FONDO DE CATÁLOGO
«Sus canciones trascienden los lugares comunes para acercarse sin inconvenientes a otros horizontes»
Manel Celeiro nos pone tras la pista de Wet Willie, banda de rock sureño con amplitud de miras que publicó el interesante Keep on smilin’ a mediados de los setenta. Aquí desgrana el que es, a su juicio, su major disco.
Wet Willie
Keep on smilin’
CAPRICORN RECORDS, 1974
Texto: MANEL CELEIRO.
Si no pasamos de la superficie, el rock sureño puede ser considerado un estilo musical excesivamente cuadriculado y con unos parámetros muy marcados. Nada más lejos de la realidad, un género que nace de la mezcla de, prácticamente, toda la música de raíces norteamericana tiene, por fuerza, un gran espacio en el que moverse. El blues, el jazz, el rock, el country, el soul, el funk y el ritmo y el blues están reflejados, en mayor o menor medida, en las bandas afiliadas al club. Si nos centramos en los nombres que protagonizaron los años dorados, podemos encontrar la flexibilidad creativa en Allman Brothers o Marshall Tucker Band, la energía que no desdeña la lírica en Lynyrd Skynyrd o Blackfoot, los más vaqueros en The Outlaws, los más duros como Molly Hatchet, y los que van por libre, picoteando aquí y allá entre tantas opciones sonoras. Y eso sin entrar a fondo en los actores de reparto, bandas con menor repercusión comercial, pero que contribuyeron a aportar riqueza y variedad al southern.
Entre los que van por libre tendríamos a Wet Willie, la menos sureña de todas las formaciones incluidas en esa etiqueta. Y eso que provienen de la mismísima Alabama, concretamente de la localidad de Mobile. Allí fue donde Jimmy Hall (cantante, harmónica, saxofón), Jack Hall (bajo), John David Anthony (teclados), Ricky Hirsch (guitarra) y Lewis Ross (batería) empezaron a foguearse, dándole cera a un repertorio compuesto por versiones. Fueron ganando popularidad en su área de influencia, grabaron las primeras maquetas con temas propios y decidieron hacer el equipaje para trasladarse a Macon, un lugar con una escena más activa. Allí se cambian el nombre, de Fox al citado Wet Willie, y consiguen un contrato con Capricorn Records, sello bandera de la movida del sur.
En sus dos primeros trabajos se puede apreciar que aún están buscando su propio camino. El primero, editado en 1971, tiene un tono más blues, y en el segundo, II (1972), hay más diversidad y las primeras muestras de esa pluralidad sónica que los caracterizó. Trabajaron de lo lindo, pulieron las aristas necesarias y cuando el directo Drippin’ wet live (1973) salió a la venta, estaban en plena efervescencia. Había que aprovechar esa corriente de energía telúrica que los impulsaba para entrar al estudio sin perder el tiempo. Y ahí aparece un nuevo factor, el productor Tom Down, un tipo de gran prestigio en cuyo currículo figuran Eric Clapton, Willie Nelson, Rod Stewart, Allman Brothers, Eagles, Otis Redding o Aretha Franklin entre muchos otros, que resultó decisivo en su evolución.
Keep on smilin’ es sin duda su mejor grabación y el álbum que los consolidó definitivamente. Si al escucharlo esperamos encontrar el típico ejercicio de estilo, nos llevaremos una gran sorpresa. No vamos a encontrar solos extensos, ni la épica confederada ni rocanroles de furibundo ataque guitarrero. Como apuntábamos al principio, sus canciones trascienden los lugares comunes para acercarse sin inconvenientes a otros horizontes, con libertad interpretativa y una amplitud de miras que les granjeó el recelo de los más recalcitrantes aficionados al rock sureño, pero que, sin embargo, les ofreció la posibilidad de captar un público más variopinto.
El álbum impacta desde su portada, un imponente bluesman callejero nos da la bienvenida a un viaje sonoro que empieza con la alegre melodía que domina “Country side of life”. Una apertura alejada, pese a su título, del tinte rural, rock sin complejos, de pulso urbano y mucho rhythm and blues en los coros. Le sigue el tema título, que con una letra positiva sigue sonriendo a pesar de todo, y un bonito estribillo con el que se convirtió en un éxito como sencillo, haciendo que las ventas del álbum se dispararan. Considerado un clásico, ha sido versionado en multitud de ocasiones, las más recientes la realizada por Blackberry Smoke o la deliciosa lectura conjunta de Jason Isbell y Allison Russell.
“Trust in the lord” nos lleva al góspel, a las iglesias del sur donde las celebraciones religiosas van acompañadas por fervorosas plegarias cantadas. Los coros elevan el espíritu, llevándote al cielo con el empuje vocal de Jimmy Hall. Y de la iglesia a la pista: “Soul sister”, “Lucy was in trouble”, “Soul jones” o “In our hearts” son canciones de latido funk y corazonada rhythm and blues, muy en la onda de lo que se pinchaba en esos momentos en las radios y en las discotecas norteamericanas, cuando la música bailable era elegante y gozosa. Hay momentos de desconexión acústica, la lírica desnudez del recuerdo a su tierra natal, “Alabama”, y un par de medios tiempos sedosos, azucarados en exceso, “Don’t wait too long”, “Spanish moss”, que, en mi opinión, son lo más flojo del lote pero que, en cambio, son parte indivisible de la personalidad de Wet Willie en obras posteriores.
Para terminar, he de decir que compré una copia en vinilo recientemente, en una de esas ferias del disco que tanto abundan últimamente. En primorosa edición original norteamericana, en excelente estado de conservación y que suena de lujo por un precio irrisorio, tanto que era imposible dejarlo en la cubeta. Pero así vamos, mientras novedades en vinilo de calidad más que discutible cuestan un ojo de la cara, en el mercado de segunda mano tienes toneladas de música de calidad, histórica en algunos casos, al alcance de todos los bolsillos. Tiempos modernos.
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Anterior Fondo de catálogo: Live at the Regal (1965), de B.B.King.