrista no tenía interés en editar un directo, pero los bootlegs de baja calidad que se vendían en el mercado le obligaron a ello. A gran parte de las canciones de su debut se unen ‘Too rude’, ‘Time is on my side’, ‘Haooy’ y ‘Connection’. Si hubiera incluido ‘Before they make me run’ y ‘Little T&A’ el disco habría pasado del sobresaliente a la matrícula de honor.
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“Main offender”
(VIRGIN, 1992)
Mismo equipo creativo que en «Talk is cheap», aunque «Main offender» es un disco distinto a su predecesor. Se trata de un trabajo más enfocado hacia el rock and roll que hace de la sencillez su defecto y virtud. La música negra se relega a su influencia sobre el rock and roll como tal salvo en el prescindible reggae ‘Words of wonder’. La sensación es que Keith puso más énfasis en conseguir una interpretación espontánea que en redondear las canciones. No son maquetas, pero casi, con Richards acercándose mucho más al sonido de los Stones esta vez. Aún así, pese a tratarse de un disco menos centrado que el anterior, permite que el oyente se sienta como si estuviera en el mismísimo local de ensayo del guitarrista y su banda. Sin duda, se trata de un muy buen disco, altamente reivindicable. El inicio con ‘999’ sorprende por su ritmo incesante y lineal, muy ACDC, con la guitarra de Keith soltando sus riffs frente a una grasienta rítmica de Waddy Watchel (¡es fácil imaginarse a Malcom Young entonando el estribillo junto a Bon Scott!). Si se comprende como algo improvisado, la obra gana enteros. ‘Wicked as it seems’ es sinuosa, mientras que el guitarrista rompe su alma en ‘Hate it when you leave’, facilmente la mejor canción de toda la colección.
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“Vintage Winos”
(MINDLES RECORDS, 2010)
Innecesario recopilatorio que no merece la pena comprar. Mejor invertir el dinero en sus anteriores obras, actualmente a precios irrisorios. Eso sí, la portada es preciosa y no habría que hacer ascos a una edición en vinilo. Como extra se incluye “Hurricane”, canción grabada como regalo para los fans de los Stones que realizaron donaciones por el huracán Katrina. Lo bueno de “Vintage Winos” es que repasa la discografía de Keith en solitario, incluyendo el disco en vivo. Aunque no es más que un esbozo de lo que suponen los tres álbumes, sí sirve como banda sonora de “Vida”, su recién publicada autobiografía.